bruselas. Lo que funciona en una comunidad, en una ciudad o en un grupo concreto puede que no resulte en otro. Pero los ingredientes para borrar las huellas de la violencia y el terrorismo son en muchos casos los mismos: respeto, compromiso, compasión, y sobre todo, tiempo y paciencia. Es lo que opinan muchos de los protagonistas que han conseguido llevar a buen puerto proyectos de convivencia y reconciliación en Irlanda del Norte. Algunos se expusieron esta semana en Bruselas en el marco de un seminario que hizo balance a casi veinte años de vigencia del programa Peace, que desde 1995 ha destinado más de 1.300 millones de euros de ayudas europeas a financiar unos 22.000 proyectos.
Una iniciativa que sigue contando con todo el compromiso político de Bruselas, que ya ha anunciado su disposición a destinar 150 millones de euros más en el nuevo marco presupuestario plurianual que negocian los Veintisiete. "Sería útil echar la mirada atrás y ver cómo eran Irlanda del Norte y los condados fronterizos de Irlanda en 1995. Tensión con conflictos diarios, atentados, explosiones, soldados en las calles, helicópteros en el cielo, fronteras físicas y controles.... Hoy, casi 20 años después, no se ve prácticamente nada de eso", recordaba esta semana Pat Colgan, responsable de ejecutar y controlar los proyectos financiados con cargo al Peace.
Y detrás de esta evolución está una de las claves, "el enorme apoyo político de los Gobiernos irlandés y británico y de los actores sobre el terreno", pero sin olvidar "el programa Peace para la paz y la reconciliación de la Unión Europea" que ha ayudado en una transformación que no ha terminado su recorrido pero que puede servir de lección en muchos otros territorios. "Nuestra historia no debería quedarse solo en Irlanda del Norte. Debe ser conocida, no porque tengamos la solución, sino porque sentimos que hay lecciones que hemos aprendido y que merecen ser compartidas", aseguraba.
Y entre las mejores prácticas proyectos como el del teatro de los testigos para dar voz a las víctimas de uno y otro bando o "fútbol para todos", que lucha contra el sectarismo entre protestantes y católicos. Sin olvidar, la construcción del nuevo centro de resolución de conflictos en la prisión de Maze, a 14 kilómetros de Belfast, un centro penitenciario en el que hubo reclusos paramilitares, escenario de una huelga de hambre, y en el que trabajarán codo con codo ex prisioneros, policías, ex funcionarios de la prisión y la comunidad local.
"Se necesitan dos para negociar una paz pero sobre el terreno es la gente quien tiene que hacer el trabajo de reconciliación. La pérdida, el dolor... nos pueden llegar a deshumanizar. Lo que necesitamos es volver a encontrar nuestra humanidad", concluye Pauline Ross, directora del proyecto de teatro The Playhouse.