El Parlamento Vasco acogió ayer el arranque de un nuevo curso, el décimo desde la restauración de la democracia. Todo estaba listo para la ocasión: moqueta a estrenar, tarjetitas colocadas para que todos los invitados supieran dónde se debían sentar... Y sus señorías llegaron al hemiciclo con la ilusión de quien afronta una nueva etapa. Especialmente los miembros de la coalición Euskal Herria Bildu, nuevos casi todos en la Cámara, que observaban por primera vez de cerca lo que hasta ahora solo conocían por televisión. "¿Has visto dónde estamos sentados? ¡Ahí arriba! ¿Con vistas!", comentaban animados dos de los jóvenes integrantes de la coalición en la sala de apaños -la que da acceso al salón de plenos-. Después, cosas del azar o del destino, su portavoz, Laura Mintegi, ocuparía precisamente el escaño que ha dejado libre uno de los muñidores del proceso de paz de Loiola, Jesús Eguiguren, para regocijo, claro, de las mentes más afiladas.
Los 75 nuevos representantes de la ciudadanía llegaron con tiempo. Juntos, pero no revueltos. Cada uno con su grupo. Sin apenas concesiones al compadreo con el adversario. Egun on, sonrisa de cortesía y poco más. Inercias del pasado. Luego, en los corrillos que propician la cafetería y el patio de atrás, se trenzarían algunos lazos, pero los justos. Especialmente con una EH Bildu que aún despierta demasiados recelos en algunas siglas que sólo vencieron Dani Maeztu y Juanjo Agirrezabala -sus únicos repetidores-, que además de hacer de guías para el resto de sus compañeros, ejercieron de puentes saludando a los inquilinos de las demás bancadas. Y su portavoz, claro; una Mintegi que ayer se mezcló en casi todas las salsas, empeñada en dar una imagen cercana a los que serán sus compañeros de debates y fatigas desde el primer día del curso.
el color, en las camisetas Iniciado ya el Pleno constituyente, las gradas se mostraban algo más tristes que en otras ocasiones. Acudieron apenas 50 personalidades, entre ellas representantes del PP -como el senador Ramón Rabanera o el exparlamentario Leopoldo Barreda-, de Bildu -como el navarro Maiorga Ramírez- y de Amaiur -Rafa Larreina-, así como consejeros del Gobierno saliente como Gemma Zabaleta. Tampoco se quisieron perder la cita otros representantes institucionales como el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra, un expresidente del Parlamento Vasco -el primero-, Juan José Pujana, el fiscal jefe del País Vasco, Juan Calparsoro, o el delegado del Gobierno español en Euskadi, Carlos Urquijo. Pero entre todos ellos destacaron dos: Martin Garitano -el único de los tres diputados generales que acudió a este acto, acompañado por la presidenta de las Juntas guipuzcoanas, Lohitzune Txarola-, y Juan José Ibarretxe -el único lehendakari presente, al margen de un ayer alicaído Patxi López-, que estrechó manos y repartió sonrisas allí donde encontró una cara aunque fuera remotamente conocida.
Pero, en mitad de la calma reinante, dos integrantes de EH Bildu tenían un plan para dar algo de color a la cita. Los más jóvenes. Los que por serlo se sentarían ante todas las cámaras en la Mesa de Edad: Diana Urrea e Igor López de Munain, que siguiendo con la tradición de quienes les han precedido en el arte de cambiar el tradicional traje-chaqueta-corbata parlamentario por la camiseta, decidieron hacer de ésta una declaración de intenciones para denunciar la situación que vive Oriente Medio -Yo también soy de Gaza, decía la primera- y el drama de los desahucios -Kaleratzeak Stop, exigía el segundo-. Como pasa en fútbol, esta práctica no está muy bien vista por el reglamento parlamentario. Pero quizá por ser el primer día, quizá por aquello del nuevo tiempo de tolerancia que está por construir, la anécdota no fue a mayores.
En cualquier caso, la suya no fue la única reivindicación que ayer se dejó oír en la puesta de largo de esta nueva legislatura. En el exterior del Parlamento, en medio de una importante presencia policial, se sucedieron las protestas derivadas de esta brutal crisis que golpea prácticamente a todos los sectores sociales. Trabajadores municipales, personal de Foronda... El mensaje hacia sus señorías era claro y audible: Recortes no. Quizá por eso, quizá por aquello de no estar aún ubicado sobre este terreno, cuando abandonaba la Cámara el alcalde de Vitoria, el popular Javier Maroto, dio un paso atrás al ver tanta pancarta y preguntó si no había más salida que aquella. No. Así que tuvo que oírles en su camino de vuelta. El mismo que luego irían tomando los demás integrantes de un Parlamento que al fin arroja la fotografía real de la sociología política vasca, y que promete ofrecer grandes momentos en esta legislatura que ayer se puso a andar.