QUEREMOS que nuestros hijos crezcan en un país en el que puedan ir a las mejores escuelas y con los mejores profesores, un país que esté a la altura de sus logros como líder global en tecnología, descubrimiento e innovación, con todos los buenos puestos de trabajo y nuevos negocios que ello conlleva". Esa frase es del discurso que pronunció el presidente Obama tras conocer los resultados de las elecciones del pasado día 6.

Hace ya unas décadas, en una comisión del Senado de los Estados Unidos, el senador Pastore interrogaba al Dr. Wilson acerca de la conveniencia de construir un acelerador de partículas. Pastore: "¿Hay algo relacionado con este acelerador que, de alguna manera, ayude a la seguridad de la nación?" Dr. Wilson: "No, señor. No lo creo". Pastore: "¿Nada en absoluto?" Dr. Wilson: "Nada en absoluto". Pastore: "¿No tiene en ese sentido ningún valor?". Dr. Wilson: "Solo tiene que ver con el valor que nos otorgamos los unos a los otros, con el mutuo respeto, con la dignidad del hombre, nuestro amor por la cultura. Tiene que ver con esas cosas. Tiene que ver con buenos pintores, con buenos escultores y grandes poetas. Quiero decir, todas esas cosas que los hombres respetamos, veneramos y queremos en nuestro país y por lo que somos patriotas. No tiene nada que ver directamente con la defensa de nuestro país, excepto en hacer que merezca la pena defenderlo".

Tanto la frase del discurso de Obama, como el intercambio entre el senador Pastore y el Dr. Wilson ponen de manifiesto la devoción por el conocimiento, por el descubrimiento y por la innovación que tienen los norteamericanos. No sorprende, por ello, el esfuerzo que hacen en I+D (3% de su PIB), y el hecho de que más de la mitad de las 100 mejores universidades del mundo y 17 de las 20 primeras sean norteamericanas. En España, sin embargo, las cosas son diferentes. Las inversiones en I+D representan poco más del 1% del PIB. Y después de casi un lustro de reducciones, los presupuestos de I+D de la administración central para 2013 son equivalentes a los de 2005. La situación de la ciencia española es tan grave que científicos españoles de primera línea se han dirigido por carta hace unas semanas al presidente Rajoy para advertirle de que nos encontramos ante su inminente colapso.

La crisis es la razón esgrimida para justificar esa situación, pero eso contrasta con lo que ocurre en otros países, como Estados Unidos y también Alemania, en los que, desde políticas económicas bien diferentes, han coincidido en elevar las inversiones en I+D en los momentos difíciles. No es de extrañar, porque segar las inversiones en ciencia es cegar una de las principales fuentes de cultura y conocimiento de un país, y es también cercenar el desarrollo, el bienestar y hasta la democracia del futuro. Sus efectos son múltiples; empiezan afectando al rendimiento y la continuidad del sistema de ciencia y tecnología; luego inciden en la cualificación de los profesionales de alto nivel; extienden su influjo negativo a todos los niveles del sistema educativo y, finalmente, es todo el capital humano del país en su conjunto el que se resiente.

Volver a levantar el sistema de ciencia ruso, tras haberlo dejado caer a finales del siglo pasado, costará diez veces más que lo que hubiera costado mantenerlo durante todos estos años. Algo parecido puede ocurrirle a España. Si el sistema colapsa no podrá ser reiniciado cuando vuelvan los ingresos; sencillamente, se desintegrará y será necesario un volumen ingente de recursos para ponerlo de nuevo en marcha.

He querido hacer esta reflexión porque la UPV/EHU celebra estos días la semana de la ciencia y, al calor de este evento, he querido volver a recordar que investigación y educación son la mejor forma de solidaridad, la solidaridad con los que vienen detrás de nosotros, la solidaridad con el futuro.

Un tal Pérez

JUan Ignacio Pérez

La situación de la ciencia española es tan grave que los científicos avisan de que estamos ante su inminente colapso