Vitoria. El PSE recibió ayer un nuevo revés en las urnas. El tercero consecutivo en apenas año y medio. El más doloroso. El que supone el fin del primer Gobierno no nacionalista de la historia de Euskadi y la pérdida de la joya de la corona de un PSOE que sigue sin dar con la tecla que le permita volver a prender la mecha que le iluminó tras aquella victoria del talante de Zapatero sobre el Aznar más absoluto. “No son los resultados que esperábamos”, admitió Patxi López al filo de un escrutinio final que le dejaba sin ninguna posibilidad de seguir en Ajuria Enea. Caras largas y sensación agridulce ante las pantallas que mostraban los resultados.

Y es que los socialistas se dejaron ayer algo más de 100.000 votos respecto a 2009; casi un tercio del botín que obtuvieron en las pasadas autonómicas, confirmando el declive ya apuntado en las últimas dos convocatorias electorales -municipales y forales, y generales-.

Sin embargo no todo fueron malas noticias. Al tiempo que se aferraban al ha merecido la pena en su adiós al Gobierno, apoyados en el fin de ETA y la oposición a los recortes como principales argumentos, contuvieron también los más negros augurios -el CIS llegó a dejarles en 14 escaños- manteniendo una capacidad de influencia que puede resultar importante en la geometría variable que probablemente se abrirá paso en esta nueva legislatura.

La jornada comenzó torcida ya desde la mañana para el candidato socialista, que cuando acudió a su colegio electoral protagonizó un lamentable encontronazo con un grupo de simpatizantes que pedían con pancartas el fin de la dispersión de los presos. “Viejos tics totalitarios”. Tristes ecos de un pasado por superar, aseguró, tras la única imagen que ayer recordó el camino que queda por andar hacia la normalización de Euskadi.

Después fueron llegando los resultados, que reflejaron una caída homogénea. Similar en los tres territorios -en torno al 20%- lo que le relegaba a ser la tercera fuerzadel país. Y aunque solo un puñado de votos bastan para desequilibrar esta balanza, quizá el caso alavés fue el más significativo, ya que -pese a contener el golpe especialmente en la capital-, allí donde Patxi López echó el resto volcándose en campaña hasta el punto de trasladar su candidatura de las planchas vizcaínas a las alavesas, allí donde también se visualizó la más dura pugna interna en el seno del PSE entre la corriente renovadora y la oficial, los socialistas pasaron de ser la primera fuerza en 2009 a la tercera tras esta cita, muy cerca de la cuarta, el PP.

motivos de reflexión Pero posibles razones de esta herida por la que sangra el socialismo vasco se pueden encontrar muchas y a partir de hoy estarán a buen seguro sobre la mesa de la reflexión interna que esta tarde tendrá su primer round cuando se dé cita su comisión ejecutiva.

Ayer ya se alzaba la bandera de la autocrítica. “Los socialistas debemos hacer la catarsis de una vez”, decía por ejemplo Odón Elorza.

Por su parte, López -que reconoció elegante el veredicto de la ciudadanía y felicitó al ganador de los comicios- vio las principales razones de estos resultados en la movilización del electorado abertzale. “El mundo nacionalista ha visto una confrontación entre dos fuerzas que ha movilizado a sus votantes” mientras que al PSE le ha podido pasar una mayor factura la abstención, leyó.

Pero sin duda hay otras claves que no escaparán al análisis de estos resultados. Al igual que viene sucediendo a prácticamente todos los Ejecutivos que han tenido que hacer frente a esta brutal coyuntura de crisis a lo largo de toda Europa, los socialistas han acusado con dureza este desgaste. Al igual que ayer también pudieron acusarlo los populares en Álava y Vitoria por la evolución en materia económica del Gabinete que lidera Mariano Rajoy, o le pudo pasar a Euskal Herria Bildu en Donostia y Gipuzkoa donde desde mayo lidera el Ayuntamiento y la Diputación.

Asimismo, no hay que olvidar el déficit de confianza ciudadana que el Gabinete López ha arrastrado desde que llegara al poder. De hecho, el primer Euskobarómetro que le recibió tras su llegada a Ajuria Enea reflejaba que un 71% de los ciudadanos de la CAV expresaba tener poca o ninguna confianza ante la andadura que se disponía a liderar, y que un 65% de la ciudadanía decía asimismo estar en desacuerdo con el pacto alcanzado entre socialistas y populares que le convirtió en lehendakari frente al pobre 18% que afirmaba estar de acuerdo con él. “He dicho una y mil veces que no vamos a buscar acuerdos con un PP que lo único que sabe hacer en Euskadi es antinacionalismo y antisocialismo”, dijo al filo de que los ciudadanos acudieran a votar hace tres años y medio. Y esa promesa incumplida no le ha abandonado en lo sucesivo lastrando su respaldo, incluso en una base social socialista que, en gran medida, también hizo suya esta crítica.

Y de toda esta ecuación no cabe restar que, como dijo ayer el secretario de organización del propio PSE, Alfonso Gil, tumbado el muro de las ilegalizaciones y retirada la negra niebla de la violencia que velaba los anteriores retratos de la sociedad vasca, “cada uno está ya ocupando su espacio natural”. Aunque en esta ocasión, unos desde la cresta de la ola y otros arrastrados por ella.

estrategia futura Ahora falta por conocer el rumbo que fija el PSE para reconducir esta tendencia que le resta oxígeno comicio tras comicio.

Aunque según las encuestas publicadas en los últimos compases de campaña el tradicional entendimiento socialista- jeltzale que vertebró los Ejecutivos que sentaron las bases del autogobierno ya no es la opción preferida por la mayoría -que ahora se decanta por el encuentro de las fuerzas abertzales-, el PSE tendió ayer su mano tendida hacia Sabin Etxea. “Juntos podemos transitar para sacar este país adelante”, pero es al PNV a quien “le toca ahora mover ficha” decidiendo elegir si quiere “tener un gobierno fuerte” o arrancar en minoría, esbozó Gil, sustituyendo así el buscado misterio en el que López resguardó sus próximos pasos, que tampoco desveló si le llevarán a sentarse en la bancada de la oposición en esta nueva legislatrura de la Cámara vasca, o le depararán una nueva etapa en su vida política donde muchos le han ubicado a lo largo de esta legislatura, en Madrid.

Se abre un nuevo periodo para el PSE, que ayer cerró su paso por Ajuria Enea “orgulloso”, pero que ahora deberá afrontar un proceso que dé paso a la autocrítica para revitalizar el pulso de su futuro inmediato.