bilbao. No corren buenos tiempos para la cooperación.

Desde el punto de vista de las ayudas oficiales, la situación es muy difícil. En el año 2008 había una política desplegada por todo el entramado institucional porque hacían cooperación el Gobierno central, las comunidades autónomas y las entidades locales. Pero desde que estalló la crisis, sobre todo desde 2009, hay una amenaza que es la deslegitimación de la propia política bajo la idea de que es un asunto exterior, y como no es cosa nuestra, entonces dejamos de hacerlo. El pionero fue el Ayuntamiento de Madrid que canceló estas ayudas de un año para otro, o la comunidad de Castilla La Mancha que también canceló su política.

¿Esta línea ha llegado a Euskadi?

Gracias a Dios no, salvo la excepción significativa del Ayuntamiento de Gasteiz donde este año 2012 ha pasado de ser el ayuntamiento más generoso de España, con un presupuesto cercano a los tres millones de euros, a dividir esa partida en diez, dejándola en 300.000 euros. Ha pasado de hacer una política relevante a una política residual.

Dice usted que hay otra amenaza.

Es que por otro lado tenemos los recortes presupuestarios absolutamente desproporcionados, en términos comparativos, respecto a otras políticas. Esto se ha notado mucho desde las últimas Generales en la Agencia española de Cooperación Internacional donde el acumulado de la reducción ha sido del 75%.

Esto implica un claro retroceso.

Esto es retroceder prácticamente a principios de los 90, casi veinte años. España se había colocado en el 0,42% en el 2007 y 2008 y en el presupuesto de 2013 se situaría alrededor del 0,11%, a la cola de todos los países europeos y colocándose a la altura de EE.UU., que ha sido siempre uno de los países menos comprometidos. Aunque no seré yo el que diga que esta política se mide solo en términos de presupuesto, ciertamente el presupuesto es importante por eso obviamente se colocó ese mito del 0,7% del PIB, al que solo han llegado cuatro países del norte de Europa.

Sin embargo, la sociedad no sigue esas tendencias.

Es que, a pesar de que es la sociedad la que sufre la crisis en primera persona, se mantiene solidaria, comprometida y es consciente de la situación que viven otras personas. Por eso vemos que el desplome de la ayuda pública no se corresponde con la apuesta que hace la sociedad.

¿Los vascos siguen a la cabeza en solidaridad?

La sociedad vasca es donde hay más organizaciones que nos dedicamos a la cooperación al desarrollo. Muchos se nutren de fondos públicos y también de aportaciones sociales. Tenemos camino por recorrer porque los porcentajes de la población que se comprometen a financiar la cooperación es pequeño, en relación a los países de tradición anglosajona.

¿Es lo que más le preocupa?

Mi temor es que el mensaje que cale es que se puede desmontar la cooperación y no pasa nada. Por eso, la advertencia que yo quiero trasladar es que la sociedad no ha hecho la misma reflexión que algunas instituciones de como ahora lo estamos pasando mal tenemos que dejar de ser solidarios con otros pueblos y dedicarnos a lo nuestro. La sociedad entiende que el planeta camina unido y que las sociedades de América Latina, Asia o África en situación de pobreza forman parte de nuestro ser. Y ese el mensaje que se debe contagiar, no el otro.

¿Esa es una de las líneas rojas que no se pueden traspasar?

Es el momento de demostrar que las políticas de cooperación no eran una operación de marketing. Es el momento de demostrar que había una convicción y que se sigue adelante en tiempos de dificultad y que somos capaces de sostener una política seria en momentos de mayor austeridad, sin hacer pagar a la cooperación los platos rotos. Si el presupuesto de una institución se ve mermado, la cooperación debe tener una merma parecida. Si el presupuesto se reduce un 2% y las ayudas a la cooperación un 20%, estamos hablando de otra cosa. Hay que mirar también cómo captamos los ingresos. En nuestro país tenemos un problema porque los ingresos caen en mayor proporción que lo que cae nuestra economía.

Escriba su carta al Olentzero/Lehendakari y pida una situación idílica en el ámbito de la cooperación.

En cooperación se ha avanzado mucho, tenemos una ley de cooperación, una agencia vasca, planes directores públicos, un centenar de organizaciones, muchos vínculos con muchos países... pero necesitamos más transversalidad y más coordinación. Yo reclamaría, sobre todo, coordinación entre las distintas políticas de las administraciones y, por tanto, más coherencia con un pacto de redistribución de responsabilidades.

¿Relativiza nuestra crisis conociendo el problema del hambre, de la falta de agua potable...?

Cuando uno conoce la situación que viven millones de personas con hambre, falta de agua potable, falta de saneamiento, sin una vivienda digna, desplazamiento por conflictos y por causas naturales, eso obliga a relativizar los problemas. Lo fundamental es darnos cuenta de la importancia de la construcción del bien común desde el compromiso personal. Y eso es lo mismo en un campo de refugiados del Congo que en una barriada de una megaurbe latinoamericana o en pueblos indígenas de Guatemala. Lo importante es ser conscientes de no hacer de la acumulación de riqueza y del consumo nuestro modo de vida, practicando una cierta austeridad compartida e invirtiendo los recursos que tenemos entre todos. Por eso, esta crisis debería ayudarnos a relativizar también nuestras necesidades.

José Ignacio Eguizabal, en la sede de Alboan. Foto: juan lazkano