bilbao. Me ha sorprendido saber que usted sigue el discurso de los sindicatos y que se manifestó en Gasteiz en el pasado 26-S.
Estoy muy preocupado por lo que ocurre. Las voces que se oyen pueden ser reiterativas pero los problemas son reales porque hay gente que lo está pasando muy mal. Por eso tengo tendencia a seguir lo que dicen los sindicatos y la palabra obrero todavía tiene sentido para mí. El problema de los sindicatos es que tienen cajas de resistencia pero no tienen cajas de resonancia. También discrepo del tratamiento que se hizo de la huelga general. Yo estuve en la manifestación de Gasteiz y fue impresionante. No fue un fracaso. La respuesta hay que multiplicarla por cinco, la gente pierde su sueldo, lo que le corresponde por vacaciones, por Seguridad Social y además hay que salir de casa... Eso es mucho más difícil que estar en el sofá viendo el partido de fútbol.
Más problemas, ¿cuál es la situación actual de la violencia de ETA?
En mi dibujo de los acontecimientos pongo una raya, un antes y un después en los años de la Guerra Civil. Para mí hay una época y una forma de entender la vasquidad en el 36, ahí acaba. En mi dibujo luego veo un vacío y en el 65 empieza otra época. Es como si la orquesta que estaba callada volviera a tocar. Eso se nota en palabras que no se pueden usar como Provincias Vascongadas y en cómo Euzkadi empieza a ser Euskadi. Para mí eso marca un punto de partida. Y creo que en 2011 empieza el tercer dibujo. Ahí se han transformado infinidad de cosas, pero mi opinión es que el País Vasco ha salido adelante.
¿También políticamente?
Políticamente la sociedad vasca pide a gritos otra filosofía, una nueva teorización de la política.
¿En qué línea?
Es evidente que el nacionalismo tiene razón en algo básico, en considerar que es muy importante ser central. La aspiración a la centralidad les ha dado la fuerza que hoy tienen porque es mejor tener soberanía que dependencia. Es mejor que los políticos que nos gobiernan conozcan el país a que sean paracaidistas. Luego está la cuestión de cómo se articula esta centralidad. La centralidad no acaba en una declaración de principios, ni en tener mayoría en el Parlamento Vasco. Hay que hacer una política cultural enorme porque es evidente que somos un país colonizado.
¿Por quién?
Un día, mas allá de Las Landas, me encontré con una persona que me dijo que oía Radio Euskadi. Le pregunte por qué y me dijo que era porque era la emisora que más música norteamericana ponía ya que en Francia las cuotas no lo permiten. Aquí, en el País Vasco, el tercer idioma es el inglés. Se escucha música vasca por cuestiones de centralidad, pero no se oye música en italiano ni en francés. Lo mismo ocurre al pasear por la Gran Vía de Bilbao. Yo esa Gran Vía ya la he visto en Miami, Nueva York, Milán... es igual que todas.
En ese discurso ¿qué cabida tiene el planteamiento de Artur Mas?
No me seduce nada porque creo que en política siempre es mejor el tono menor que el tono mayor. A principios de siglo todo se escribía en mayúscula y todo era revolución, independencia, guerrilla, liberación... Vivimos en una sociedad en la que todo el mundo es muy romántico de siete a doce de la noche. A esa hora gusta de tener posturas tremendas, pero el resto del día es más realista. Prefiero que en Euskadi se asiente una soberanía gradual, el rompe y rasga no es bueno. Sin conocer los detalles, con lo que está haciendo Catalunya, me acuerdo de algo que decía Arzalluz y es que los catalanes habían negociado muy mal la autonomía.
Usted suscribió en su día un manifiesto de apoyo a EB. ¿Repetiría?
Lo hice porque pienso que en el arco vasco falta una zona para personas que votan sin estar convencidas. Quizá porque Bildu les resulta excesivamente ideológico, el PNV excesivamente convencional, el PSE demasiado tibio... Sin embargo, hay que rendirse a la realidad, ya no apoyo a EB porque las divisiones constantes son anacrónicas.
¿Le perjudicó o benefició el apoyo?
Yo no le debo nada a la política. Lo bueno y lo malo viene de lo literario. Pero no me gusta la idea de estar en la reserva, en un limbo sin opinar. Con discursos anteriores al 2011 no hay emoción, son reiterativos. Ahora se usan formas obsoletas y hay muchas boutades o salidas de tono. Cuando la boutade la decía De Gaulle impresionaba, pero ahora estamos hasta el gorro. Las boutades de Basagoiti me producen un dolor de cabeza instantáneo.
Le han hecho muchas proposiciones para escribir en castellano y no lo hace. ¿Es beligerante con el euskera?
Soy firme. Yo asumo la filosofía de no entrar en huertas ajenas, no soy juez de mi prójimo, mi relación con la lengua y con lo vasco es casi privada. No razono por qué escribo en euskera, digo que lo hago, a pesar de que efectivamente hay una presión enorme, sobre todo comercial, para que escriba en castellano.
¿La política está muy sacralizada en Euskadi?
El sentimiento de pertenecer a una comunidad lo da la religión. Y en un un plano menor, la política está cubriendo todos estos territorios que antes cubría la religión. El año pasado ocurrió algo revelador. Fue con el Athletic de Bilbao, algo que indicó hasta qué punto la gente necesita formar parte de una comunidad y ser vasco. Pero echo de menos algo que percibo en EEUU, y es que visualizo un gran edificio en el que un grupo de personas elige los libros que se van a leer en todas las escuelas, una especie de mente pensante. La sensación que tengo aquí es que todo lo que se ve es lo que existe, que no hay gente pensante que discurra dónde abrir espacios, cómo ampliar la comunidad... Los políticos deberían tomar eso muy en serio.
Bernardo Atxaga, el autor más traducido en euskera, en una reciente visita a la capital vizcaína. Foto: pablo viñas
"Prefiero que en Euskadi se asiente la soberanía gradualmente, el rompe y rasga no es bueno"
"El problema de los sindicatos es que tienen cajas de resistencia, pero no de resonancia"
"Las 'boutades' de Basagoiti me producen dolor de cabeza"