sandra mir y gabriel cruz
autores de 'la casta autonómica'
"¿Cómo va a gestionar bien un político que nunca ha pasado por una empresa?"
"Si no existiera la crisis, tal vez nunca nos habríamos percatado del sobrepeso de las instituciones públicas y de las duplicidades en la Administración", dicen con inusitada crudeza los autores de 'La casta autonómica' después de diseccionar la mala gestión y el despilfarro.
Concha lago
VITORIA. ¿Sabía usted que la administración Obama tiene 412 vehículos oficiales y que el Gobierno español tiene 1.098 coches oficiales, sin sumar el parque de las autonomías? ¿Que en una localidad cántabra su concejal de Medio Ambiente fue condenado por pirómano, que en otra el aeropuerto solo sirve para que los vecinos del pueblo entren a conectarse al wifi o que una comunidad compró un tren aunque no tenía construidas las vías? El despilfarro de lo público se ha convertido en una antología del disparate que los periodistas Sandra Mir y Gabriel Cruz exponen en La casta autonómica (La esfera de los libros).
Citan ejemplos de dispendios como los 20.000 euros en hablar por el móvil que se gastaron en un mes los diputados de las Corts. Pero quizá el derroche en aeropuertos fantasma es el más llamativo, ¿no?
Sandra Mir: Es que los aeropuertos han sido el gran exponente del síndrome faraónico. "Tú tienes una cosa, pues yo quiero más. Tú te haces un aeropuerto, pues yo quiero uno más grande". Los hacían con ese deseo de perdurar y de ejecutar infraestructuras absurdas. El caso más grave es el de Castellón, que costó 111 millones, porque no operan aviones. Allí se llegaron a pagar 500.000 euros para ahuyentar los halcones cuando los aviones vuelen. Ese servicio está pagado y sigue todavía sin aviones. Es el absurdo del gasto. O el de Huesca o el de Ciudad Real... Lo que no sabe el público es que a muchas aerolíneas hay que pagarles para que aterricen allí. Y cuando no reciben subvenciones, abandonan el aeropuerto.
Aena reveló hace poco que en enero y febrero hubo en Huesca once viajeros, y en Albacete 281.
S. M.: Es que a veces sería mucho más barato que a estos viajeros les pusiesen una limusina y les pagasen un hotel de cinco estrellas que hacer un aeropuerto para ese volumen de pasajeros. Sucede igual con la línea del AVE que iba de Cuenca a Albacete y tenía ocho pasajeros de media. El problema es que el 70% de los políticos nunca ha trabajado en la empresa privada, nunca ha gestionado el dinero y no sabe lo que es la competitividad o la especialización. ¿Cómo va a gestionar bien un político que nunca ha pasado por una empresa?
En Euskadi conocemos perfectamente esa figura del 'político profesional'.
Gabriel Cruz: Es que si tú te presentas a hacer una oposición a la administración te piden un título y para hacer carrera política no te piden ninguno. La meritocracia en política es sacarte el carné muy joven, medrar en el partido y empezar a tener cargos. Por eso muchos no saben gestionar y por eso está el consejero de Medio Ambiente, y luego el director general de Medio Ambiente, que tiene a su vez diez o quince asesores. Se multiplican y se dilatan los organismos porque no tenemos gente preparada. Y se dan casos como el del exalcalde de Getafe, que tenía 56 asesores personales. Y, al final, ¿quién lo paga? Pues el ciudadano de su propio bolsillo.
En esa "delirante España de los chiringuitos locales", como la llaman ustedes, ¿cuál es el chiringuito o autonomía que funciona peor?
G. C.: Es que de norte a sur, de este a oeste, con todos los colores políticos... todos han despilfarrado. Evidentemente si nos guiamos por las cantidades, las que más han tirado el dinero son Valencia, Catalunya y Andalucía, por ser una de las más grandes. En general, todas tienen duplicidades en sus organismos públicos y en todas se han producido despilfarros absurdos.
¿Cómo anda la Comunidad Autónoma Vasca en el ranking del derroche?
S. M.: Con las cifras que hemos manejado nosotros, está ahí, ahí... Uno de los ejemplos más escandalosos es el de los seis millones de mascarillas que compró el exconsejero de Sanidad para la gripe A, como si fuera a soportar la tercera guerra mundial. Pero lo que más hemos detectado es la gran maraña de leyes. La excesiva legislación de decretos hace que, por ejemplo, en el tema de las herencias no se entienda eso de que si vives en una localidad heredes más que si vives en el pueblo de al lado. Porque el choque de leyes conlleva gasto y mareo para el ciudadano. El gran problema es que se ha dilatado todo mucho.
¿No
G. C.: En absoluto. Es algo que siempre decimos y que no queremos que se tergiverse. No tenemos nada en contra de las comunidades. Este libro no es una crítica al sistema autonómico, sino a la mala administración autonómica. La cercanía es buena pero no a costa del despilfarro. Por ejemplo, si las competencias de Sanidad y Educación están ya asumidas por las autonomías, ¿qué pintan los ministerios?
Es la multiplicación de los panes y los peces.
G. C.: Y por eso resulta muy difícil para el ciudadano trasladarse de una comunidad a otra, ya sea a nivel sanitario o a nivel educativo. Se da el caso de que una ambulancia no te puede trasladar 50 kilómetros porque ese enclave pertenece a otra comunidad autónoma pero puede hacer 300 dentro de su propia comunidad. Hay cosas de burocracia en las que el ciudadano se pierde, como la quintuplicidad de estamentos. Tenemos el ayuntamiento, el ayuntamiento-pedanía, el concejo, la comarca... Tenemos 8.000 ayuntamientos y 3.000 miniayuntamientos, cuando en Gran Bretaña se arreglan con 340 entes locales para sesenta millones de personas. En esta investigación sobre las 17 autonomías y los 100.000 cargos públicos hay una constante que se repite: la mala gestión política de los recursos.
¿El principal problema es la clase política?
S. M.: Es que da igual el partido, la edad o el sexo del político. No estamos hablando de corruptos, sino de malos gestores. Esto es como una casa grande, con 17 habitaciones, en la que ni tú sabes qué hay en la habitación de al lado, ni en el comedor saben qué tienen en la sala. Solo hay trasteros, uno en el País Vasco, otro en Catalunya, otro en Madrid... pero nadie sabe lo que hay allí.
¿La recientemente aprobada ley de transparencia impedirá esta manera de tirar el dinero?
G. C.: Ya era hora de que aprobaran un anteproyecto de ley de transparencia, aunque hay que esperar y ver cómo se desarrolla. Porque parece mentira que España sea de los pocos países de Europa, junto con Andorra, Suiza y alguno más, que no tiene una ley de acceso a la información pública. Mientras los políticos no sientan que pueden ser vigilados por todos nosotros no acabaremos de raíz con el problema. Y hasta que no haya transparencia, los políticos se sentirán blindados y no se podrá saber, por ejemplo, cuál es el coste exacto de un obra o el porqué de determinada infraestructura. El ciudadano tiene derecho a conocer en qué se gasta el dinero y para qué sirve eso. Tenemos 264 senadores y algunos no han presentado ni una triste iniciativa en los últimos veinte años.
Ustedes hacen una radiografía de esta orgía de dinero público sin aportar soluciones.
G. C.: Es que el libro es un drama contado con sentido del humor. Nosotros hacemos una exposición para que las conclusiones las saque el lector, sin dirigirle. Y está expresado con humor para no caer en la depresión más absoluta. Al finalizar la lectura, el lector solo se preguntará: ¿Y yo estoy dentro de este invento?
Los periodistas Gabriel Cruz y Sandra Mir han escrito un surrealista paseo por las administraciones. Foto: BERNI VILA