bilbao. Conall McDevitt sabe lo que se coció en Stormont ya que fue uno de los colaboradores de John Hume, que recibió el Premio Nobel de la Paz por su contribución a lograr el fin de conflicto irlandés.
Han pasado catorce años desde los 'Acuerdos de Viernes Santo' para Irlanda del Norte. ¿Cómo se ha trasladado a la sociedad?
Se mantiene la política fundamental del Acuerdo, se mantiene en el sentido institucional con un Ejecutivo nacional. Están los órganos norte-sur en la isla de Irlanda, que es algo muy importante para los nacionalistas, y también están los acuerdos con los países de la comunidad británica.
En todo proceso hay dos claves: presos y víctimas. ¿Cómo se abordó en Irlanda?
Entre 1998 y 2002 salieron todos los presos políticos bajo licencia. No fue una amnistía, pero sí dejaron la cárcel bajo licencia, lo que significaba que si volvían a cometer cualquier tipo de delito volverían a prisión. Fue muy difícil ya que había reclusos que habían cumplido poco tiempo de condena, pero se hizo, y en todos estos años solo ha habido tres o cuatro casos de personas que han regresado a prisión.
¿Favoreció el hecho de que hubiera presos del IRA y también de grupos paramilitares unionistas?
Eso es verdad, pero había gente que no pertenecía a ninguna de estas dos comunidades que mostró su enfado por la salida de los presos.
Ha comentado que no podían volver a delinquir porque si no regresaban a prisión. ¿Había alguna otra condición?
No. Ya he dicho que era una salida bajo licencia, eso era lo único.
¿Hubo que pedir perdón?
No. Y es uno de los temas que más debate suscitó porque hubo un proceso muy claro para los presos, pero no tantas soluciones para las víctimas. Todavía hay mucho que hacer con las víctimas. La petición de perdón, que se ha dado, es algo individual, no era una condición indispensable.
¿En Irlanda se han dado reuniones o encuentros entre víctimas y victimarios de ambas partes?
Hay muchas reuniones y una gran parte de la comunidad quiere que se celebren esos encuentros. Es una minoría la que está en desacuerdo. En Irlanda del Norte hay una comisión que tiene la función de representar e identificar las necesidades de las víctimas. Son víctimas de todas las sensibilidades: víctimas de paramilitares, del IRA o del Estado. Es algo muy importante para que las víctimas puedan expresar sus opiniones. La comisión les da una voz muy fuerte.
¿Tienen poder político?
Más que cuestiones políticas, lo que se trata es sobre necesidades básicas como pensiones u otro tipo de necesidades. Resolver la cuestión de víctimas es resolver la cuestión de la verdad porque todo está encadenado. La mayoría de las víctimas abrazaron este proceso.
En el Acuerdo de Stormont una de las claves era el desarme del IRA y de los grupos paramilitares, ¿cómo se llevó a cabo?
Con mucha dificultad. Pasaron casi cuatro años hasta que hubo una resolución al tema del desarme. Finalmente fue posible porque una comisión internacional encabezada por un exgeneral del ejercito canadiense, John de Chastelain, pudo negociar las condiciones del desarme. Hubo actos en secreto que luego fueron validados por la comisión internacional. Ellos fueron los que estuvieron presentes en este proceso de desarme. Fue algo complicado, y antes de que se produjera el desarme hubo fracasos.
¿En el Irlanda existía ya la conciencia de que la apuesta por la paz era irreversible?
Dentro de la comunidad nacionalista sí. Había la convicción de que el proceso era irreversible, pero entre los unionistas no era así. Hasta que no se produjo el desarme, dentro de la comunidad unionista había mucha gente que no creía en el proceso.
¿Fue clave esa aportación internacional?
Para nosotros sí. No hubiéramos llevado a cabo el proceso de desarme sin la intervención de la comisión internacional, pero incluso en las negociaciones previas al Acuerdo de Viernes Santo hubo un elemento internacional muy fuerte, con la presencia del senador estadounidense George Mitchel, acompañado de John de Chastelain y el expresidente de Finlandia Martti Ahtisaari. Sin esta presencia de la comunidad internacional no se hubiera podido llevar a cabo el proceso de paz.
¿También fue fundamental el papel que desempeñaron los líderes políticos?
Se necesitan líderes, y el proceso de paz en Irlanda tuvo muchos líderes. Personas como John Hume o David Trimble, que apostaron por la paz. Las bandas armadas también necesitan líderes capaces de hacer la metamorfosis necesaria y en ese sentido fue clave también la participación de Gerry Adams o Martin McGuinness. Todos los procesos de paz necesitan líderes capaces de representar a sus comunidades y que tengan también capacidad de negociar entre ellos. Eso es lo importante.
Han pasado catorce años y el IRA sigue sin anunciar su disolución. ¿A qué es debido?
La mayor parte de la gente ve al IRA como una asociación de jubilados. Lo principal es que no haya atentados, ni violencia. Si no se disuelven yo creo que es por cuestión de orgullo. Ellos tienen a honra que no fueron vencidos por el ejército británico. Ahora dicen: 'estamos aquí, pero de forma pacífica'. Estarán hasta el fin, y el fin será cuando muera el último de sus voluntarios. La gente considera que mientras que no vuelvan a actuar, no es una cuestión vital.
En Euskadi se mira mucho a Irlanda, ¿es algo recíproco, en Irlanda se mira a Euskadi?
La verdad es que ahora menos. Hace diez años habría mucho más interés, pero ahora, por suerte, no hay violencia en Euskadi y la gente de la calle le pone menos atención. No ocurre así con los partidos, que sí ponen mucho interés y cariño por el proceso que se está llevando a cabo en Euskadi. Hay una oportunidad para un futuro mejor.
¿Y cómo valora usted el momento actual del proceso vasco?
Considero que se está en un momento muy interesante. Existen las condiciones para las negociaciones. Hay un alto el fuego, hay un gobierno estable en Madrid, los nacionalistas más radicales tienen representación en Madrid. Son las condiciones perfectas para negociar. Ahora lo importante es que todos entiendan que victoria no son soluciones. En un proceso de paz no alcanzas la victoria, sino compromisos y consensos. Hay que encarar las negociaciones entendiendo que esto acabará con un acuerdo, no con una victoria. Los acuerdos son acuerdos y las victorias son victorias. Si quieres soluciones hay que llegar a acuerdos, si quieres victorias debes prepararte para una guerra.