Rabat. Con los resultados de las elecciones del viernes, Marruecos se suma a los países árabes en los que un partido islamista ha ganado las elecciones, como ya sucedió en Túnez el pasado octubre y, probablemente, ocurra en Egipto. Durante décadas, desde la derecha y la izquierda, se ha utilizado en el reino alauí la tesis de "la excepción marroquí" para recordar que en este país no cabe emplear los mismos argumentos que en las demás naciones árabes por razones históricas y por la particularidad de la monarquía.

Sin embargo, las cadenas de televisión árabes, el ascenso de los partidos de referencia islámica y la emergencia de generaciones jóvenes más influidas por modas y corrientes árabes que europeas indican más bien lo contrario. Como recordaba recientemente el profesor de Ciencias Política Mohamed Madani, hay en los últimos años, y particularmente en los últimos meses, un cambio fácilmente perceptible en la sociedad marroquí: la menor tolerancia a la corrupción y una relación más equilibrada del ciudadano con el Estado que ya no se basa únicamente en el miedo. En esto, tampoco Marruecos es la excepción.

Madani añadía que todos los países árabes, y no solo Marruecos, han utilizado el pretexto de su "excepcionalidad" para bloquear y retrasar la democracia, arguyendo razones religiosas, étnicas, de seguridad o geoestratégicas para justificar la necesidad de regímenes autoritarios.

Modelo turco El partido que se ha alzado con la victoria proclama su admiración por el "modelo turco", y hasta su nombre (Partido Justicia y Desarrollo) es exactamente igual que el partido en el gobierno en Turquía. También en esto el PJD se parece a otros movimientos islamistas árabes, como el tunecino Ennahda, que no ha ocultado sus coincidencias con el partido de Recep Tayyep Erdogan, un modelo que los islamistas gustan de comparar con el de los partidos democristianos europeos.

Este modelo consiste básicamente en el respeto inequívoco de las reglas democráticas y la legitimidad de un estado con instituciones civiles, junto a la protección o el fomento de la identidad islámica en la sociedad. Sin embargo, también en estos días algunos analistas han alertado contra esa "fácil asimilación" entre modelos que parten de circunstancias muy diferentes, como es el caso de Turquía y Marruecos.