LA trayectoria política de Mariano Rajoy es una pelea silenciosa que siempre ha ganado, la mejor versión de la máxima "resiste y vencerás". Tras siete años en la oposición aguantando de todo, en especial la desconfianza de su partido, será el nuevo presidente del Gobierno. Y será el presidente con más poder de la democracia, sobre todo por la cantidad de comunidades autónomas que acumula su partido y por la mayoría absoluta que ha logrado, sólo por detrás de los 202 escaños que lograra Felipe González en 1982, cuando nadie le contestaba.
Así que su victoria, si le pone un poco de revanchismo, será como decirle a quienes dudaron de él "aquí me tenéis", pero una actitud así no está en los genes de un líder que si por algo se caracteriza es por su discreción. Los que trabajan con él se sorprenden a sí mismos cuando no encuentran un único adjetivo que defina a Rajoy. Unos le consideran "una buena persona", están los que le definen como "alguien que nunca te falla" y los que le conciben como un amigo que "cumple su palabra". No faltan los que le ven como "un león con piel de cordero", esa clase de líderes que "a la chita callando" impone su punto de vista. Rajoy posiblemente es un compendio de todo eso, no es fácil conocerle, pero lo que nadie discute es que se trata de alguien hermético, un hombre de "portentosa memoria e inteligencia que siempre esconde sus emociones", afirma un cargo del PP muy próximo a él.
Nacido en Santiago de Compostela hace 56 años, Mariano Rajoy se crió en una familia unida que giraba alrededor de su padre, un juez que iba de ciudad en ciudad cumpliendo escrupulosamente su trabajo. De ahí, a lo mejor, ese afán de Rajoy por no dejar nada al azar. El caso es que Mariano hijo admira a Mariano padre. El líder del PP es un tipo familiar, de gustos sencillos, discreto hasta en el barrio, por donde se ejercita cada día -alterna caminatas de una hora con el trabajo en la bici estática- y al que encanta pasar el rato con sus dos hijos. Así las cosas, casi sobra decir que si tiene un apoyo esencial en su vida, ésa es su mujer, Elvira Fernández.
Diputado autonómico gallego, presidente de Diputación, diputado nacional, jefe de campañas electorales, vicesecretario de Organización del PP... Rajoy se coló en el primer Gobierno de José María Aznar como ministro de Administraciones Públicas, y desde ese cargo, y siempre con la discreción por delante, fue subiendo y subiendo hasta que su jefe le designó sucesor. Lo tenía fácil para ganar las elecciones de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero parecía un rival empequeñecido, pero todo cambió a partir del 11 de marzo. Rajoy perdió las elecciones y se dio de bruces contra algo para lo que no estaba preparado: la oposición.
La crisis de 2008 Surgieron entonces las suspicacias y las dudas. Que si era blando, que no sabía llevar el partido, que Zapatero le pasaba por encima... Y así casi todos los días, dentro y fuera del PP. Las elecciones de 2008 no se presentaban fáciles, Rajoy no pudo superar todos los obstáculos y volvió a perder, pues aunque subió en votos, más subió el PSOE.
Esos meses que discurrieron desde marzo hasta el congreso de Valencia de junio probablemente son los peores de su vida política, pues le salieron enemigos hasta en las esquinas: por un lado, Esperanza Aguirre y todo su sector; por otro, María San Gil y su séquito, que básicamente era el mismo que el de Aguirre, y con ellos una larga lista de cargos intermedios que clamaban por un cambio. Aquí es donde Rajoy cumple con creces la máxima "resiste y vencerás". En silencio, con sus fieles en el trabajo subterráneo, acude al congreso de Valencia con el apoyo de todas las comunidades, menos Madrid, y de muchos más, y gana.
Fue un congreso turbulento en el que José María Aznar, quien antes le eligió para manejar su herencia, le saludó como quien entra en un ascensor y dice "hola" a gente que no conoce de nada. Su estrategia consistió entonces en refugiarse en el perfil bajo, en no meterse en charcos y en perfeccionar un estilo moderado, más técnico que político, hasta tal punto que reunirle con los periodistas que le siguen a donde vaya es más complicado que entender la Bolsa. La imparable crisis económica haría el resto.
La jugada le ha salido redonda, porque cinco millones de parados después, las urnas situaron anoche a un PSOE desfondado y a él como el presidente con la segunda mayoría más holgada de la democracia. Rajoy ha ganado la madre de todas sus batallas, y lo ha hecho de la misma forma en que agachó la cabeza cuando peor le iban las cosas: calladamente.