vitoria. Uno de los comentarios más escuchados entre los analistas tras el cara a cara que protagonizaron Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba al inicio de la campaña fue que el segundo había adoptado el papel de oposición. El comentario delata también la evidencia plasmada en las encuestas, contra las que ha luchado el PSOE durante estas dos semanas a brazo partido. Porque, de confirmarse la derrota de Rubalcaba, probablemente se precipitará la crisis interna que ya se atisbó con sonora crudeza tras el desplome socialista en las municipales de mayo. Para los socialistas, la prueba de fuego es mañana, pero la batalla puede desatarse a partir del día 21.
No ha sido un tema demasiado recurrente en esta campaña, pero la visita de la caravana del candidato Rubalcaba a Cataluña el jueves recibido por Carme Chacón levantó el lógico morbo, alimentado por la ministra de Defensa un día antes con una significativa pregunta: "¿Quién se atreve a decir que una mujer y catalana no puede dirigir el PSOE?". Rubalcaba y Chacón compartieron "mimitos" en el mitin central en Barcelona, pero a nadie se le escapa que Chacón pretendía optar a las primarias que José Luis Rodríguez Zapatero quiso impulsar para elegir al candidato de estas generales, que fueron eficazmente desactivadas, con el liderazgo de Patxi López, después de que el PSE-EE exigiera la celebración de un congreso extraordinario que redefiniera la estrategia y el discurso del partido tras la debacle de mayo. Un congreso extraordinario implicaba renovar al secretario general, Rodríguez Zapatero, así que el mal menor en ese momento fue celebrar una conferencia política y designar por aclamación a Pérez Rubalcaba.
Y ésa es la inercia con la que se llega a estas elecciones. Al PSOE se le están vaticinando resultados inferiores a su peor pesadilla, los de Joaquín Almunia en 1996. Y la pregunta inmediata es qué pasará mañana por la noche si las urnas deparan una representación tan menguada para el PSOE, es decir, si Rubalcaba se inmolará y renunciará a la pugna por la secretaría general. El presidente del partido, Manuel Chaves, aseguraba ayer que el Congreso del PSOE "puede ser antes o después de las elecciones autonómicas" en Andalucía, previstas para marzo. Algunas apuestas en los corrillos de Madrid apuntan a febrero. El candidato alavés y ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, se mostraba también ayer convencido de que "no habrá sorpresas nocturnas" mañana sobre el futuro del partido.
La hipótesis más manejada es que Rubalcaba, pese a una eventual derrota, mantendrá su intención de optar a la secretaría general. Otra cosa es que, aunque logre acceder a la dirección del partido, esté en condiciones de llegar como candidato a las siguientes generales. Todo esto, además, dependiendo de cómo reaccionen las distintas federaciones del PSOE tras el domingo, teniendo en cuenta que el mapa autonómico quedó teñido de azul popular tras los comicios de mayo, que el feudo andaluz podría caer en marzo a tenor de su evolución electoral y que, entonces, el único reducto autonómico del PSOE será, precisamente, Euskadi.
Y aquí viene otra de las derivadas que se plantea a partir del 21 de noviembre, el runrún alimentado por algunos medios y algunos partidos -no el PSE- sobre la posición que podría ocupar el lehendakari, Patxi López, en el post 20-N del PSOE. La notoria presencia de López en la campaña socialista fuera de tierras vascas, su papel en el episodio de las primarias no natas tras los comicios de mayo, su condición de único barón autonómico con mando en plaza y su buena imagen pública fuera de Euskadi han alimentado la tesis, así como un argumento menos positivo para el lehendakari: las especulaciones sobre el impacto que puedan tener las generales en la alianza PSE-PP y el escenario político que puede deparar la irrupción de Amaiur, quizá precipitando un adelanto de las autonómicas previstas para primavera de 2013. Jáuregui declaró al respecto a este periódico: "Lo veo muy lejos. El partido va a tener en Alfredo Pérez Rubalcaba el dirigente próximo".