MI relación con Juan Mari Bandrés se inició de una forma muy determinada y en unas circunstancias muy especiales. Corría el año 1976 y me dirigí a su despacho porque necesitaba un documento que acreditase que no tenía ninguna causa con los tribunales de Justicia franquista, ya que quería abandonar la clandestinidad y reincorporarme a la normalidad. En julio de 1976 se había aprobado un indulto muy parcial que quería significar el fin de una época, pero que dejaba a una buena parte de los presos políticos en la cárcel. Bandrés, no sé cómo se las arregló, pero hizo gestiones para conseguir el certificado que ratificaba que no tenía ninguna causa. El documento estaba firmado con fecha 2 de diciembre de 1976 por el secretario del Tribunal de Orden Público (TOP), un instrumento de la "justicia" franquista que seguía vigente.

Pongo este hecho como ejemplo de lo que ha sido una constante en la trayectoria que Juan Mari Bandrés ha tenido en la política vasca y en la del Estado, por encima de los cargos que tuvo en Euskadiko Ezkerra y por los numerosos cargos públicos que ostentó. En mi opinión, la figura de Juan Mari Bandrés trasciende más allá de todos los cargos políticos que tuvo por su compromiso con los Derechos Humanos. Juan Mari Bandrés se incorporó a la responsabilidad política desde su compromiso con los Derechos Humanos siendo lo más relevante su participación, sobre todo, en aquella época, como abogado defensor en el proceso de Burgos.

Juan Mari Bandrés no era un político al uso, más bien atípico. Algunos se preguntan cómo una persona que procedía del humanismo cristiano podía encajar con gente que mantenía otras posiciones ideológicas alejadas de la Iglesia. Estoy convencido de que en su trayectoria tuvo más influencia la doctrina social de la Iglesia que ideologías como el marxismo, muy en boga durante aquellos años entre militantes de formaciones de izquierda como EE.

Tampoco fue un hombre de aparato. Aun siendo presidente del partido, no participaba en el día a día del mismo. Su figura transcendía a la de la propia organización política de la que era presidente. Bandrés era un hombre respetado por los sectores ideológicos más variopintos por la autoridad que tenía a la hora de defender sus posiciones, debido a la gran coherencia de su trayectoria personal y política, lo que le hacía ser muy poco vulnerable políticamente. No era demagogo, ni sectario, pero sí radical al extremo en la defensa de los derechos fundamentales de las personas.

Tal era su preocupación por los Derechos Humanos, que recuerdo una intervención en el Congreso en donde acusó al entonces presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, de situarse al lado de los torturadores cuando denunció el caso de torturas por las que murió Joxe Arregi. En su intervención, Bandrés, con gran energía, le espetó que entre los torturadores y los que no lo son hay una raya y el Estado y el Gobierno habían pasado la frontera a favor de la conculcación de los Derechos Humanos.

Su nombre será recordado sobre todo por su compromiso en la defensa de los derechos de las personas. Este compromiso impregnó su andadura política. Su compromiso se vio recompensado con varios premios, algunos de ellos muy significativos y relevantes, donde se reconoce la gran labor que desarrolló en ese campo. En el aspecto humano, no debemos olvidar el sufrimiento que él y su familia han tenido que asumir en estos 13 años en los que teniendo en cuenta su talla intelectual y condición de buen comunicador, ha visto muy limitada su capacidad de expresión a causa de su enfermedad. Su muerte coincide con un momento esperanzador para nuestro país como ha sido el anuncio del cese de la violencia, que abre las puertas a un futuro en paz, por lo que él tanto luchó. Sabemos que tuvo conocimiento de esta noticia tan esperada y espero que se alegrara. Gracias Juan Mari por tu contribución a la defensa de los derechos humanos, la tolerancia, la justicia social, la paz y el autogobierno de Euskadi.