Era un sábado de principios de enero de 1989. Las ocho de la mañana, aeropuerto de Barajas, todos los vuelos suspendidos. Ese día iniciábamos la campaña encubierta al Parlamento Europeo, en tanto no había elecciones convocadas, y precisamente esa mañana teníamos convocado el primer acto público en Valencia. Era también mi primer contacto, como su responsable de comunicación, con Juan Mari Bandrés.

Las cinco horas de viaje por carretera hasta Valencia, en un destartalado 124, me dieron la oportunidad de conocer a Juan Mari, del cual sería alter ego durante seis meses, hasta su elección como parlamentario europeo. Debo reconocer que en aquel medio año aprendí mucho y que, sobre todo, tuve el honor de conocer a un hombre bueno, un abogado excepcional y a un político íntegro. Y precisamente aquella mañana de enero, Juan Mari me dio su primera lección. Llegados a Valencia, Juan Mari Bandrés hizo del medio el mensaje con su idea de remitir a una señora del barrio del Cabanyal un ramo de flores por valor de una multa de mil y pico pesetas que le habían impuesto por objeción fiscal a los gastos militares. Un hecho tal vez nimio -no era el proceso de Burgos-, a través del que Juan Mari supo revertir una actuación prepotente para transformarla en un acto de propaganda antimilitarista y pacifista, como había hecho e hizo después en otras muchas ocasiones.

Había llegado a la política desde la práctica del Derecho, sobre la base de la reflexión cristiana, y con la búsqueda de la libertad como fin. Era un hombre de leyes, un abogado excepcional, que vivía el Derecho y que creía en él. En una relación que iba más allá de su intervención política.

El lema de aquella campaña decía: Europa eres tú, vota Bandrés. Un lema construido sobre una fotografía de Juan Mari, apuntando con el dedo a ese "tú" que constituía Europa. Senador, consejero de Transportes, diputado, diputado europeo, presidente de Euskadiko Ezkerra? si tuviera que definir a Juan Mari por una de sus facetas, me quedaría sin duda con su defensa radical de los Derechos Humanos, que trascendió toda su actividad profesional y política.

Ha muerto Juan Mari sin ser consciente, tal vez, de la paz conquistada por la sociedad vasca. Paz no otorgada, sino ganada por esta sociedad y este país. Aunque, por otro lado, Juan Mari Bandrés fue plenamente consciente de ello en vida. Conoció la paz, esa paz por la que él había trabajado. El que tiene paz da paz. Agur eta ohore, Juan Mari.