LA historia de ETA ha estado jalonada de procesos de negociación, acompañados casi siempre de treguas totales o parciales, en los que la organización armada ha ido cambiando de interlocutores a medida que se le iban cerrando puertas ya franqueadas. En el inicio de estos intentos de lograr que el Estado español entrara a negociar el futuro político de Euskadi, ETA pretendió que quienes se sentaran al otro lado de la mesa fueran los jefes del Ejército español, por entender que la incipiente democracia no era sino una prolongación del régimen franquista. Como quiera que esta pretensión no tenía ningún futuro, la organización fijó como objetivo la negociación con los gobiernos de turno en Madrid. Explorada también sin éxito esta opción, ETA quiso probar la vía del acuerdo de las fuerzas soberanistas, para forzar de esta forma la negociación con el Estado español. Un nuevo fracaso llevó a la organización a un declive militar y de apoyo social sin precedentes, por lo que fijó su atención en la esfera internacional, como último clavo ardiendo al que agarrarse e intentar salvar así, al menos, los muebles de su movimiento. El fin de la actividad armada de ETA anunciado ayer no es, por tanto, sino el último eslabón de una serie de procesos negociadores muy diversos, de un abrir y cerrar puertas, que ha desembocado en el cierre definitivo de la que abría paso a la violencia.
1976-1982
Fin de ETA P-M
Los primeros contactos entre ETA y un gobierno español se dan en plena Transición a la democracia. El Ejecutivo de UCD sondea a las dos facciones de la organización armada, la militar y la político-militar. El 30 de noviembre de 1976, enviados del Gobierno español se entrevistan en Ginebra con miembros de la rama político-militar. A este encuentro le siguen otros, en los que participa también ETA militar. Todo acaba sin resultado positivo. También son infructuosos los contactos que se producen en 1977, de nuevo en Ginebra, además de en Vitoria y Francia.
Los acontecimientos toman un cariz distinto en 1981, ya con Leopoldo Calvo Sotelo en la presidencia del Gobierno español. El entonces ministro de Interior, Juan José Rosón; el secretario general de EIA, Mario Onaindia, y el abogado de Euskadiko Ezkerra Juan María Bandrés, facilitan los contactos con dirigentes de ETA político-militar. Las negociaciones llegan a buen puerto y el 30 de septiembre de 1982 se produce la disolución de esta organización, que opta por la vía política y se integra en EE. Los ya exmilitantes de ETA se acogen a un plan de reinserción muy contestado por la izquierda abertzale tradicional, al tiempo que otros poli-milis deciden integrarse en ETA militar.
1989-1997
Conversaciones de Argel
Siete años después, en 1989, con Felipe González (PSOE) en La Moncloa, se inician las conversaciones de Argel. Una enmarañada red de encuentros previos, con el dirigente de ETA Domingo Iturbe Abasolo Txomin como principal protagonista, desemboca en una serie de reuniones que, sin embargo, no llegan a buen puerto. Txomin aparece a ojos del Gobierno español como el interlocutor perfecto, debido a su disposición favorable al diálogo. Sin embargo, la petición planteada por la delegación española de que ETA decrete un alto el fuego y de que se acepte el Estatuto de Gernika, da al traste con los contactos. Txomin Iturbe fallece tiempo después en un accidente de tráfico y es Eugenio Etxebeste Antxon quien toma las riendas de la organización. La matanza de Hipercor en Barcelona, primero, y el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, después, llevan al Gobierno español a exigir de nuevo una tregua. Esta llega, ya con José Luis Corcuera en la cartera de Interior, el 8 de enero de 1989 y por espacio de 15 días. Los contactos se reanudan, pero el avance es realmente imposible por ambas partes, dando por finalizado el diálogo en abril, tras la última reunión y después de que ETA comience a enviar paquetes bomba a distintas autoridades.
A partir de ahí, se producen varias ofertas de tregua, que no llevan asociados procesos negociadores ni dan pie a contacto alguno. En julio de 1992, la organización armada plantea una tregua de 60 días poco después de la caída de la cúpula en Bidarte; en abril de 1995, ETA presenta su Alternativa Democrática como una oferta para la pacificación de Euskadi; en junio del año siguiente, declara una tregua de una semana y ofrece al Gobierno negociar una salida al conflicto, pero el Ejecutivo no responde, y en noviembre de 1997, se decreta una tregua sectorial en el denominado frente de las cárceles.
1998
Acuerdo de Lizarra-Garazi
La tregua indefinida declarada en septiembre de 1998 viene precedida por los contactos de la izquierda aber-tzale tradicional y el PNV, que desembocan en el acuerdo de Lizarra-Garazi, rubricado por las fuerzas soberanistas, la mayoría sindical vasca y un buen número de grupos sociales de Euskadi. El Gobierno español está presidido por José María Aznar (PP) y éste anuncia la apertura de un proceso de contactos con el "Movimiento Vasco de Liberación Nacional". Los contactos se producen en Zurich (Suiza) en mayo del año siguiente y en ellos participa como intermediario el obispo Juan María Uriarte. En noviembre, ETA anuncia que deja sin efecto la tregua e inicia una sangrienta ofensiva. Los 439 días de alto el fuego convierten a este periodo en el más prolongado de inactividad de ETA en su historia. La organización armada acusaría luego a PNV y EA de no cumplir un supuesto acuerdo firmado por estos partidos para romper acuerdos con el PP y el PSOE. Los citados partidos aber-tzales niegan haber suscrito tal acuerdo y afirman que se trataba de una propuesta de ETA que no aceptaron.
2004-2006
Conversaciones de Loiola
En los años posteriores, vuelven a producirse algunos altos el fuego sectoriales, como el decretado en febrero de 2004 para Catalunya, tras los contactos de ETA con el líder de ERC Josep Lluís Carod-Rovira, o el anunciado cese de la actividad violenta contra los cargos políticos del PSOE y el PP, ya con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa.
Pero no es hasta el 22 de marzo de 2006 que ETA declara otra tregua total y "permanente". Se abre entonces un proceso de paz en el que se implica el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con el respaldo del resto de las fuerzas políticas, a excepción del PP, que se opone frontalmente. Previamente, el Congreso de los Diputados había aprobado una iniciativa en la que se apoyaba el diálogo con ETA siempre y cuando ésta se comprometiera a dejar las armas. Una vez decretada la tregua, Zapatero anuncia el inicio de conversaciones con ETA y el Parlamento Europeo muestra su apoyo a la "iniciativa de paz en el País Vasco emprendida por las instituciones democráticas españolas en el marco de sus competencias exclusivas".
Los contactos políticos dan pie a lo que luego se llamaría las conversaciones de Loiola. Después de ocho reuniones en las que delegaciones de PNV, PSE y Batasuna han logrado avances muy importantes, el 31 de octubre el acuerdo está casi ultimado. Los núcleos de decisión de las tres formaciones políticas le habían dado el visto bueno y su ratificación está prevista para la siguiente reunión. Pero, llegados a ese punto, Batasuna da un giro de 180 grados y en la reunión del 8 de noviembre, en la que en teoría se iba a firmar el acuerdo, presenta modificaciones sustanciales a los acuerdos previos alcanzados, sobre cuestiones además que no se habían abordado en ninguna de las reuniones celebradas hasta entonces. Esto provoca el rechazo de PSE y PNV, que interpretan que ETA ha tomado el mando sobre la postura de la delegación de la izquierda abertzale tradicional.
2006-2011
Atentado en la T-4
El 30 de diciembre, ETA comete el atentado de la T-4, asesinando a dos ciudadanos ecuatorianos. Pese a que el Gobierno español da por roto el proceso, ETA, Batasuna y el PSOE vuelven a reunirse, pero la situación es imposible de reconducir y el 5 de junio, la organización armada anuncia la ruptura del alto el fuego permanente.
ETA vuelve a los atentados hasta que el 5 de septiembre de 2010 anuncia que hace ya algunos meses ha tomado la decisión de "no llevar a cabo acciones armadas ofensivas". Como en todas las ocasiones anteriores, las fuerzas políticas, salvo la izquierda tradicional, muestran su decepción porque ETA no había emitido el comunicado que esperaban, ése que llegó el jueves.