vitoria. Anímicamente, Pilar Manjón continúa tocada. "Los regresos a Madrid me cuestan mucho. Yo sé que las vacaciones son una huida hacia delante pero el regreso es encontrarte con todo lo que mi hijo dejó atrás. Vuelves a su entorno, a los trenes de cercanías, a un montón de sueños rotos. Los amigos de mi niño se están empezando a casar, me invitan a sus bodas y ves cómo sus fotos avanzan, mientras que la de tu hijo está parada en el tiempo. Pero te acabas levantando todos los días con fuerzas o sin ellas". A pesar de su decaimiento, Manjón no ha perdido ni un ápice de beligerancia.

¿Considera importante conmemorar estos aniversarios o son actos meramente simbólicos?

Yo siempre he defendido que el día que a las víctimas del terrorismo se les olvide será su segunda muerte. Para mí es muy importante el 11-S, el 11-M..., pero en el último 11-M, Día europeo de las víctimas del terrorismo, llamé a todos los grupos políticos, a la Casa Real, a todas las instituciones del Estado y nadie tuvo previsto hacer un acto por las víctimas, no solo de ese día sino de Casablanca, de Londres... y también por los de ETA, que también son víctimas europeas del terrorismo. La memoria hay que forzarla porque mi hijo no murió en una reyerta ni en un accidente de tráfico, mi hijo murió por los valores constitucionales de este país, porque alguien tomó la decisión entre la vida y la muerte y dejó una mochila que lo asesinó. Y yo pagué una parte de la democracia que disfrutan todos los españoles -incluido Acebes, Aznar y los que intentan olvidar el 11 M-, con la falta de mi hijo.

Llamó y no obtuvo respuesta. ¿Las instituciones solo se acuerdan de las víctimas cuando les interesa?

Creo que en este país ha habido una absoluta manipulación de las víctimas VIP. Hay una manipulación política tal, que he llegado a la conclusión de que han dado réditos electorales. Y por eso hemos llegado al hartazgo de la sociedad. Sinceramente creo que hay gente que ha perdido los papeles. ¿Por qué las víctimas del terrorismo tenemos que tener un plus para opinar? Nosotros somos un ciudadano más con un valor ético para intervenir en este tema, pero me niego a participar en todos aquellos discursos políticos que dicen el papel que tenemos que desempeñar las víctimas. Yo no quiero ningún papel político y los 2.500 socios de mi asociación tampoco. Queremos ser ciudadanos, que se nos cuide en integridad, que no se tarde dos años en darnos una prótesis, queremos que nuestros inmigrantes tengan un proyecto para el retorno familiar a sus países porque han perdido el trabajo por la crisis...

Precisamente se ha destacado que las asociaciones de víctimas de Nueva York están escasamente politizadas y aquí están más marcadas por el debate político.

Efectivamente. En Estados Unidos hay un respeto absoluto a las víctimas, pero aquí son los políticos los que intentan marcarte el paso y cuando intentas no ir debajo de ninguna bandera, el premio es que no tienes subvenciones para atender a tus socios. Es muy complicado salirte del engranaje y cuando te sales, te sacan fuera y no te dejan, por ejemplo, entrar en la red europea creada por el Partido Popular Europeo. A mí me da igual el Gobierno actual o el que vaya a salir el 20-N, yo voy a estar con los dos porque a mí mi hijo no me lo va a devolver el 20-N. Te voy a poner un ejemplo de esa politización. Yo he ido todos los años al País Vasco, a los homenajes a las víctimas, me invitaba Lehendakaritza. Menos el año pasado.

Cuando entró Patxi López.

Sí, precisamente cuando cambió el Gobierno. Pero a mí me parece que el 10 de noviembre, que es el día de la memoria, o ponen el apellido de las víctimas o nos invitan a todos. Y aunque pongan el apellido de las de ETA, a mí me tienen que invitar porque yo represento a la T4. Ibarretxe no falló ni una vez. Sin embargo, el año pasado no fuimos invitados.

¿La cuesta asumir ser tratada según el sesgo político?

Yo tengo el sesgo político que me da la gana porque el día que mataron a mi hijo no me quitaron mi condición de ciudadana, pero mi asociación es apolítica y aconfesional porque allí tenemos gente árabe, musulmana, de América Latina... Mi asociación, como no se ha dejado utilizar, no asiste a nada. Ahora, cuando el PP gobierna en un ayuntamiento, hace aunque sea tres rotondas con nombres de víctimas del terrorismo, pero no somos invitados. Y cuando nosotros intentamos promover un monumento en El Pozo a los muertos del 11-M, tenemos que oír en boca del señor Cobo que cualquier día tendría que hacer uno a las putas de La Montera.

Es humillante.

Sí, no sé si se puede entender cómo se le queda el cuerpo a una madre cuando comparan a tu hijo asesinado y a los 150 asesinados que represento, más dos mil heridos, con las putas de La Montera, aunque me merezcan el mayor respeto, por encima de algunos políticos. Pero el señor Cobo volvió a ser elegido.

¿Mantiene regularmente contactos con víctimas del 11-S?

Continuamente. En Nueva York se han creado bastantes asociaciones en torno al 11-S pero tenemos mucha relación con algunos de las integrantes de la red internacional, a la que pertenecemos. Por ejemplo con una hermana de una de las asesinadas en la torre norte, mucho contacto con los latinos que se organizaron... Nuestra red es muy amplia. Hemos tenido contacto, lo seguimos manteniendo y yo recuerdo haber encargado a un artista amigo nuestro el vaciado de un Guernica en bronce para un superviviente. Nuestra asociación está muy ligada a Nueva York, ellos también nos han enviado regalos, algún cuadro... Pero también estamos ligados a Londres, a Casablanca, a Egipto, a Yemen...

Además tienen muchos vínculos con el tema 'yihadista'.

Sí porque como el yihadismo es tan incomprendido se crean unos nexos especiales a nivel internacional.

¿Comparten dolor y problemáticas similares?

Cada país es un mundo, pero en nuestras jornadas hemos compartido mucho tiempo con víctimas de yihadismo de todo el mundo. Por ejemplo, con Marina, una madre de Beslán -la masacre en una escuela rusa en 2004-, que se ha convertido en maestra del centro donde mataron a su única hija, y no espera justicia. Hemos conocido a personas que nunca han visto la cara de sus verdugos, mientras que nuestra experiencia es distinta, les hemos visto, hemos asistido a sus juicios. Ellos dicen que no hay que tirar la toalla, que podemos conseguir la paz. Todos los que hemos perdido a un ser querido compartimos experiencias enriquecedoras. Y ahí la interculturalidad se rompe. A mí me da igual de qué religión y de qué partido es Marina. Te une el mirarte a los ojos y reconocerte como víctima con el mismo dolor. Y te reconoce saber que el resultado de nuestro dolor solo pueden ser acciones de paz y de convivencia. No merece la pena levantarse odiando ni queriendo matar a los que mataron.