Trípoli. La endeble seguridad en la capital libia, la falta de abastecimientos y la ausencia de una presencia políticamente decisiva del Consejo Nacional de Transición (CNT) mantienen la incertidumbre y la zozobra en Trípoli, urgentemente necesitada de suministros exteriores por vía marítima. La zona céntrica de la ciudad, tras seis meses de guerra y en pleno final del Ramadán, muestra una aspecto desolador, con calles sembradas de puestos de control y en el centro pocos civiles, pues gran parte de la población mantiene el temor por la persistencia de los enfrentamientos entre ambos bandos, principalmente al sur de la ciudad. Los rebeldes libios se han hecho con el control del barrio de Abu Salim, que el jueves fue escenario de intensos combates entre gadafistas e insurgentes.
Tras una noche en la que las explosiones y los tiroteos se sucedieron al sur de la ciudad, ayer el barrio presentaba un aspecto de tranquilidad. No obstante, muy cerca, en el aeropuerto internacional, los restos destruidos de un Airbus 330 alcanzado por los cohetes Grad daban cuenta de la crudeza de los enfrentamientos. En uno de los hoteles de la capital libia, miembros de la Organización Internacional para las Migraciones gestionaban la evacuación de los inmigrantes que quedaron atrapados en la ciudad para ser trasladados a Bengasi, operación que la organización señaló que espera completar este fin de semana.
Mientras el Canal Libia TV, en manos rebeldes, hizo un llamamiento a la población de la capital para donar sangre en varios hospitales, las organizaciones de defensa de los derechos humanos indagan las denuncias de ejecuciones sumarias de gadafistas detenidos. En el barrio de Abu Salim se hallaron cincuenta cadáveres de leales a Muamar el Gadafi, aún en paradero desconocido, con signos de haber sido ejecutados. Asimismo, Amnistía Internacional denunció ayer que fuerzas leales al coronel mataron a numerosos detenidos en dos campamentos militares de Trípoli, los pasados días 23 y 24. En un comunicado, AI expuso el testimonio de varios detenidos que lograron escapar del campo Khilit al Ferjan, donde, según describieron, el pasado martes las tropas de Gadafi lanzaron granadas y dispararon contra grupos de prisioneros.
Algunos presos señalaron que, durante la tarde, unos 160 detenidos comenzaron a huir del hangar metálico donde estaban retenidos después de que dos guardias les dijeran que las puertas no estaban cerradas. Y mientras los prisioneros escapaban, otros dos guardias abrieron fuego contra ellos y les arrojaron cinco granadas de mano. La inseguridad debido a los constantes enfrentamientos, las violaciones de derechos humanos, la falta de suministros y el hacinamiento en los hospitales están marcando la caída del régimen de Gadafi.
Desde que los rebeldes entraron en Trípoli, todos los hospitales de la ciudad están desbordados y su personal apenas da abasto para hacer frente a los casos urgentes. Falta material médico y la escasez de combustible hace que no haya gasolina ni para los servicios de ambulancias ni gasoil para hacer funcionar los generadores de los hospitales, a los que deben recurrir por los constantes cortes de suministro eléctrico. Y es que la batalla de Trípoli llega tras seis meses de guerra civil, que ha llevado al país a una situación precaria, de crisis humanitaria. Los rebeldes temen ahora que el régimen moribundo trata de dejar sin agua a millones de personas con un ataque contra una de las tuberías que él mismo mandó construir.
La incógnita El presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustafá Abdel Jalil, apeló ayer a los fieles de Gadafi para que se unan al CNT y eviten un mayor derramamiento de sangre. Mientras, el paradero del coronel Gadafi sigue siendo fuente de rumores y especulaciones, incógnita a la que se suma el destino de sus dos hijos: Khamis, que ha cubierto el frente militar, y Saif al Islam, que asumió la cara mediática del régimen. Solo los rebeldes tienen presencia en las calles céntricas de la ciudad, donde crecen las carencias de suministros y servicios básicos como el agua. El CNT, que mantiene su sede en Bengasi, tiene entre sus inminencias la recuperación de las armas en poder de los gadafistas y surtir a los centros sanitarios de personal y medios para atender a los numerosos heridos.