ESTE sábado hizo dos años que ETA cometió su último atentado planificado. Una bomba colocada en los bajos del patrol que conducían el pamplonés Diego Salvá Lezáun y Carlos Sáenz de Tejada saltaba por los aires llevándose consigo la vida de estos dos jóvenes guardias civiles en el que es hasta la fecha el último asesinato ideado por ETA dentro de su sangrienta estrategia, que ya se ha cobrado 829 vidas. Nueve desde que rompiera su alto el fuego haciendo volar la T-4 en Barajas.

Ha llovido mucho desde entonces, y no cabe duda de que estos 730 días han sido de los más intensos de la historia del MLNV. Un inédito pulso interno por hacer variar el rumbo del "transatlántico" -como lo definió recientemente el propio Arnaldo Otegi-, un alto el fuego unilateral "permanente, general y verificable", e incluso un tiroteo que se saldó con una víctima más de esta salvaje carrera y otro posterior que llevó incluso a la izquierda abertzale tradicional a pedir por primera vez explicaciones a ETA. Y todo esto, acompañado por nuevos discursos y por un proceso electoral en el que se regateó in extremis a la Ley de Partidos hasta dar un campanazo electoral que puede resultar vital en este "nuevo ciclo" de adiós a las armas.

La evolución del teatro de operaciones del conflicto violento ha experimentado en este tiempo una indudable evolución que ha vuelto a despertar la ilusión de la castigada sociedad vasca, que ha pasado de la desesperación al optimismo moderado tras años de continuas decepciones. Así lo demuestran sondeos como el Euskobarómetro que si en mayo de 2009, en medio de la última oleada de atentados que protagonizó la organización una vez rota la etapa de Loiola, reflejaba que sólo un 36% de los encuestados se mostraba "optimista ante el final de ETA a corto o medio plazo", ante un sólido 46% que confesaba ser pesimista al respecto, ahora la situación ha dado la vuelta y son ya un claro 54% de los ciudadanos los que se declaran optimistas ante esta pregunta, frente a un escaso 28% que aún dice ser escéptico.

La ilusión es un combustible necesario, imprescindible para que la esperanza de paz termine echando raíces en Euskadi y dé frutos. Pero los hechos deben alimentarla para que no vuelva a caer de madura.

hitos entre la niebla La discreción reina en este ámbito. ETA mide cada paso, debilitada por los embates policiales y por la pérdida de apoyo popular, y la discreción se ha convertido en dogma. Todo se cocina a espaldas del gran público y se protege con una densa niebla; algo natural en un clima de recelo acumulado pero que, como han advertido agentes como Lokarri, desactiva el papel que podría jugar la opinión pública como garante y dinamizador de los avances y limita el desarrollo de la historia a un espacio interno de parte, con los riesgos que eso implica y que se evidenciaron tras el proceso de Loiola.

Pese a todo, se pueden subrayar al menos tres hitos que han jalonado este camino de dos años: la Declaración de Bruselas, el Acuerdo de Gernika y el alto el fuego declarado por ETA hace ya casi siete meses.

El primero, publicado en marzo del año pasado, supuso que un grupo de gigantes de la búsqueda de la paz se ofreciera a implicarse en la situación vasca señalando los pasos a dar. De su seno nacería después un Grupo Internacional de Contacto, que aún trata de sembrar la semilla de la paz facilitando la comunicación entre las partes.

El segundo llegaría en septiembre, cuando la antigua Batasuna plasmó su compromiso con la apertura de un nuevo ciclo al pie del Acuerdo de Gernika y por primera vez hizo suya y compartió con otras formaciones como Aralar una exigencia directa y pública a ETA: la de que debe echarse a un lado de una vez y no volver a recurrir a la violencia.

la voz de eta La organización ha respondido a estos llamamientos con una intensa campaña de comunicación ejecutada vía comunicado, Zutabe o incluso entrevista de dos encapuchados. Saludó la implicación internacional y se preocupó de que sus primeros pasos hacia el alto el fuego se conocieran en todo el mundo llegando incluso a presentar sus comunicados en la BBC. Se mostró dispuesta a cumplir con las exigencias que le planteaban los firmantes del Acuerdo de Gernika e incluso a "ir más lejos", según afirmó. Y, por último, hizo público el alto el fuego unilateral, "permanente, general y verificable". Casi un año de vigencia avala su carácter permanente; la desaparición de la extorsión a empresarios apuntala el concepto general. Y su oferta a los mediadores internacionales de poner en marcha una verificación, aunque comenzara como "informal", el de verificable.

Sin embargo, tanto la sociedad como la clase política necesitan más. Las últimas experiencias les han hecho exigentes y ya especulan incluso con cuándo podría llegar el próximo comunicado; el que le lleve a dar un paso más hacia su renuncia definitiva a recurrir al terror como presunta herramienta política. El 31 de julio, San Ignacio de Loiola, fecha que tradicionalmente se ha señalado como el día del nacimiento de ETA y podría servir para cerrar el ciclo con su final; el 25 de septiembre, aniversario del Acuerdo de Gernika, que estos días aumenta la presión sobre la organización para que aporte un paso consistente que desbloquee el avance del proceso; el 27 de septiembre, Gudari Eguna, donde ETA podría evidenciar cuánto ha cambiado desde que tres de sus miembros dispararon al aire en Aritxulegi para celebrarlo...

Entre la niebla todo son incógnitas, y el último comunicado arrojó casi más dudas que certezas. Sin embargo, el repaso de los pasos vividos durante estos dos años ilumina el camino recorrido, e insinúa el que se podría seguir para llegar por fin a un escenario definitivo de paz y normalización política en Euskadi.

Dos años después de Calvià

el aniversario del último asesinato planeado por eta ofrece una buena atalaya de futuro

Tres portavoces de ETA, dando a conocer la tregua "permanente, general y verificable" en septiembre del año pasado.