Vitoria. Un extraño runrún anida en el seno de la izquierda abertzale. Es un ruido sordo, pudiera parecer que extemporáneo, pero que habla de la existencia de un debate cerrado en falso, por la fuerza de la mayoría, para poder abrir la puerta al "nuevo tiempo" que ahora acaricia la sociedad vasca: el de la validez o el definitivo rechazo y final de la violencia que ETA abandera desde hace más de medio siglo.

El "giro estratégico" que empezó a dar la izquierda abertzale antes representada por Batasuna tras la ruptura del proceso de Loiola ha sido la bisagra sobre la que ha pivotado la llegada de este nuevo escenario. Sin embargo, en el camino han quedado abiertas algunas heridas pendientes de cicatrizar dentro del MLNV que sólo el éxito cosechado por Bildu y la convencida voluntad de la mayoría posibilista están impidiendo que rompan de nuevo a sangrar. Así lo demuestran los tímidos esfuerzos que los duros de este mundo han comenzado a hacer en algunos pueblos de la Comunidad Autónoma Vasca en los que tras las últimas elecciones han intentado retomar el debate que nunca pudieron plantear sobre la ponencia Mugarri. "Que nadie abandone el camino que hemos emprendido. Y que sonrían, porque vamos a ganar", dejó caer el jueves Otegi hablando a su militancia durante la última sesión del juicio por el caso Bateragune.

El origen de estos lodos El germen de estos coletazos hay que buscarlo en el propio origen de la apuesta pública de este universo social por desmarcarse por fin de la sombra de la violencia. En Alsasua, en noviembre de 2009. En el documento Argi-tzen que abrió el debate interno, y al fin, en Zutik Euskal Herria. Quienes ejercían de cúpula de este movimiento desde la sombra en la que les dejó la amenazante Ley de Partidos, acudieron a un municipio tan emblemático como aquél -que en su día vio nacer a Herri Batasuna- para alumbrar la nueva apuesta con la que querían superar una fase de estrangulamiento político y social para recuperar la iniciativa y el protagonismo desde unas nuevas claves. Allí, personalidades tan influyentes en este mundo como Txelui Moreno o Xanti Kiroga, pero también Tasio Erkizia e incluso Rufi Etxeberria, hicieron pública la Declaración de Alsasua, cuyo título oficial descubría sus intenciones: "Un primer paso para el proceso democrático: Principios y voluntad de la izquierda abertzale".

Sin embargo, parte de esa "izquierda abertzale" en nombre de la que los firmantes decían hablar sintió este paso público como "un golpe de Estado". Para este -reducido- sector, por mucho que la declaración fuera fruto de un proceso de reflexión de sus principales dirigentes, no debía haber sido el comienzo de un camino, sino sólo uno de los posibles finales. De hecho, el propio Otegi reconocía al explicar el bagaje de Bateragune que fueron "cuatro o cinco" quienes empezaron a trabajar para "hacer virar el trasatlántico de la izquierda abertzale". Así las cosas, cuando se puso en marcha el intenso proceso asambleario en el que pueblo a pueblo, barrio a barrio, se discutió dar luz verde a la ponencia Zutik Euskal Herria -la que vertebraba el avance de este giro-, pero se rechazó debatir sobre Mugarri -la que apostaba por el continuismo-, se levantaron las primeras ampollas. En algunos casos, los partidarios de abrir un debate real entre ambas ponencias se plantaron y llegaron incluso a amenazar con "reventar" las asambleas, que de hecho se saldaron con más de un momento tenso y con un apoyo medio a Zutik Euskal Herria de entorno al 85% que dejaban entrever el nicho de los disconformes.

Estas discrepancias han sido incluso reconocidas por la propia Batasuna, que haciendo balance de su cambio de rumbo, reconocía hace un año la existencia de este pulso latente entre quienes leyeron tras la ruptura de las negociaciones de Loiola que ya no había condiciones para llegar a un acuerdo - y por lo tanto que las armas debían tratar una vez más de imponer su fuerza mediante un "largo ciclo de confrontación/resistencia- y quienes pensaban precisamente lo contrario. "Con el paso del tiempo, entre ambas posiciones, será la segunda la que predomine y la línea política se desarrollará por ahí, aunque no sin contradicciones", asumía ya entonces la cúpula de la formación.

el futuro Ahora, pasada la marejada electoral, la pertinacia de este sector les ha llevado a intentar reabrir el debate que sienten que se les ha robado. Algunas voces hablan incluso de "borreguismo" al referirse a la actual estrategia que siguen sus compañeros de filas, especialmente al ver cómo, paso a paso, dan cuerpo a su prometido rechazo del uso de toda violencia y ya no dudan siquiera en pedir directamente a ETA que diga adiós a las armas, como rubricaron en el Acuerdo de Gernika. "No es creíble que intentemos convencer a nadie de que es necesario cerrar el ciclo político-militar partiendo de una estructura político-militar". "En nuestra estrategia" la vía militar "sobra y estorba", concluyó el propio Otegi ante los magistrados de la Audiencia Nacional.

En este sentido, lo que sucede en las cárceles también tiene un papel que jugar. Los abogados de Gestoras fueron en su día acusados de promocionar exclusivamente el debate de Mugarri en los centros, donde los reclusos del colectivo tuvieron incluso dificultades para acceder a la ponencia Zutik Euskal Herria. De hecho, la operación policial que Rubalcaba activó en su contra se leyó en muy diversos ámbitos como una ayuda a los posibilistas en este pulso interno. En las últimas semanas, al menos dos destacados abogados de este colectivo se han dado de baja, en una decisión que fuentes de la propia izquierda abertzale atribuyen a su descontento por la no resolución de este conflicto larvado.

El reto que ahora afronta este mundo es el de conseguir que las heridas cicatricen para que este pequeño sector no decida romper y hacer realidad el más temido riesgo: el nacimiento de alguna suerte de ETA auténtica que prolongue la espiral de violencia. Sin embargo, por el momento, y aunque este pequeño reducto de duros insisten incluso en considerar que los compromisos adoptados para secundar a Bildu suponen una inaceptable "bajada de pantalones", el éxito cosechado por esta coalición en las urnas -abanderando precisamente el giro lejos de la violencia que ellos se resisten aún a dar-, y la aplastante mayoría alineada tras este proyecto, están consiguiendo sujetar la reapertura de este debate. Aunque no zanjarlo definitivamente.