El Palacio de la Provincia se convirtió ayer en el principal foco de atención, y no sólo de los alaveses. Decenas de periodistas desembarcaban a primera hora en la sede del Gobierno foral, dispuestos a presenciar una auténtica batalla política que decidiría quién iba a liderar el territorio histórico de Álava. La amplia cobertura -había medios de Andalucía, Castilla La Mancha o Cataluña, entre otros- daba muestra de la importancia de lo que se cocía en su interior.
Los protagonistas del enfrentamiento dialéctico que se avecinaba comenzaron a llegar con cuentagotas. Los primeros en hacerlo fueron los integrantes de Bildu, que asistían la mayoría a su primer acto de investidura y no querían perder ni un solo detalle. "Por una vez que no va con nosotros...", bromeaba Patxi Martínez de Albeniz. A su lado, una veterana, Lorena López de Lacalle, la que fuera diputada de Cultura con el Gobierno que ahora se encontraba contra las cuerdas, no podía dar crédito a la información que poco antes había leído en la prensa: que las bases de EB decidían dejar en manos del PP la Diputación alavesa.
La accidentada llegada al palacio de Covadonga Solaguren, diputada de Asuntos Sociales en funciones, era quizás un presagio de la debacle que su formación sufriría algunas horas después. Un desafortunado tropezón a punto estuvo de llevarla al suelo, aunque afortunadamente alguien pudo frenar el golpe a tiempo. El nerviosismo y las caras largas en las filas del PNV eran evidentes. Los junteros caminaban en dirección al Salón de Plenos con la sensación de que el guión ya estaba más que escrito.
Con aspecto bastante más relajado hacían acto de presencia en el recinto el candidato del PP, Javier de Andrés y todo su equipo. Sin embargo, no querían cantar victoria antes de tiempo. "Hay que ser prudente porque en la política siempre ocurren cosas extrañas", comentaba en los pasillos antes de que arrancara la sesión.
En medio de la multitud, una ausencia destacada, la de Txarly Prieto. El que fuera cabeza de lista de PSE en las Juntas Generales de Álava no acudió al pleno, ni siquiera como invitado. Sí lo hicieron, en cambio, Alfonso Alonso, Iñaki Oyarzábal o Antonio Basagoiti, que recogieron uno de los 23 pases que había solicitado el PP para que compañeros y amigos pudieran ver in situ la investidura de De Andrés. Bildu fue otra de las formaciones que más invitados llevó al acto. Todos ellos, hasta un total de 60, fueron ubicados en dos salas con pantalla grande.
Ya en materia, Nerea Gálvez fue la primera en tomar la palabra. La portavoz de EB, y protagonista indiscutible de la jornada, citó a Heráclito para explicar que "todo cambia y nada permanece", o dicho de otra forma, que le había llegado el turno a Xabier Agirre de abandonar su despacho. En su discurso, Gálvez empleó sólo 2 minutos de los 60 disponibles para explicar su decisión de apoyar a su propia candidatura, otorgándole así el poder al PP. "La urna abierta a las 21.00 horas (del miércoles) nos ha dicho que nuestros votos deben ir a refrendar el único programa de izquierdas y progresista que se ha presentado", explicaba. A muy pocos metros de ella, aunque al otro lado de la puerta, cámaras, periodistas y fotógrafos volvían a arremolinarse ante una nueva presencia en la sala de invitados, la de Kontxi Bilbao, la portavoz de la comisión negociadora de Ezker Batua en Álava, que no quiso hacer ningún comentario. "Esto no es un mercadillo, no vamos a hacer declaraciones", señalaba. El silencio daba pie a rumores y comentarios, que ayer en los pasillos surgían a raudales. Los peor intencionados apuntaban a que un posible acuerdo entre EB y PP podría haber facilitado la entrada de José Navas, ex concejal de EB en Vitoria, en el consejo de administración de Caja Vital.
El debate continuó por la tarde y ha medida que se acercaba el momento de las votaciones iba creciendo la tensión, tanto dentro como fuera del hemiciclo. La segunda intervención de Xabier Agirre, en la que reveló que EB exigió en las negociaciones colocar a 39 militantes, además de una importante cantidad de dinero, terminó por reventar la tinaja. Las caras de estupefacción, algunas reales y otras quizá fingidas, se apoderaban del salón de Plenos y también del de invitados. En el sótano, donde se refugiaba la prensa, los teclados de los ordenadores y los teléfonos echaban chispas. Los tres minutos y medio que duró la jugosa revelación del hasta ayer diputado general fueron suficiente premio para los periodistas que ayer tuvieron que pasar más de diez horas en el interior del edificio, soportando largos discursos que no dejaban lugar a la improvisación.
En la planta superior, las caras eran bien distintas, sobre todo las de los dirigentes del PP, que asistían al espectáculo con diversión. Para esas horas, prácticamente toda la plana mayor había hecho acto de presencia en el Palacio de la Provincia, incluso la presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga, que no pudo evitar que se le escapara una sonrisa cuando vio a Agirre abandonar el hemiciclo con aspecto abatido después de su intervención. Fue el secretario general de los populares vascos, Iñaki Oyarzábal, el primero en romper la actitud prudente que hasta el momento había mantenido la formación, al acercarse a felicitar a Loinaz, mujer de Javier De Andrés. Luego vinieron las votaciones, aunque ya para entonces había poco más que decidir, simplemente que se cumpliese el sentido del voto que cada formación había prometido: 25 apoyos para el PP, 24 para el PNV y 2 para Ezker Batua.
Javier de Andrés recibió la makila de mando por parte del presidente de las Juntas Generales de Álava, Juan Antonio Zárate.