Tensión. La sociedad turca se ha visto salpicada estos últimos días, previos a las elecciones parlamentarias de mañana domingo, de detenciones, violencia callejera, atentados y filtraciones comprometedoras sobre políticos de la oposición. Cualquier estrategia vale para el hombre fuerte de Turquía. La encuestas otorgan la mayoría absoluta a la formación del actual primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Los analistas políticos solo debaten sobre si el margen de su triunfo en las urnas le permitirá perpetuarse en el poder otra década más mediante un cambio de las reglas de juego constitucionales.
Hace dos semanas 18 personas fueron detenidas acusadas de planear un atentado contra un mitin de los ultranacionalistas y culpar luego al grupo armado kurdo Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El 31 de mayo, la policía reprimió con dureza una protesta izquierdista en la que murió un manifestante. Varios atentados del PKK y la filtración de vídeos sobre relaciones extramatrimoniales de miembros de la oposición ultraderechista han ensuciado la campaña electoral.
En las elecciones, cuatro fuerzas están llamadas a configurar el Parlamento de Ankara: el AKP, ahora en el poder y liderado por Erdogan; el centro izquierdista Partido Republicano del Pueblo (CHP) dirigido por Kemal Kiliçdaroglu; el ultraderechista Partido de Acción Nacionalista (MHP) comandado por Dvelet Bahçeli; y el prokurdo Partido de la Paz y la Democracia, liderado por Selahattin Demirtas.
Las encuestas vaticinan que el AKP logrará su tercer triunfo electoral con más del 40% de los votos, que le otorgarían entre 290 y 350 diputados, de los 550 que forman el Parlamento. Una mayoría holgada (dos tercios) para marcar el equilibrio de fuerzas en Ankara, en una legislatura en la que cada escaño será vital, ya que Erdogan pretende redactar una nueva Constitución que convierta a Turquía en un sistema presidencialista.
Y es que el primer ministro pretende sentarse en el sillón que en su día ocupó el fundador de la República, Mustafa Kemal Atatürk, aunque con unos poderes que hoy no disfruta el jefe del Estado, Abudullah Gül, un puesto más simbólico que con poder político. Objetivo 2023, es su lema de campaña, en referencia al primer centenario de la fundación de la Turquía moderna.
El centroizquierdista CHP confía en que su renovado mensaje socialdemócrata, contra la pobreza y europeísta le permita mejorar los resultados de 2007 y llegar hasta el 30% de los votos y los 160 escaños.
En el lado opuesto, los sondeos vaticinan que los ultranacionalistas del MHP verán reducidos su apoyo a entre el 10% y el 15% (35-70 escaños), en parte debido al escándalo de los vídeos. Mejor perspectiva tienen los nacionalistas kurdos del BDP, que crecerían en votos y, aunque concurren con candidatos independientes para superar la barrera electoral del 10%, se alzarían con más de 22 diputados.
Este reparto de escaños prevé dificultades para Erdogan. Para modificar la Carta Magna, precisaría 367 diputados, es decir, al menos dos tercios de la cámara si quiere evitar un referéndum o llegar a acuerdos complicados con la oposición.
Cuestión kurda El futuro de la cuestión kurda dependerá del resultado de las presentes votaciones para que el próximo Gobierno pueda afrontar con energía las nuevas negociaciones para terminar con el conflicto más grave del país, que ha dejado más de 45.000 muertos desde 1984.
Los nacionalistas kurdos se han convertido en fuerza indispensable para pactar eventuales reformas constitucionales. "En Turquía, ningún partido que se aleje de los kurdos puede ganar elecciones, porque somos un gran potencial de votantes", explica a Efe Naci Sapan, director del diario Özgür Haber de Diyarbakir, principal ciudad kurda. Esta circunstancia hace indispensable que se establezca de nuevo el diálogo con los nacionalistas kurdos para solucionar el conflicto con el grupo armado PKK. La relación entre BDP y PKK es ambigua, ya que sus diputados en Ankara aseguran oponerse a la violencia mientras sus representantes locales homenajean a los "mártires" de la guerrilla, por lo que sus miembros son periódicamente juzgados por "apología del terrorismo".