La Plaza de la Virgen Blanca late al ritmo de una sola reivindicación que se expresa con muy distintas voces. Somos ciudadanos que quieren soluciones a los problemas que comparten. Ése podría ser el resumen de la sencilla demanda que ha sido capaz de generar un terremoto que está sacudiendo los cimientos del sistema, incluso después de la cita con las urnas. "Es que éste no es un movimiento político creado para condicionar los resultados electorales. Esto es algo mucho más amplio", subrayan sin parar sus miembros.
Para entender qué es esto que ha teñido de amarillo el corazón de Vitoria, basta con acercarse a él. Entrar en las tripas de la acampada de la capital alavesa es ir de debate en debate. Desde la Vivienda al Trabajo, pasando por la Cultura o la Economía. Y todo aquél que lo haga está invitado a participar en ellos. Incluso incitado. "No me puedo creer que no tengáis nada más que decir", dice el moderador a un público en el que las rastas y los pendientes se confunden con las permanentes y las corbatas. Una mujer da un paso adelante. Sólo quiere animar a los participantes "a mantener la esperanza" que les ha llevado a sacar a la calle la frustración que antes sólo mascullaban en sus casas, en solitario. Se retira entre aplausos. De los que hacen ruido y de los que no. Y es que esto también va de eso, de debatir huyendo de las tensas formas que se han extendido en la política, desde el más escrupuloso respeto. Por eso muchos asistentes prefieren aplaudir en el lenguaje de los sordos, alzando sus brazos y agitando sus manos. Y, a diferencia de lo que ha sucedido en Madrid, epicentro del movimiento, vecinos y hosteleros de la Virgen Blanca reconocen que no tienen motivos de queja. Es más, muchos se prestan a "calentarles la leche del desayuno" o a bajar a la calle parte de su propia comida.
Jose Eduardo resume las ideas que alimentan este movimiento, aunque evoluciona "como el organismo vivo que es". "No vamos a solucionar todos los problemas mañana; también es cierto que por nuestra inexperiencia vamos a empujones y aveces falta organización. Pero lo que está claro es que si todos queremos que las cosas mejoren y que el poder nos tenga en cuenta debemos sumar nuestras fuerzas y trabajar juntos sin individualismos", resume.
la clave
"Si sumamos nuestras fuerzas, quizá la utopía se haga realista"
Entre las propuestas destacan algunas como el cambio de la Ley Electoral para que los partidos no puedan incluir en sus listas a imputados por corrupción o que éstas sean abiertas de forma que el cargo electo tenga un compromiso más directo con sus electores, aunque todas deben ser aprobadas en asamblea antes de transmitirse a quienes controlan las instituciones para que las apliquen. "Algunos políticos han dicho ya que han entendido el mensaje. Ahora la clave es que lo apliquen y creo que saben que algo ha cambiado", explica lleno de ilusión.
El futuro del movimiento lo decidirá cada asamblea en cada ciudad, pero mientras sigue adelante, empeñado en hacer su propio camino con lo que Jose Eduardo considera "un sano ejercicio de democracia"; "la impresionante experiencia vital de debatir sobre lo que cada uno quiera con perfectos desconocidos partiendo de lo que nos une y no de lo que nos separa". Y esto seguirá reflejado en las tiendas que dan cuerpo a la acampada hasta que quienes allí duermen decidan levantarla.
Mientras tanto, dos jóvenes dibujan pancartas tumbados en el suelo y discuten sobre el mensaje con el que quieren agitar las conciencias de los que pasan por la acampada. Reacciona. Participa, rezan algunas. Pero entre todas se asoma la firma de Pablo Picasso reflejando el espíritu de este movimiento. Hay personas que transforman el sol en una simple mancha amarilla, pero también hay quienes hacen de una simple mancha amarilla el propio sol. Y es que, como resume Jose Eduardo, "si sumamos fuerzas y creemos que se pueden cambiar las cosas", quizá defender lo que parece una utopía acabe siendo "lo más realista".