Gazteiz. Arthur Wellesley, Duque de Wellington, pasó a engrosar la historia de nombres célebres ligados a Vitoria-Gasteiz por dirigir las tropas que hace casi un siglo (21 de junio de 1813) arremetieron contra las filas napoleónicas y libraron en la capital alavesa una batalla que resultó decisiva para decantar la Guerra de la Independencia hacia el bando aliado. Fue un punto de inflexión en el posterior declive de un imperio levantado a golpe de bayoneta que cubrió de gloria al comandante británico.
Pero la historia no está escrita sólo de victorias. Consumado el éxito aliado en la contienda bélica, y en un segundo plano ajeno a los primeros renglones que pueblan las enciclopedias, el general Álava se ocupó en el regreso a la tierra que le vio nacer de evitar que vencedores y vencidos saquearan las arcas de una maltrecha ciudad que sobrevivía como podía a una guerra.
En el salto del siglo XIX al XXI, el estado de esas mismas arcas y las alarmantes cifras que revelan el aumento del desempleo encabezan la listas de preocupaciones de los vitorianos que el domingo tendrán la oportunidad de librar su propia batalla por la defensa de ideales políticos o, simplemente, por su concepción de gestión ciudadana.
Sabido es que las elecciones locales no se asemejan a otros comicios donde el aspirante elegido se vislumbra como una figura de poder lejana a los hogares propios más que a un vecino que asume las riendas de la institución doméstica. Así es en los municipios alaveses en general y también en la capital en particular, donde a pesar del crecimiento de población experimentado en las últimas décadas todavía salpica el binomio pueblo-ciudad en las perspectiva de muchos habitantes. El alcalde es otro tipo de político, el de a pie, ése que cualquier día puede ser pasto de las iras con una mirada airada en la calle Dato o de una queja del compañero de barra en el café matutino.
La cercanía resulta clave y a veces determinante para granjearse la confianza de sus paisanos, de lo contrario los votos que consiga deberán ir aparejados a la simpatía que suscitan las siglas que defiende o a un descarte fruto del castigo a los demás aspirantes, que de todo ha habido y habrá.
Sin llegar a los estrechos márgenes que imperan en los sufragios del territorio alavés, en Vitoria también es común la proximidad entre las fuerzas con posibilidades de alcanzar la Alcaldía. Sobre este punto de partida, los apoyos transversales se antojan decisivos para cualquiera de los candidatos que buscan ocupar el sillón de regidor municipal. Ahí reside la otra batalla, la de la negociación entre aspirantes.
El actual primer edil, Patxi Lazcoz, defenderá enfundado en el maillot socialista las directrices a escala marcadas por su jefe de filas en Euskadi, el lehendakari Patxi López. Ambos saben lo que es gobernar, pero el camino elegido para conseguirlo ha sido bien diferente. El férreo pacto por el cambio que elevó a los altares de la política autonómica al portugalujo y desalojó al PNV de Ajuria Enea contrasta con la alianza que Lazcoz encontró en las filas jeltzales para conocer las mieles de la Alcaldía.
Pero ahora, con la urna a la vista "no toca" hablar de pactos postelectorales, una consigna que todas las formaciones y candidatos tienen grabada a fuego sabedores de que el anuncio de un incómodo compañero de viaje les enfrentaría con parte de su fiel electorado.
En este mismo tablero, el PP sabe que ahondar en la sintonía de PNV y PSE es un buen caldo de cultivo para erigirse como tercero en discordia y salir airoso del enfrentamiento. Además, desde el inicio de campaña la incorporación de Bildu a la pugna electoral se ha convertido en otro frente para los populares que interpretan el regreso de la izquierda abertzale, aplaudido por el PNV, como una traición de los socialistas al Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo.
El cisma fruto de la resolución judicial del Constitucional es un hecho y a lo largo de estas dos semanas no ha faltado en los discursos conservadores. Otra cosa será buscar luego aliados que con Alfonso Alonso en el Ayuntamiento (1999-2007) no existieron -sólo Unidad Alavesa reforzó el Gobierno del PP sin lograr la mayoría- y obligaron al entonces primer edil a mantener un gobierno en minoría durante dos legislaturas. El propio exprimer edil reconoce las dificultades que esta situación le generó con sendos mandatos plagados de rechazos ante los proyectos defendidos por su equipo con la consiguiente paralización de gran parte de la actividad municipal.
Bajo este mismo prisma, socialistas y jeltzales han demostrado su capacidad de hacer de la necesidad virtud y recorrer en buena sintonía las siempre escabrosas negociaciones presupuestarias para dotar de financiación los ejercicios municipales y forales. Pero sobre esta hipótesis sobrevuela con más fuerza que nunca la posibilidad de que PSE y PP amplíen a las diputaciones y los ayuntamientos su entente autonómica. La suma de estas dos fuerzas catapultaría, a buen seguro, a sus representantes al frente de la entidad foral y el Consistorio de la capital alavesa. Hasta ahí las posibilidades del panorama postelectoral.
En cuanto a la venta de cada programa, Lazcoz defiende en campaña la continuidad de su proyecto aderezado con el reconocimiento de Green capital 2012 para la capital alavesa. Mientras, PNV y PP, siglas que albergaron a alcaldes de Vitoria, recuerdan que esta distinción continental no es flor de un día, sino que responde al trabajo realizado a lo largo de décadas en pro del modelo sostenible y ecológico que presenta hoy en día la ciudad.
Un escenario que, sin duda, interesa y preocupa a los vitorianos, pero bastante menos que la lucha doméstica por paliar los efectos de la crisis y el trágico aumento de las cifras de desempleados. Este aspecto y las propuestas que más convenzan a la ciudadanía pueden decantar el resultado final que, a tenor de las encuestas, ofrecen un esprint final muy ajustado en los puestos cabeceros.
Debido a esta cercanía en los resultados, la figura del candidato puede cobrar especial importancia a la hora de arañar votos. Lazcoz cuenta con la ventaja -a priori debería ser considerado positivo- de ser un candidato conocido por su condición de alcalde. Exprime su cercanía y busca la seducción del votante.
Maroto, por su parte, también acumula experiencia en la labor gestora, pero su trabajo a la sombra de Alonso le hace resultar un rostro menos conocido. El tercero en discordia para gobernar, Gorka Urtaran, es un nuevo político enraizado desde su infancia en la política que pone nueva cara al nacionalismo gasteiztarra. Como cuarta fuerza, según las encuestas, Kike Fernández de Pinedo defenderá las siglas de Bildu. Su principal punto a favor, la recuperación de la izquierda abertzale como oferta electoral.