LAs cosas ya no son lo que eran. Ni siquiera las campañas electorales. El otro día empezó la fiesta y no se vio por ningún lado la otrora tradicional pegada de carteles. Cuando los candidatos posaban de madrugada con cubo y escoba para fijar el primer cartel con su careto en el muro más visible de la ciudad. Un momento entrañable en el que algunos políticos dejaban patente por su forma de empuñar la escoba que no habían dado un palo al agua en toda su vida.
Afortunadamente para ellos, ahora ya no tienen que pasar por ese mal trago. La escenificación de la pegada de carteles se ha adaptado a los tiempos y es tope guay. Nada especialmente nuevo, pero sí bastante caro. Porque nadie ha querido empezar la partida con un envido a pequeña. Ordago a grande con un par.
Se trata de marcar paquete a las primeras de cambio, así que PNV y PSE desembarcaron a lo grande en Álava, con toda la artillería (vasca, eso sí, nada de armas de importación), aportando sus más destacados cargos institucionales para dejar claro que saben de qué va eso de gestionar. Un ilustrativo ejemplo de cómo, durante la campaña, los cargos institucionales se desentienden de sus cometidos para volcarse de lleno en pedir el voto, que es lo importante para poder mantener la silla otros cuatro años. Mientras unos tiran de lehendakaris y diputados, otros aprovechan las nuevas tecnologías para clonar a sus candidatos y hacer su sonrisa profidén onmipresente. Es el caso de los populares, que se marcaron una "pegada virtual de carteles" en su sede de Vitoria, adelantando la hora para poder llegar al acto principal de Bilbao a tiempo y posar sonrientes junto al jefe.
Es sólo el inicio. Por delante nos quedan dos semanas plagadas de mítines, carteles exteriores, publicidad en los medios, folletos en los buzones, autobuses de campaña, pegatinas, globos y redes sociales. Una burbuja electoral que nunca sabremos cuánto cuesta, pero sí quién la paga. Aún así, nadie pone el cascabel al gato de la financiación de los partidos políticos. ¿Cuál de ellos está dispuesto a someter al escrutinio público sus ingresos?
Todos abogan en campaña por la austeridad y tomar medidas contra la recesión. Pero, en plena crisis, hacen un alarde de medios en cada acto electoral y todos callamos ante semejante indignidad. Nos transmiten mensajes vacíos y viejos, pero envueltos en un celofán cada vez más reluciente. Y ese papel de regalo cuesta muy caro. ¿Quién paga la fiesta?
javiurta@gmail.com