el cairo. Sin dejarse impresionar por los disparos mortales y la manipulación de los servicios secretos, los sirios se levantan contra la dictadura, echando abajo monumentos y haciendo caer tabús. La amenaza de un mayor derramamiento de sangre se cierne sobre el país. No en vano, al menos 14 personas murieron después de que las fuerzas de seguridad sirias volvieran a disparar ayer para dispersar a las miles de personas que acudieron a los funerales de algunas de las víctimas de la conocida ya como masacre del Gran Viernes. Y es que las revueltas de los jóvenes no parecen posibles de detener. Más fuertes que nunca, los sirios inundan las calles de las ciudades del país.
El régimen del presidente Bashar al Assad respondió hasta ahora con pura violencia: 112 muertos, entre ellos niños y jóvenes, se registraron el viernes, según denuncian los activistas en la página de Facebook Syrian Revolution 2011. "No, ya no tenemos miedo", decía una manifestante de la ciudad de Homs con una voz firme y segura en una conversación telefónica con la BBC en el momento álgido de la matanza. "Cada viernes somos más y más. Ya no hay vuelta atrás". Desde mediados de marzo los sirios se manifiestan pidiendo más libertad y democracia. Y hasta este viernes, la violencia de las fuerzas de seguridad ya ha costado unas 250 vidas.
Un activista en Daraa dijo a DNA que las fuerzas de seguridad impidieron que un convoy de Daraa y la vecina Houran llegara a Azraa para participar en los funerales de 23 personas fallecidas en Azraa en las protestas el viernes. Según el activista, las fuerzas de seguridad dispararon contra el convoy dejando al menos seis muertos. "Esperamos más derramamiento de sangre pues las calles bullen de ira", añadió. Testigos señalaron que otras ocho personas murieron en dos diferentes barrios de la capital Damasco. Un médico del barrio de Barza, a las afueras, dijo que los activistas levantaron un hospital de campaña para atender a los heridos.
Otro testigo aseguró que las fuerzas de seguridad entraron en el hospital de Daraa y arrestaron a todos los internos que habían resultado heridos en la represión de las protestas antigubernamentales del viernes. Mientras tanto, miles de personas acudieron ayer a los funerales de algunas de las víctimas de la represión de las fuerzas de seguridad, en la que al menos 112 personas perdieron la vida, según una lista de nombres reunida por activistas y publicada en internet por el grupo February 5 for Peaceful Change in Syria. Unos 32 manifestantes murieron en la ciudad de Azraa, cerca de la sureña Daraa. En la provincia de Rif Dimshasq, 31 perdieron la vida y otros 16 en distintos barrios de Damasco, 27 en Homs, cinco en Hamah y otro en Lattakia. Amnistía Internacional cifró los muertos en 75 a última hora del viernes, tras lo que fue descrito como la mayor represión violenta en un solo día contra los manifestantes prodemocráticos contra el régimen del presidente Bashar al Assad. Dos diputados sunitas, Jalil al Rifaa y Naser al Hariri, de la ciudad de Daraa, anunciaron hoy su dimisión en protesta contra la violencia. "Si no puedo proteger a mi pueblo de las balas de las fuerzas de seguridad, no tiene sentido ser un diputado", dijo al Hariri a Al Jazeera.
represión y conciliación El presidente Assad, que heredó el poder hace diez años de su padre Hafiz al Assad, reaccionó a la ola de protestas con una mezcla de represión dura y gestos conciliadores. El jueves levantó incluso el estado de excepción impuesto por su padre cuando llegó al poder en un golpe de Estado hace 48 años. Pero todas sus concesiones políticas llegaron un poco tarde.
A las afueras de Damasco, los manifestantes arrastraron el viernes por las calles una estatua del padre de la patria, Hafiz, derribada de su pedestal. Un "sacrilegio" que hace cuatro semanas habría sido impensable y como toda caída de estatuas, lo único que hace es seguir espoleando a los "renegados" pese al peligro de muerte.
En Damasco, los manifestantes gritaban también: "¡Zenga, zenga, dara, dara-dimite, Baschar!", citando las palabras del dictador libio Muamar al Gadafi, que amenazó a sus opositores con destruirlos "de calle en calle, de casa en casa" (en árabe: zenga, zenga, dara, dara). Un DJ israelí ya hizo de ello una canción, y un vídeo clip difundido en todo el mundo árabe le otorgó casi un estatus de culto. Ello muestro también que Assad se enfrenta a una población que no puede controlarse con los medios de los servicios secretos del Estado establecidos en los años 60. Los medios del régimen difunden su propaganda e impiden a los periodistas entrar al país o al menos los mantienen alejados de los escenarios de las manifestaciones.