Estimada Doña Ana: tengo que pedirle disculpas por anticipado. He entrado en sus posesiones, aunque no he forzado puerta alguna, y allá donde laboran sus peones me han tratado de manera exquisita. Tanto que, otra vez perdón, José Luis y Yelba me han insistido para que pose acariciando a su consentida. Es una yegua que luce linda, aunque cuando he ido a buscar el hierro que la marca con sus iniciales, me he encontrado con dos estrellas cerca del culo. Mire que no se la roben, que andan cuatreros por acá. Aunque usted, que pasa tanto tiempo en Somoto y tiene pensado regresar en marzo, ya les debe conocer.
Me tiene sorprendido, doña Ana; primero reses marcadas con un hierro que usa como si fuera el bastón de mando de su exalcaldía y ahora descubro que le gustan los caballos. Sí, ya sé que no los monta pero, ¿Está pensando en construir un hipódromo como el de Lasarte con los fondos de cooperación? Ande con ojo, Doña Ana, que por aquí cuentan que algunos proyectos inaugurados con mucho bombo y platillo, piscina olímpica incluida, no han evitado que los niños vaguen semidesnudos por las pavimentadas calles cubiertas de adoquines que hemos pagado a escote en Euskadi. Claro que también dicen que esos niños están en las calle porque sus padres emigraron a Lasarte en un programa de viajes que usted patrocinaba semanalmente y tienen que ser sus octogenarios abuelos los que lidien con ellos.
De las dos piletas, por no llamarlas piscinas, que están junto a su casa de Aguas calientes en la Panamericana dan cuenta los sapos. Se ve que tenía pretensiones de copiar aquel lujo excesivo del que disfrutó en el Senado español? pero se quedó a medio camino. Mucho mejor está el resto del terreno: bien limpio, con los frutales cargados (venga pronto porque los mangos están a unos días de su maduración óptima) y las gallinas solazándose. Guárdese el miedo: no necesita ese perro malencarado que aquí, en cuanto para un coche, se le asoma la vecindad para ver qué ocurre. Por curiosidad: ¿para qué quiere ese cochambroso terreno en el centro de Somoto destinado a ser casa y que sólo tiene fachada? Nadie da cuenta de ello. Se ve que su vecino, don Foncho, le sigue siendo fiel. Pero usted siempre ha desconfiado de los somoteños, de allí aquella sentencia que nos dejó en el inolvidable vídeo: "¡Roma no paga traidores!". No se crea que no he encontrado quien la defienda. Pero hasta ellos dicen que en sus discursos cita El Quijote sin habérselo leído. Le recomiendan que vuelva a ese espíritu romántico con el que un día ya lejano aterrizó por estas tierras de Rubén Darío: "Juventud divino tesoro, que te vas para no volver?".