BILBAO. Una de las bazas que el PSE puso sobre el tapete electoral para reivindicar su candidatura pasaba por hacer hincapié en que el socialismo vasco se gobernaba a sí mismo. Así reinterpretaba a Confucio, pero con la intención de despejar las críticas que veían en las filas de Patxi López una suerte de sucursal de Ferraz. Querían diferenciarse del PSOE. Y, en un ámbito concreto, la disparidad es patente: a pesar de que las relaciones entre Sabin Etxea y La Moncloa sean fluidas, no puede decirse lo mismo de la interlocución con Ajuria Enea. Según ha podido saber DEIA, a punto de cumplirse un año desde la última reunión sostenida entre el lehendakari y el presidente del EBB Iñigo Urkullu el 29 de enero de 2010, la relación permanece estancada.

Ni hay evolución, ni la comunicación es fluida. Ambos líderes han hablado en contadas ocasiones. "No más de tres o cuatro veces en el último año". Unas llamadas "muy esporádicas" -la última, con motivo del comunicado de ETA- que contrastan con la frecuente interlocución entre los abertzales y Madrid, con siete reuniones en los últimos ocho meses. El presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y el burukide han intercambiado impresiones permanentemente -también por teléfono- en materia de normalización y pacificación, o en relación a la crisis. Además, el PSOE llegó a exteriorizar su deseo de que el PNV se convirtiera en su socio preferente, a consecuencia de la negociación presupuestaria y estatutaria sellada con éxito entre ambas formaciones.

López, por su parte, ha pasado de su apuesta por la transversalidad a minimizar la relevancia de los jeltzales, amparado por la relativa tranquilidad que le reportaba saber que granjearse el apoyo popular bastaba para aprobar sus leyes. Mientras el grupo de Josu Erkoreka juega un papel clave en la estabilidad y continuidad de Zapatero -que sorteó un adelanto electoral gracias a la negociación con Sabin Etxea, reconduciendo una relación que también atravesaba por horas bajas-, el jefe del Ejecutivo vasco no ha podido o no ha sabido aprovechar dicha interlocución a su favor al objeto de recabar mayorías más amplias con las que relativizar la imagen de frentismo y justificarse ante la opinión pública. Muy al contrario, el PSE ha percibido como una amenaza las negociaciones PNV-Zapatero, aun cuando suponían lograr competencias que pasarían a ser gestionadas por Gasteiz.

Después de la infructuosa cita de 2010, que enfrió las relaciones entre PNV y PSE, Lakua avisaba de que, al menos hasta las elecciones de 2011, la situación no cambiaría. Por lo pronto, las previsiones se cumplen. El socialismo, enfrascado en una larga precampaña, ha desplazado su veneración del punto de encuentro por una trinidad integrada por el pulso en Eudel -amenazó con dejar la asamblea de municipios vascos por considerar "partidista" la labor de Jokin Bildarratz-, las críticas a las diputaciones -cree que actúan como contrapoder del Gobierno- y las acusaciones del caso Miñano.

Una actuación que contradice el espíritu de su programa electoral -donde apeló a los gobiernos de coalición y acuerdos sellados con el PNV durante más de una década-, y que ha salpicado a la oposición, con el rechazo de 1.400 enmiendas en la última tramitación presupuestaria. Los jeltzales lamentan ese proceder, pero no desisten. Así, a principios de año, volvieron a tender la mano al lehendakari para lograr un pacto que garantice los servicios sociales y la estabilidad, ante los anuncios de la consejera Gemma Zabaleta acerca de limitar las prestaciones de la Renta de Garantía de Ingresos. Hace una semana, López asumió esa misma propuesta como suya, pero sin referirse al partido de Urkullu.

La controvertida cita de hace un año era la segunda que mantenían desde que el PSE llegara a Ajuria Enea. El primer encuentro, en junio de 2009, no resultó más productivo, a tenor de las declaraciones de un Urkullu que criticaba el "folio en blanco" con el que habría acudido López. Seis meses después, el socialista optó por el mismo proceder, mientras el jeltzale apostó por la aceleración económica, así como por fijar un calendario de transferencias y emprender un cambio de marco. No obtuvo respuesta sobre esas últimas cuestiones. Esa decisión contribuyó a que el PNV considerara que el interés del lehendakari se limitaba a lograr una foto como prueba de transversalidad. Además, se hallaba inmerso en una estrategia comunicativa que perseguía insuflar liderazgo a su figura ante los resultados de los sondeos. El incremento de sus apariciones públicas respaldaba una teoría en la que podrían ser encuadradas unas reuniones y filtraciones al grupo Vocento que perseguirían aumentar su notoriedad.

una cita en entredicho Además, después de la cita, López ponía en solfa sus propios objetivos: "Que el señor Urkullu no se confunda. Para gobernar sería conveniente contar con él, pero no es necesario". Por otra parte, el enrarecido ambiente que precedió a la entrevista -el portavoz del PSE José Antonio Pastor puso en solfa la determinación de los gobiernos del PNV contra ETA- sirvió para relativizar ante la opinión pública su interés en labrar pactos. El único fruto de la reunión pasó por desterrar la política contra los activistas de la pugna entre partidos.

Después del encuentro, las propuestas socialistas se limitaron a copiar las de Urkullu. El jefe de Lakua apostó por avanzar en sanidad -las abultadas listas de espera y las polémicas adjudicaciones de Osatek contradicen el mensaje-, el sostenimiento del Estado de Bienestar -Asuntos Sociales ha amagado con recortar la RGI-, la lucha contra la crisis -se ha circunscrito a tomar nota del plan de ajuste de Zapatero, sin consultarlo antes con las diputaciones y ayuntamientos- y la estabilidad de las instituciones -al otro lado de la balanza se sitúan las críticas a Eudel y las diputaciones-.

Para el jefe del Ejecutivo, resultó peor el remedio que la enfermedad. De hecho, a su tocado protagonismo se sumó la constatación de una mermada capacidad para forjar acuerdos con la formación más votada. Otra cuestión donde la oposición cabía presumir al lehendakari cierto papel central, pero que se saldó del mismo modo que la crisis del Alakrana o las negociaciones competenciales. En este sentido, el único acuerdo entre el PNV y el PSE se limitó al pacto de estabilidad de otoño de 2009, que no fue propuesto por López, sino por Urkullu.