vitoria. Durante el último mes, en el Parlamento Vasco se ha oído hablar, y mucho, sobre los derechos a la propia imagen y a la intimidad, a la presunción de inocencia, a no declarar y al honor. La Comisión de investigación ha citado a varios de los imputados por la Justicia que afirman haber visto violentados algunos -o todos- estos derechos por la llamada de la Cámara. La sensibilidad en torno a este tema ha ido ganando enteros a medida que pasaban los días, y así el miércoles los parlamentarios acudieron a comisaría para salvaguardar la imagen de los dos ertzainas imputados por el presunto espionaje a políticos y empresarios alaveses.

Ayer Aitor Telleria y Ainhoa Bilbao pidieron que también se preservara su intimidad y la situación, precalentada en las semanas precedentes, terminó por desbordarse. El presidente de la Comisión, Juanjo Agirrezabala, pidió a los servicios de seguridad del Parlamento que acompañaran a Bilbao y a Telleria en su transitar por los pasillos del Parlamento, un lugar en el que los medios están legitimados para tomar imágenes.

La esposa de Alfredo De Miguel llegó pronto, parapetada tras los agentes, y evitó ser filmada o fotografiada. Varios reporteros gráficos se quejaron formalmente al Parlamento porque entendían que se vulneraba su derecho a informar y porque, a su juicio, se estaba dando un trato de favor con estos comparecientes, pues el funcionario de Cultura que estrenó las comparecencias en la comisión, que declaró en calidad de perito por decirlo de alguna manera, y que es absolutamente ajeno al caso Miñano, no recibió el mismo trato pese a que pidió no ser fotografiado.

Cuando Bilbao terminó de no declarar, se repitió la operación. Sin embargo, en esta ocasión, cámaras y fotógrafos salieron a la carrera tras la imputada, que llegó al ascensor entre flashazos, y caminando con el rostro a apenas diez centímetros de la espalda del personal de seguridad del Parlamento y de su abogado. Por la tarde ocurrió algo similar con Telleria, que salió de la sala de comisiones a toda velocidad mientras los periodistas gráficos trataban de cumplir con su deber no con menos agilidad en un episodio que recordaba a la búsqueda por las calles adyacentes al Parlamento de Roberto Cearsolo, condenado por el desfalco del Guggenheim, cuando el Legislativo celebró la comisión de investigación sobre las irregularidades cometidas en el museo bilbaíno. Juanjo Agirrezabala salió a dar explicaciones. Según el presidente de la Comisión, no hubo ningún trato especial hacia Telleria y Bilbao, sino que simplemente se atendió a su demanda. "Si otro lo hubiera pedido se hubiera hecho lo mismo", afirmó.

Lo cierto es que la Comisión y sus episodios en los pasillos del Parlamento han pillado a contrapié a un Legislativo que durante este mes ha tratado de atender a las peticiones de los comparecientes -no es plato de buen gusto el que tuvieron que comer ayer Telleria y Bilbao- en medio de un vacío normativo.

Los grupos políticos están inmersos, precisamente ahora, en pleno proceso de reforma del Reglamento de la Cámara, que a día de hoy no regula el modo de conducir estos aspectos que traen consigo las comisiones de investigación, en las que como se ha visto colisionan los derechos de las personas a preservar su honor y su imagen, y el de los medios y el del público a informar y a ser informado.

La reflexión al respecto en el seno de la ponencia sobre el Reglamento parece inevitable, como lo ha sido la del secreto de estas comisiones. Los grupos parecen asumir como propia la propuesta de Aralar de que estos foros sean abiertos para evitar las filtraciones que luego nutren el argumentario de los comparecientes, pero será muy difícil que la medida pueda salir adelante en la investigación sobre el caso Miñano.