Presidente de Túnez
durante años, Zine el Abidine ben Ali supo cómo evitar caer en la imagen de un dictador sin escrúpulos. Pero en las últimas semanas la caída ha sido imposible: la represión del primer gran movimiento de protestas que estalló en sus 23 años de gobierno se cobró la vida de, al menos, 66 personas. El mundo ha quedado estupefacto ante este hombre que permite que se dispare contra manifestantes y que no da ni la más mínimia importancia a la libertad de reunión y de expresión.
Ben Ali aprendió cómo funcionan las rigurosas cadenas de mando desde abajo. Se formó en academias militares de Francia y Estados Unidos y luego trabajó durante décadas en las altas esferas de la seguridad militar y nacional, etapa que solo se vio interrumpida por diversas estancias diplomáticas en el extranjero. En 1974 ocupó el puesto de Agregado MIlitar en la Embajada de Túnez en Rabat y, en 1977, paso al Ministerio de Defensa. Ese mismo año, a la Dirección General de la Seguridad Nacional, que dejó en 1980 al ser nombrado embajador en Polonia. De allí regresó a Túnez en 1984 y de nuevo, a la Dirección de Seguridad Nacional como secretario de Estado de Seguridad. En 1987 fue nombrado ministro del Interior y luego primer ministro.
Golpe de Estado A finales de ese mismo año, dio un golpe de Estado contra Habib Burguiba (1903-2000), presidente para ese entonces senil -declarado así por siete doctores-, y tomó el poder contando con el respaldo de la comunidad internacional. En su discurso de toma de posesión prometió trabajar por la democracia, el pluralismo y la justicia social. "Nuestro pueblo es digno de una vida política evolucionada e institucional fundada sobre un auténtico pluripartidismo político y la pluralidad de las organizaciones de masas", declaró Ben Ali en su primer discurso al país. Incluso, se había propuesto anular la presidencia como cargo vitalicio. Pero hacia el final de su tercer mandato, en 2002, impulsó una reforma de la Constitución que eliminaba el límite de mandatados, lo que hizo posible su tercera reelección. Y en vano esperó la población que Ben Ali cumpliera el resto de sus promesas. Todas las elecciones las ganó con alrededor del 90% de los votos, nada sorprendente si se tiene en cuenta que, durante su mandato, Ben Alí se fue deshaciendo de la oposición. Y así, con el pretexto de luchar contra el extremismo islamista, el régimen se convirtió en la más dura dictadura del norte de África ,exceptuando a Libia.
Modelo económico Si bien el presidente tuvo ciertos logros a nivel económico y social y llevó al país a ser un modelo en la región en estos aspectos, los derechos civiles y la libertad de expresión se vieron fuertemente afectados. La oposición, intimidada, no tuvo ninguna opción en las cinco elecciones presidenciales celebradas durante ese período. Y el propio Ben Alí obtuvo los peores resultados de su historia en las últimas elecciones, en octubre de 2009. Sin embargo, oficialmente fue respaldado por el 89,62% de los votos.
Poco es lo que se sabe de la vida privada del presidente. Tiene fama de ser un apasionado de los ordenadores y de la tecnología en general y, dado su aspecto, parece considerablemente menor a los 74 años que tiene.
Hasta ahora no se han confirmado los rumores de que haya logrado vencer un cáncer. Su mujer, Leila Ben Alí, se convirtió en una gran carga para este hombre de Estado: es conocida como una mujer despótica y muy codiciosa. A su familia, el clan Trabelsi, se le acusa de corrupción y de un enriquecimiento desenfrenado. "Leila ben Ali es la mujer más odiada del país", sentencia un tunecino.