madrid. La metástasis de la crisis económica y su traducción en los mayores recortes sociales de la democracia ha sido la protagonista indiscutible de un año que termina con España puesta "en revisión" por las agencias de riesgos financieros y en alarma por los controladores.

Un Gobierno que hizo bandera de aguantar sin retrocesos sociales y que al principio de la crisis apostaba por refundar el capitalismo, ha visto cómo en 2010 tenía que adoptar fuertes medidas antisociales exigidas precisamente por aquellos que han optado, en lugar de por "refundarse", por "fundirse" los derechos de muchos. Lo que se ha puesto en revisión este año en España es el mercado laboral, el sistema de pensiones, la financiación de la Sanidad y la Educación y la propia estructura del país, puesto que los oráculos internacionales apuntan con insistencia a lo poco eficiente económicamente que resulta el Estado de las Autonomías.

Las consecuencias en lo político han sido que la ventaja del PP sobre el PSOE en las encuestas del CIS se ha duplicado desde enero y está ya en 7,9 puntos y que, quizá por eso mismo, el debate sobre la sucesión de Zapatero es cada vez más intenso, dentro y fuera del partido.

En abril le dieron un pequeño respiro los sondeos, ya que la distancia entre los dos grandes partidos se situó en sólo 1,5 puntos, coincidiendo con el levantamiento del secreto de sumario del caso Gürtel, que apuntaba al hasta entonces tesorero del PP y confirmaba la implantación de la red en comunidades gobernadas por ese partido.

A partir de ahí, llegó el rescate de Grecia y las medidas para que España no fuera el siguiente país en caer, que han hundido las expectativas electorales del PSOE, han provocado descontento social -huelga de funcionarios, el 6 de junio, y general, el 29 de septiembre- y que, no obstante, no han conseguido calmar a los mercados que, tras cobrarse a Irlanda como segunda pieza, volvieron a poner a España en el punto de mira.

En ese contexto, algunos líderes regionales del PSOE se han atrevido este año a desmarcarse de Zapatero, temiendo que más que sumar reste en sus futuras contiendas electorales. El presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, es un ejemplo, pero el que ha ido más lejos ha sido Tomás Gómez, que no aceptó dejar paso a la entonces ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, y forzó y ganó unas primarias que le llevarán a enfrentarse a Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid en mayo. Quien parece que no se desmarcó a tiempo, o se había desmarcado demasiado, fue José Montilla, que deja el Gobierno de Cataluña en manos de Artur Mas, cuya victoria al frente de CiU a finales de octubre estaba cantada desde hacía meses. Ese mismo mes, coincidiendo con una tregua trampa de los mercados, los socialistas vivieron unos días de euforia, tras la profunda remodelación del Gobierno que acometió Zapatero y que supuso la entronización de Alfredo Pérez Rubalcaba.