madrid. Convencido de que en casa ganará todos los puntos, Mariano Rajoy es hoy como esos equipos de fútbol que tienen claro que para ganar un título sólo importan los partidos de fuera. Así acaba 2010 en el PP: apagadas las disidencias internas (salvo el caso Alvarez Cascos de última hora), queda ahora comprobar si el camino trazado a La Moncloa es el adecuado. Cuando comenzaba 2010, el PP era un partido con tendencia a la esquizofrenia, pues el Gobierno de Zapatero se estaba quedando sin aire en la lucha contra la crisis, y sin embargo, la alegría no asomaba por Génova. Que si el caso Gürtel, que si Esperanza Aguirre, que si Caja Madrid...

Pues bien, 2010 terminó con un estado de ánimo muy distinto: dicen todos que Rajoy está más cerca que nunca de La Moncloa y que nadie le tose en el partido.

Todas las encuestas confieren al PP una ventaja que coquetea con la mayoría absoluta, la última del CIS, la de octubre, daba a los populares casi ocho puntos, y con eso, y con el veredicto de que Zapatero está desfondado, Rajoy sólo tiene un mensaje: elecciones ya. En febrero el líder del PP disparó esa consigna; ocurrió en el Congreso, donde pidió a los diputados del PSOE que cuestionaran el liderazgo de Zapatero.

Casi cinco meses después, en el Debate sobre el estado de la nación, Rajoy no se anduvo con ambigüedades y le dijo a Zapatero que lo mejor que podía hacer era irse. Desde entonces, el presidente de los populares no ha perdido la oportunidad, siempre que se cruzaba con el jefe del Gobierno en las Cortes, de transmitirle semejante consejo. Fuera de la economía, Rajoy se ha limitado a opinar sin pisar muchos charcos, y así, ha delegado en otros las labores de fontanería. María Dolores De Cospedal pugnó por un pacto educativo, Esteban González Pons por restringir el uso del sistema de interceptación de comunicaciones SITEL, Soraya Sáenz de Santamaría por adoptar en el Parlamento las medidas económicas del PP, Ana Mato por reducir el gasto electoral, Federico Trillo por ahogar a Batasuna, Jorge Moragas por el balance de la Presidencia europea del primer semestre.

de batalla en batalla El PP también dio la batalla por el llamado caso Faisán, por la cadena perpetua revisable, por la reforma de la ley de extranjería, por el cambio de la Ley del Menor y por evitar la aprobación de la Ley del Aborto. Por aquí pasó Rajoy sin armar jaleo, pero en la economía no, como el 5 de mayo, cuando se entrevistó con Zapatero en La Moncloa en el único cara a cara entre ambos el pasado año.

El presidente le llamó para reformar la ley de cajas y sí hubo acuerdo, pero lo demás fue un permanente disenso, ya que mientras el líder del PP planteó un modelo económico basado en la austeridad y en la formulación de un Estado más ligero, Zapatero defendió el suyo.

El caso es que por fin ha podido dedicarse de lleno a hacer oposición al Gobierno y a cultivar un perfil más presidencialista, y hasta se reunió en el Congreso con Duran i Lleida (CiU) y Urkullu (PNV). Rajoy ha salido apenas sin rasguños de los coletazos del caso Gürtel o los más recientes del caso Brugal, ambos en la Comunidad Valenciana. Si bien ha bajado la resonancia del primer caso, Rajoy vivió sin embargo la dimisión de Luis Bárcenas en abril y la investigación de Camps, y sus trajes de regalo de la trama corrupta de la región levantina.