Lula da Silva se va con el nivel más alto de popularidad que ningún presidente brasileño haya obtenido jamás. fotos: efe
Relevo en la presidencia de brasil >
Lula deja a sus sucesora un país más poderoso y menos pobre. Educación y Sanidad son los dos grandes desafíos.
Los retos de Rouseff
EL 1 de enero de 2003, Luiz Inàzio Lula da Silva se convirtió en el primer obrero en llegar a la Presidencia de Brasil, y asumió el gobierno rodeado de esperanzas y también del escepticismo de muchos. Ocho años más tarde, avalado por un índice de aprobación popular del 83% -el más elevado de la historia brasileña-, Lula entrega a su delfín y sucesora, Dilma Rousseff, un país económicamente más poderoso, políticamente más influyente y con grandes progresos en la lucha por la erradicación de la miseria. La combinación de programas de asistencia directa a los pobres, como el Beca Familia, con políticas de significativos aumentos reales para el salario mínimo y ampliación del acceso al crédito hicieron desplomarse el número de pobres en el país, donde 29 millones de personas de las clases D y E se incorporaron a la clase C y al mercado consumidor en los últimos ocho años. Con ello, la clase media -personas que reciben entre 660 y 2.855 dólares por mes- pasó a representar en 2009 el 51% de la población.
"La política para el salario mínimo, la creación de más empleos y de más puestos de trabajo formales (más de 14 millones en ocho años) hizo mejorar la distribución de la renta y llevó a una reducción de la pobreza inédita en nuestra historia", dijo el comentarista político Gilberto Dimenstein, del diario Folha de Sao Paulo.
giro político Los avances en el campo social constituyen el principal logro de la era Lula, en la que el mandatario dio la espalda a posiciones históricas de su Partido de los Trabajadores (PT) para mantener virtualmente sin cambios la política económica puesta en marcha por su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, dirigida a asegurar la estabilidad monetaria. Con ello, logró pagar toda la deuda del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y acumular reservas por cerca de 240.000 millones de dólares -que superan el monto de la deuda externa- además de reducir el peso de la deuda pública en relación al Producto Interno Bruto (PIB) a algo por encima del 40%, frente al casi 60% existente en 2002. La estabilidad interna atrajo importantes flujos externos de inversión lo que, asociado al aumento internacional en los precios de commodities y a la ampliación del mercado interno le aseguró al país un crecimiento promedio del 4,1% anual, pese al freno que supuso la crisis financiera internacional de 2008. Sin embargo, el mandatario saliente dedicó los últimos ocho años a afianzar el papel del Estado en la conducción de la economía, no sólo a través de la elaboración de proyectos de desarrollo sino también mediante la concesión de financiamientos generosos a las inversiones y el incentivo a la formación de grandes grupos transnacionales brasileños, como es el caso de la empresa de alimentos Brazil Foods.
el escándalo de los sobornos En el campo político, después de enfrentar un grave escándalo en 2005, cuando se denunció que el PT pagaba sobornos a legisladores a cambio de apoyo en el Congreso, Lula firmó una sólida alianza con la principal fuerza centrista del país, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Con ello, no sólo le aseguró al gobierno una cómoda mayoría parlamentaria sino que también debilitó la oposición comandada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Cardoso y por el derechista partido Demócratas (DEM), que sufrieron una durísima derrota en las elecciones generales de octubre pasado. El rubro más polémico de los ocho años del gobierno Lula fue la política externa, en la que el presidente fue criticado por su acercamiento a líderes polémicos, como el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, y por su silencio frente a denuncias de violación de los derechos humanos en Cuba y en China. No obstante, el gobierno cosechó muchos elogios por su éxito en impulsar las relaciones Sur-Sur y estrechar las relaciones con los países latinoamericanos, así como por convertir al país en interlocutor destacado en el escenario internacional.
problemas a solucionar La "era Lula" dejó sin solucionar muchos problemas, como el precario servicio de atención pública de salud, la baja calidad de la red estatal de enseñanza elemental y los escasos avances en el campo de la salud pública. El país que recibirá mañana Dilma Rousseff tiene 14 millones de analfabetos, una población cuyo nivel de escolaridad es similar a la de Zimbabwe y un 56% de los domicilios excluido de la red de alcantarillado. Y la erradicación de la pobreza es una misión que queda por finalizar: cerca de 30 millones de brasileños sobreviven hoy con menos de 82 dólares por mes, y casi dos millones de ellos siguen siendo pobres, con ingresos de sólo 41 dólares mensuales. Además, como recordó el fraile franciscano Fray Betto, amigo y aliado de Lula, la desigualdad social sigue siendo un reto. Según el escritor, entre 2001 y 2008, el ingreso del diez por ciento de más pobres creció seis veces más que el del diez por ciento de más ricos, pero ello no ha hecho cambiar el panorama que se mantiene desde hace 25 años, en el que "el diez por ciento de más ricos concentra la mitad de la renta nacional, mientras que el 50% de más pobres comparte sólo el 10% de la riqueza".
Dilma Rousseff no lo tiene nada fácil. Las dificultades para lidiar con los once partidos que forman la coalición que la apoyó en las elecciones del pasado octubre y que formarán la base política de su Gobierno ya emergieron en el proceso de elección de sus ministros, que concluyó el pasado día 22 de diciembre.
Los problemas pueden aflorar temprano, sobre todo, en la discusión de los recortes presupuestarios que ya previó para 2011 el ministro de Hacienda, Guido Mantega, hombre del PT que Rousseff ha mantenido en su cargo. "Habrá reducción de gastos en todas las áreas y se va a revisar el presupuesto de todos los ministerios, sin excepción", anunció Mantega el pasado 6 de diciembre.
Dilma Rousseff afronta con decisión el hecho de convertirse en la primera mujer presidenta de Brasil.
Relevo en la presidencia de brasil
Rousseff se enfrenta, a su llegada al poder, a un drástico recorte presupuestario en todos sus ministerios