Está cada día más claro que los movimientos -convulsiones, más bien- que están produciéndose en la política vasca, han sorprendido al lehendakari López con el pie cambiado. Comenzó negando la mayor -"nada ha cambiado", "más de lo mismo" y expresiones semejantes-, para ahora ir reculando hacia un reconocimiento explícito de que "el mundo de la izquierda abertzale se mueve". En esta pirueta incoherente de mantener una cosa y la contraria, López describe la realidad con los ojos más estrábicos que nunca, mirando por un lado a la ilegalizada Batasuna, por otro a Basagoiti, por otro a Rubalcaba, por otro a Eguiguren y por otro al PNV. Y así no hay quien se aclare.

Por eso, porque no se aclara, López ha tomado una única decisión: protegerse. Teme, quizá con razón, el lehendakari que ese "movimiento" de la izquierda abertzale ilegalizada genere una dinámica política que ponga en peligro la situación de privilegio en la que están él y su partido mientras sea verdad eso de que todo sigue igual. El recurso que López ha propuesto para protegerse es invocar la unidad de los partidos ante la nueva dinámica de Batasuna. Invocación que recuerda al mismo eslogan que en tiempos blandía el PSE de "unidad de los demócratas frente a los violentos" en el que se basaba el Pacto de Ajuria Enea con la ineficacia que todos conocemos.

En su llamada a la unidad, López no se refería al PP porque reman en la misma barca, ni mucho menos a Aralar, EB, EA, H1 o Alternatiba, partidos minoritarios a los que menosprecia porque ni falta que le hacen. Lo que el lehendakari pide es que el PNV -el partido más votado en la CAV- se sume a las iniciativas que plantean en Madrid PSOE y PP para impedir la presencia en las urnas de la izquierda abertzale ilegalizada.

"No es bueno que se aumenten las diferencias entre demócratas", sentencia López, como cebo para que el PNV trague la estrategia tramposa que llevó a la componenda antinatura para hacerse con el poder en Euskadi con el apoyo del PP. Esa apelación al buenismo democrático, en realidad, lo que viene a pedir es que sería conveniente -para él- que el PNV apoyase las medidas que se van a derivar de la Ley de Partidos, de la modificación de la Ley Electoral y del Pacto Antiterrorista.

Evidentemente, este "brindis al sol" -Urkullu dixit- indica que López "va de cráneo" -Egibar dixit- si pide al PNV unidad en torno a unas iniciativas legales y parlamentarias que el partido jeltzale jamás aprobó y que en el momento actual van a ser utilizadas en su más intransigente interpretación, recurriendo aun al disparate jurídico de ir subiendo el listón de las exigencias para evitar que el amplio sector social que en su día apoyaba a Batasuna pueda concurrir a las elecciones, en definitiva, para que se mantenga la actual distorsión en el cuerpo electoral vasco.

López y, por extensión, su socio preferencial, que es lo mismo que decir el PSOE y el PP, vuelven a esperar estremecidos este nuevo fin de semana por si fuera el elegido por ETA para dar a conocer su decisión. Por si acaso el esperado comunicado de la organización armada abriese "un tiempo que ojala lleve a la paz" -López dixit- el Gobierno español atiza con el mazo de las leyes, del fiscal general y de los cuerpos y fuerzas, en una estrategia de palo y zanahoria con la que procurará controlar los tiempos para que el posible desarme de ETA no les pille desarmados. Porque Zapatero, Rubalcaba más bien, y Ares se da por enterado -en este asunto López no pinta nada- han decidido simultanear la absolución a Otegi con las detenciones de Segi, el reconocimiento de la evolución de Batasuna con las nuevas exigencias impuestas por la Ley Electoral modificada, la entrevista a Rufi en Radio Euskadi con la interpretación perversa de la Ley de Partidos. Lo cual no quita para que Rubalcaba se tome un café con periodistas y les diga que "a ver si por tanto hablar de derrota de ETA perdemos la paz".

Quizá para cuando estas líneas vean la luz ETA ya ha despejado la incógnita y los pronunciamientos en cascada indicarán si se abre o si se cierra la muralla, según cómo se plantee esta jugada de ajedrez. Lo que sea, que sea pronto y que sea claro, para acabar de una vez con la ambigüedad calculada de quienes, de una parte, temen afrontar una situación nueva sin la coartada de la violencia, y de otra para comprobar si era o no cierto el compromiso de renunciar definitivamente a la violencia. Mientras tanto, sería mejor que el lehendakari López renunciase a salir del paso con palabras huecas de una paz próxima al mismo tiempo que se ponen obstáculos para que esa paz sea realidad.