TRAS dos legislaturas por el desierto de la oposición, Artur Mas y su equipo tienen más cerca que nunca el regreso al Govern. Las encuestas son unánimes. Nadie duda de que CiU, de nuevo, volverá a ser la fuerza más votada en Catalunya. Pero, al contrario que en 2003 y 2006, cuando el tripartito dejó fuera de la Generalitat a los nacionalistas, parece que la suma del resto no superará a Convergencia i Unió. Aunque en el seno del partido de Mas todo son llamadas a la calma. Desde que empezó la campaña, todos sus candidatos se han esmerado en lanzar mensajes para movilizar a los votantes. Incluidos los electores que hace cuatro años dieron su voto a Montilla. Y si en el escalafón más alto del partido el guión ha calado, en los cuadros inferiores, el leit motiv es el mismo: hay que sumar el mayor número posible de diputados para trabajar en solitario y formar un gobierno fuerte para salir de la crisis económica.
"El dato clave es que cerca del 80% de los catalanes quiere cambio. La experiencia del tripartito ha sido mala", subraya Carlès Agustí i Hernández, portavoz de CiU en Gràcia. Feudo tradicionalmente nacionalista, sociológicamente de origen catalán y de clase obrera, en esta zona de la ciudad condal, los convergentes y ERC se suelen disputar el mayor número de votos. A simple vista, este barrio barcelonés no guarda diferencias con otras zonas del Estado en el que el vecino es un trabajador de a pie. Pocos trajes y americana. Pero muchos turistas. El trasiego de visitantes en el centro de Barcelona roza el umbral de la incomodidad para el residente. Menos mal que el frío y el adelanto del anochecer libera las calles.
Mucho se ha hablado sobre las preferencias de Mas a la hora de pactar. Los integrantes del tripartito, sobre todo ERC y PSC, han avivado el fantasma de un gobierno CiU-PP, una hipótesis que el candidato de Convergència i Unió ha descartado. La opción preferida del eterno candidato es un gabinete en solitario y aplicar la fórmula de Zapatero: si no llegan los escaños para alcanzar la mayoría absoluta, no me entrego a nadie; voy pactando con quien pueda y quiera. Pero Agustí no se resigna a alcanzar la deseada cifra de 68 escaños. Sobre todo para poder remontar la actual situación económica.
Trabajar la independencia En los quince días que ha durado la campaña que expiró la pasada medianoche, el debate sobre la independencia de Catalunya sólo ha tenido espacio relevante en los mítines de Esquerra, Solidaritat y Reagrupament. Mas ha preferido centrarse en las recetas económicas. Lo primero, según CiU, es devolver a Catalunya al nivel adquisitivo de antaño. El resto de propuestas puede esperar. Algo que también defiende Montse Cantín, representante de la federación nacionalista en el barrio residencial de Sarriá, en la zona alta de la ciudad condal y feudo tradicional de Convergència i Unió. "No podemos partir a la sociedad catalana en dos mitades proclamando la independencia antes de trabajarla. Tenemos que ser muy prudentes y considerados con la gente. Estamos por unas condiciones diferentes y propias para Catalunya, pero la independencia no está madura", enfatiza Cantín, que ve más cerca que nunca el tener de nuevo un president nacionalista.
En la recta final de la campaña, el candidato de CiU ha centrado su debate en pedir el voto útil. Y las encuestas no dudan de que Mas arrastrará a los votantes desencantados de ERC y PSC. Precisamente, se espera que el ala más catalanista de la formación de José Montilla, cuyos integrantes le han criticado por plegarse a los dictados de Ferraz (sede central del PSOE), dé la espalda al president. Cantín no duda en pedir su apoyo.
Una sociedad cansada Los sondeos pronostican una abstención muy importante y un aumento de los votos en blanco, síntomas, según Carles y Montse, de que las cosas no se han hecho bien estos años desde el Govern. Los electores desmovilizados y los desencantados abundan, y éstos también se han convertido en objetivo de Mas. Algo que explica la representante nacionalista en Sarriá. "La sociedad está desconcertada y decepcionada con el gobierno a tres que ha tenido estos años, donde los enfrentamientos han sido constantes", afirma Cantín, que empezó en la política activa coincidiendo con el primer tripartito de Maragall: "El primer tripartito fue como un resorte en el que me dije que había que arrimar el hombro, y como yo, muchos se dieron de alta en CiU". Quien sabe de primera mano cómo se las gasta el tripartito es el alcalde de Martorell. En las elecciones municipales de 2003 perdió el ayuntamiento por seis votos. Los mismos que hicieron sumar un escaño más a PSC-ERC-ICV. Lo de Salvador Esteve es rara avis. Ostenta la mayoría con CiU en una localidad industrial (como buque insignia tiene la Seat), lo que no es habitual en el cinturón rojo de Barcelona, donde el PSC ha puesto todos sus esfuerzos para movilizar al caladero socialista.
El diagnóstico de Esteve no puede ser más crítico con sus rivales en las urnas. "Los electores se han dado cuenta de que es un gobierno de conveniencia y que nos ha llevado al descrédito general y a una ruina económica. En la calle se nota la necesidad de cambio", denuncia el primer edil de Martorell, que, a la hora de hablar de posibles parejas de baile de CiU, no se inclina por ninguna opción. ERC, dice, quizás es la opción más natural; la del PSC, la preferida por los empresarios; y la del PP, la más complicada. Sobre el resto de contendientes, Esteve dedica un capítulo especial a candidatos como Laporta o Puigcercós, que han puesto en duda los planes independentistas de Artur Mas: "Es seguro que el partido en el que hay más soberanistas es CiU, pero somos partidarios de que hay que convocar un referéndum cuando tengamos posibilidades de ganarlo. Y, en este momento, no hay nada seguro".