AUGUST Gil Matamala dice que tiene prisa para ver los cambios, ("cosas de la edad"), pero a pesar de que él define estas elecciones como una "oportunidad perdida", confía en las nuevas generaciones para reconducir el barco de un soberanismo "con contenido político". Precisamente, es la falta de una opción electoral que aglutine a todas estas personas que demandaron más autogobierno y "otra forma de hacer política" lo que más echa en falta en estos comicios. "No se han aprovechado ni las consultas ni las grandes manifestaciones, especialmente la del 10 de julio", lamenta Gil Matamala, que es la voz de los que creen que estas ocasiones son una oportunidad perdida. Y no se cansa de repetir cómo habría cambiado el panorama si toda aquella amalgama que confluyó en las consultas (de las que formó parte de su equipo legal) y en la marcha de Barcelona, hubiese tenido su reflejo en las urnas.

Nacido en 1934 en Barcelona, Gil Matamala, también conocido por ser el padre de la actriz Ariadna Gil, se ha pasado media vida con la toga puesta. De hecho, podría decirse que su lado de la barricada ha estado frente al juez, teniendo en cuenta que ha defendido a miembros de Comisiones Obreras durante el franquismo, independentistas catalanes durante la transición e incluso actuando como observador en el juicio del caso 18/98. Además, fue nombrado presidente de la Asociación de Abogados Europeos Demócratas y en 2007 recibió la Cruz de Sant Jordi, la máxima distinción institucional en Catalunya, como reconocimiento a su trayectoria. Como "viejo independentista tradicional", tiene la perspectiva para valorar un momento en el que el soberanismo ha dejado de ser tabú en Cataluña.

"Las elecciones están aburridas", reconoce nada más comenzar la entrevista. Recibe, cuando en la calle ya está oscuro, en un despacho de abogados del barrio gótico de Barcelona. Este tiene la imagen de lo que uno siempre se había imaginado que debería de tener un despacho de abogados: cientos de carpetas ordenadas y luz tenue salvo en la mesa donde se apilan los documentos. Quizás sólo falte el humo de un cigarrillo pero, cosas de las leyes, los despachos ya no son lo que eran. "Va a ganar CiU y no hay mucha emoción", espeta.

Sólo es necesario bajar las escaleras para certificar la evidencia: la preocupación electoral está más en los periódicos que en la calle. En las casetas de los partidos de las Ramblas se encuentra menos gente que turistas en cualquiera de los quioscos comprando banderas del Barça. "Hay un ambiente de absoluta pasividad. Nadie se preocupa, nadie se interesa", critica el letrado. "Los únicos que participan en los mítines son quienes tiene algo que aprovechar, es una especie de clientelismo que, claro, afecta a bastante gente, unos miles de personas". Lo suficiente para llenar el Palau de la Música.

En realidad, la vuelta de los convergentes se ha tomado más como "lo que corresponde", tal y como ironiza Gil Matamala, que con las ilusión de un cambio de gobierno. Puede que en este fenómeno tenga mucho que ver el hecho de que, como denuncia el abogado, se haya presentado al tripartito como "un error histórico, una excentricidad de la historia". Parece que la pasividad electoral hubiese contagiado también a los propios candidatos. De hecho, en el momento de esta conversación, la reconversión de Andalucía en paraíso fiscal protagonizada por Joan Puigcercós era la única nota de color. "Hay cosas que no se pueden decir, pero evidencia el poco nivel político, ¿no?" se pregunta Gil Matamala. "Sobre todo, teniendo en cuenta que éste es un caso, el del expolio fiscal, en el que sobran los argumentos".

Estatut

La amnesia del 11 de julio

Así que volvemos al estado habitual de las cosas. Aunque, para ello, hay que cubrir el trámite de las elecciones. Durante estos años, Estatut, corrupción y desafección han sido algunas de las palabras clave. Pero ahora han desaparecido del vocabulario de la mayoría de líderes. "Los políticos se limitan a explicar su historia prescindiendo de todo escrúpulo y vergüenza", censura. Aunque, no se puede olvidar, la manifestación contra la sentencia del Constitucional fue el 10 de julio, anteayer prácticamente. Y, a pesar de ello, poca gente se acuerda. "Acordarse es mencionar un episodio desagradable. Es reconocer el fracaso de todos los grupos parlamentarios".

La corrupción es otra de las amnesias colectivas que se han extendido en Cataluña. Hablar, se habla, pero que afecte es otra cosa. El caso más conocido, el del saqueo del Palau, ha enfangado a CiU hasta el cuello, pero no parece que haya restado ni un solo voto a Mas. "No es que a la gente le de igual, es que piensa que todos son iguales. Todos están tan pegajosos que, como la hay en todas partes, vamos a olvidarnos del tema. Todo esto lo que favorece es la abstención". La desafección, otro sinónimo para quedarse en casa, se mide en porcentajes. Y sube. Pero, al margen de las bancadas, durante esta legislatura sí que surgió algo que estuvo en boca de muchos. Aunque ha terminado difuminándose antes de llegar a nada. "De las consultas y las manifestaciones sólo han salido dos formaciones sectarias y minoritarias. Es decepcionante", lamenta.

Se acaba el tiempo y es mejor un mensaje en positivo para cerrar la conversación. Gil Matamala se queda pensativo. "No tenemos el resultado esperado, pero ha cambiado la mentalidad de mucha gente. El independentismo ha ganado terreno y se ha convertido en una opción aceptada". ¿Un elemento positivo? Los jóvenes. "Los viejos independentistas tradicionales venimos de una derrota histórica, hemos estado a la defensiva", asegura. "Hoy, hay otra forma de ver las cosas, incluso en gente que votará a CiU". Vuelve a quedarse pensativo. "Bueno, no. No votará? todavía".