Hace una semana, Suecia se convirtió en el último país europeo donde un partido de ultraderecha obtuvo un resultado histórico en las urnas. La formación Demócratas de Suecia entró, por primera vez, en el Parlamento, y se suma a los otros doce países donde partidos de extrema derecha están presentes en las cámaras legislativas. Este avance confirma, además, el auge en la aceptación de discursos xenófobos, antiinmigrantes y populistas por parte de una sociedad europea preocupada por la crisis económica y cada vez más reacia a la presencia de inmigrantes en el Viejo Continente. Un ejemplo de ello es Italia, donde la Liga Norte de Umberto Bossi, un partido abiertamente contrario a la inmigración, es el principal aliado del Gobierno de Silvio Berlusconi, donde cuenta con cuatro ministros. Pero la extrema derecha también está presente en los parlamentos de Dinamarca, Austria, Eslovaquia, Letonia, Bulgaria, Holanda, Francia o Suiza y se ha convertido en la llave de algunos gobiernos de coalición.
El ejemplo más cercano en el tiempo de este auge ultraderechista es Holanda, que el pasado junio celebró elecciones con un asombroso resultado: el Partido para la Libertad (PVV) del islamófobo Geert Wilders se convirtió en la tercera fuerza política del país y logró hacerse con 22 escaños del Parlamento. Según los expertos, este fenómeno se explica también por el creciente sentimiento antiislámico debido a la presencia de ciudadanos musulmanes en Europa. Una de estas consecuencias se vivió el pasado noviembre Suiza, donde los ciudadanos aprobaron por referéndum vetar la construcción de minaretes. También este año, en abril, la extrema derecha de Jobbik, partido abiertamente antisemita, logró por primera vez representación parlamentaria en Hungría. Y es que desde que en 2000 Jörg Haider lograra entrar en el Gobierno de Austria, haciendo temblar a toda Europa, otros países han asistido a la entrada de la extrema derecha en las instituciones de poder. El multiculturalismo y, en especial el Islam, son los principales blancos de estos líderes europeos. La inmigración alimenta sus discursos y, en época de crisis económica, sus seguidores aumentan.
PÉRDIDA Al mismo tiempo que la ultraderecha se hace fuerte, también los partidos tradicionales de derecha están logrando importantes triunfos en detrimento de la socialdemocracia, de centro-izquierda, que en los últimos diez años ha pasado de gobernar 11 países europeos a hacerlo en seis. Pero el auge de la extrema derecha también está alterando a los partidos tradicionales de derecha, que como en Suecia está haciendo todo lo posible para excluir a Demócratas de Suecia de la composición del Gobierno. En las elecciones del pasado domingo, la alianza de centro-derecha del primer ministro Fredrik Reinfeldt se quedó a dos escaños de la mayoría absoluta, precisamente por el espectacular incremento de votos que obtuvo Demócratas de Suecia, que se ha hecho con 20 escaños.
Jimmie Akesson, de 31 años y militante del partido desde los quince, es el rostro de esta ultraderecha. Con su discurso en el que une la inmigración con la criminalidad ha conseguido en un tiempo récord llevar al Parlamento sueco a un partido casi inexistente en las elecciones anteriores. Y su mensaje ha calado principalmente entre los jóvenes. Este éxito de Akesson han generado entusiasmo entre los líderes ultraderechistas europeos, que no han tardado en entrar a valorar los resultados. Al respecto, el eurodiputado francés Bruno Goldnish señala: "Los pueblos comienzan a darse cuenta de que la globalización causa los mismos estragos en todas partes". Y es que el Parlamento Europeo tampoco se escapa: el Frente Nacional de Jean-Marie le Pen y el British National Party cuentan con dos eurodiputados cada uno.
El politólogo francés Jean Yves Camus opina que muchos europeos afectados por la crisis económica o preocupados por la llegada de inmigrantes de Asia y África "buscan refugio" en propuestas de extrema derecha. En este sentido, varios analistas y críticos consideran que el presidente francés, Nicolás Sarkozy, podría estar aprovechándose de este sentimiento para captar votos con su política de expulsión de gitanos rumanos y búlgaros. "Sería injusto decir que Sarkozy pertenece a la extrema derecha, pero quiere ser reelegido en 2012 y tiene que darle algo al electorado del Frente Nacional", que en las últimas elecciones regionales celebradas en marzo obtuvo cerca del 9% de los votos.