Pues menos mal que ETA ya no interesa a nadie y que el conflicto vasco ya aburre. Ha transcurrido una semana y todavía se mantiene vivo en los medios y en los discursos el anuncio de los tres encapuchados en la BBC después de siete días de copar informativos. ETA, lo que haga y lo que no haga, lo que diga y lo que no diga, continúa siendo noticia de alto voltaje. Y, por derivación, interesa, preocupa y se comenta hasta el exceso si ese conflicto vasco tiene solución, y cómo, y cuándo.

Hace falta mucha ignorancia, o muy mala intención, para negar que en este país se están moviendo las cosas, precisamente por el lado que durante muchos años venía siendo denunciado de inmovilismo.

Para desenredar la madeja y a la búsqueda de la solución, la izquierda abertzale tradicional se puso a hacer los deberes. Y no vale decir que se trata de una artimaña para recuperar la legalidad ante las próximas elecciones, porque cualquiera que conozca la dinámica política de ese sector de la sociedad vasca en las últimas décadas y haya convivido con ella, comprobará que la escena ha cambiado notoriamente. La izquierda abertzale tradicional, tras un debate participado por miles de adeptos, ha resuelto abrir lo que definen como un proceso en el que sólo valen prácticas políticas, pacíficas y democráticas. En ese sentido, y en cumplimiento de sus deberes, ha reclamado de ETA un alto el fuego "permanente y verificable". No es cuestión de reproducir aquí todos los elementos del programa que sus promotores denominan "proceso democrático", pero al menos ha situado las bases de ese proceso en términos absolutamente homologables a cualquier formación política democrática. Se le pide más. Se le exige aprobar la asignatura pendiente, quizá una exigencia excesiva, del rechazo expreso a ETA. Y, uno de sus más complicados deberes por hacer, tendrá que recuperar la confianza perdida ante la sociedad vasca tras tantos desengaños. En cumplimiento de estos deberes pendientes, no pasarán muchos días sin que conozcamos una declaración en la que se exija el derecho a la vida y a la libertad. Al tiempo.

Pocos deberes le quedan, pues, por hacer al sector civil del MLNV. Es a ETA, sector militar, al que todavía le quedan importantes obligaciones por cumplir. El efecto tractor del sector civil se ha dejado sentir en el militar, hasta el punto de trasladar el debate hasta los más oscuros centros de la clandestinidad, de forma que ETA esté ensayando torpemente, pesadamente, algún paso que le aproxime a lo que considera velocidad de crucero impuesta por la parte civil. Del anuncio del pasado domingo al farragoso documento de agosto de 2009 hay diferencias que sólo se detectan a base de semiología, interpretación retórica y sobreentendidos. Y así, con la lentitud de un dinosaurio, intenta superar el desconcierto haciendo como que hace pero aún con los deberes fundamentales pendientes: el fin de la práctica abominable del chantaje denominado "impuesto revolucionario"; la renuncia al tutelaje; el desistimiento a atribuirse la condición de vanguardia; el alto el fuego permanente y verificable que, a la larga, derivaría en disolución y entrega definitiva de las armas. Negociada y pactada, lo que haga falta. Deberes por hacer, que se suponen complicados, sometidos a un ritmo que nada tiene que ver con las urgencias de la sociedad vasca que exige su cumplimiento. Tampoco pasarán muchas semanas sin que conozcamos otro comunicado en el que ETA dará un pasito más, a rueda del ritmo marcado por la parte civil. También, al tiempo.

Muchos y decisivos deberes sin hacer les quedan a los gobiernos español, navarro y vasco, a los grandes partidos de ámbito estatal y a sus medios de comunicación incondicionales. Por ahora, se llevan el suspenso con todos los merecimientos. Aferrados a la consigna del "más de lo mismo", se empecinan en el error de negar que algo ha cambiado, aun teniendo la información pertinente y suficiente. Anuncian que no van a cambiar de política respecto al conflicto vasco. Suspenso. Amenazan con endurecer aún más las leyes que mantienen a la izquierda abertzale tradicional en la ilegalidad. Suspenso. Unen arbitrariamente el destino de esa izquierda abertzale a lo que decida ETA. Suspenso. Repiten la prohibición de manifestaciones y actos políticos. Suspenso. Llegará un momento en que cambiarán esa actitud. Al tiempo.

En este somero recuento de deberes pendientes, la izquierda abertzale ilegalizada ha dado pasos notables y, muy posiblemente, irreversibles. ETA ha iniciado lenta, pesadamente, la ciaboga del trasatlántico. Los gobiernos español, navarro y vasco, los partidos centralistas y sus apéndices mediáticos, ni siquiera han abierto los libros.