vitoria. ¿Qué plan represivo, o qué maniobra maquiavélica podría ejecutarse desde el poder si después fuera a ser inmediatamente revelada a los ciudadanos de todo el mundo? Algo así debió de pensar Daniel Ellsberg cuando, a mediados de los años 60, en plena invasión norteamericana de Vietnam, tomó una decisión que cambiaría el rumbo de aquél interminable conflicto que desangraba a su país.

Colaborador del Departamento de Defensa, que trataba de analizar por qué la todopoderosa armada estadounidense no podía ganar aquella guerra, Ellsberg tomó la decisión de coger el toro por los cuernos. Fotocopió casi 10.000 documentos que reflejaban cómo se las estaban gastando las tropas de su país en la lucha contra el Viet Cong, y los envió al New York Times y al Washington Post con la esperanza de que, si sus conciudadanos conocían los que realmente estaba pasando allí, no permitirían que aquella matanza sin apenas reglas siguiera adelante.

El golpe para el Pentágono fue bestial y el debate sobre la presencia norteamericana se abrió en canal hasta que los Acuerdos de París encauzaron el final de una guerra que ya era fuertemente contestada por casi toda la base social del país.

La Casa Blanca no perdonó a Ellsberg su arrojo y el secretario de Estado, Henry Kissinger llegó a decir de él que era "el hombre más peligroso de América". Después sería acusado de robo, espionaje y conspiración, y el FBI iniciaría una caza que le llevó incluso a irrumpir en la consulta de su psicoanalista para robar sus notas médicas con la intención de desacreditarle cuestionando su salud mental. Hasta la fecha, Ellsberg ha sido detenido en más de 60 ocasiones, pero su huella ha descubierto un camino por el que ahora avanzan sus sucesores a través de Internet.

el heredero natural El testigo de las invasiones polémicas de tropas estadounidenses lo tomó Irak, a donde George W. Bush mandó toda su artillería como respuesta a la herida abierta en el país el 11-S y con los recursos petrolíferos como evidente trasfondo. Y ahora, como entonces, un hombre ha tomado la bandera de la libertad de información para denunciar la estrategia del Pentágono y agilizar su salida de duros escenarios como el del país que gobernó Sadam Husein hasta que fue asesinado o Afganistán.

Su nombre es Julian Assage, periodista y programador que ha puesto cara a la publicación de secretos sobre estas guerras y que ya ha estado a punto de acabar en la cárcel por dos acusaciones de violación y acoso sexual tras la que intuye la mano del Pentágono.

Pero tras él se encuentra una comunidad firmemente constituida que trabaja desde allí donde haya un ordenador, convencida de que el examen público al que obligan estas filtraciones, o la amenaza de que se produzcan, llevará a los distintos poderes a comportarse éticamente, sea en EEUU, en China,... o en Euskadi. Aunque sólo sea por pura supervivencia.