Jaime Lissavetzky supone el regreso a primera línea de fuego de la política de un representante de la "vieja guardia" del PSOE cuya figura ha crecido los últimos años vinculada a los éxitos del deporte español. Formado como químico y curtido en las batallas internas que siguieron a la ruptura de Felipe González con Alfonso Guerra, se impuso en 1994 a los "guerristas" al frente de la Federación Socialista Madrileña (FSM) desde las filas renovadoras, que compartía con sus amigos Alfredo Pérez Rubalcaba y Joaquín Leguina, de cuyo Gobierno autonómico había formado parte. Nacido en Madrid el 27 de septiembre de 1951, en 1994 tomó el control de la FSM pero puso su cargo a disposición del partido tras la derrota electoral de 1995, que llevó a la presidencia del Gobierno autonómico a Alberto Ruiz-Gallardón, frente a quien Lissavezky ejerció como portavoz socialista. Senador a partir de 1996 y diputado desde 2000, Lissavetzky fue perdiendo apoyos dentro de la FSM y tuvo que ceder finalmente el testigo a Rafael Simancas. Fue designó, en 2004, presidente del Consejo Superior de Deportes y secretario de Estado para el Deporte.