ANTE la incapacidad de dos gobiernos israelíes de llegar a un acuerdo con Hamas para el intercambio de prisioneros, y tras cuatro años sin noticias de su hijo, los padres de Guilad Shalit decidieron entrar en acción: durante el mes de julio realizaron una marcha de doce días por todo Israel, desde Nahariya -pueblo natal de Guilad Shalit- hasta Jerusalén, a la que se unieron miles de israelíes. En la etapa final, la familia instaló una tienda de campaña frente a la oficina del primer ministro y anunció que no se movería de allí hasta que su hijo estuviese de vuelta en casa. El mensaje era claro. Según Noam Shalit, padre de Guilad, "se debe hacer cualquier cosa por devolver a un soldado de Israel a casa, sea cual sea el precio. Los gobiernos de Gaza e Israel deben acercar posturas, y si no hay más remedio que liberar a terroristas, aunque nos preocupe, deberá hacerse". Tras el apoyo mostrado por un gran número de israelíes durante la marcha, Noam Shalit afirmaba que "hasta el gobierno más cínico tendrá dificultades en ignorar esta manifestación, la más grande y larga que ha tenido lugar en el país durante los últimos años".

Más incisiva se mostraba Esti Gilisky, una de las organizadoras de la carpa y de la recogida de firmas, quien aseguraba que "el primer ministro no ha tenido el coraje de devolver a Shalit a casa". En cuanto al precio a pagar por Shalit, se mostraba contundente: "Tenemos el mejor ejército del mundo y somos perfectamente capaces de lidiar con los terroristas que se liberen. Por eso debemos y podemos pagar cualquier precio por Guilad".

Prisionero de guerra

La visión de Ala Jadarat sobre la captura de Shalit es diferente desde la misma base. "Según las propias estadísticas israelíes, la mayoría de los 6.400 presos políticos que se encuentran en cárceles israelíes son gente acusada de participar en manifestaciones o de pertenecer a asociaciones ilegales (ilegalizadas por Israel). Éstas pueden ser partidos políticos, pero también han ilegalizado asociaciones de trabajadores e, incluso, algunas organizaciones de caridad", asegura. Es por ello que, de acuerdo con Jadarat, "muchos de los presos que Hamas quiere intercambiar por Shalit no sólo no son terroristas, sino que ni siquiera deberían haber estado nunca en la cárcel, según la ley internacional". En cambio, "Guilad Shalit era un soldado israelí vestido de uniforme, tomando parte en una acción militar contra los civiles palestinos de Gaza y fue capturado en una acción llevada a cabo por grupos militantes que resistían la ocupación. Fue capturado como soldado, y esto le otorga el status de prisionero de guerra, algo totalmente legal". Asimismo, se pregunta "por qué muy poca gente se cuestiona qué estaba haciendo Shalit cuando lo capturaron y cuántos civiles mataron los misiles que salieron de la división de tanques donde él operaba".

Jadarat apunta que el dolor particular de los padres de Guilad Shalit es comprensible, "pero también lo es el de miles de familias palestinas de las que nadie sabe el nombre, cuyos hijos, muchos de ellos menores, han sido encarcelados sin cargos o debido a confesiones obtenidas mediante tortura, llevados a cárceles israelíes e incomunicados de sus seres queridos, y de ellos nadie habla", lamenta.