¿Qué sensaciones le dejó el homenaje a Juan Mari, diez años después de su asesinato?
Un poquito de todo. La ausencia está ahí, eso siempre estará, pero por otro lado contenta por la respuesta de los ciudadanos, de los amigos, de los compañeros, de la familia... Fueron tres actos distintos en tres lugares distintos, primero Burnikurutzeta, a las 10.30 de la mañana. La mayoría de quienes estuvieron allí también fueron después a Legorreta, la mayoría eran vecinos, y luego en Tolosa también vino más gente. Había personas de todo tipo, gente diversa y plural. Desde ese punto de vista estoy contenta, porque eso prevalece a pesar de los diez años.
Dijo que es el último homenaje, que suma sus ofrendas al Día de la Memoria. ¿Fue el de ayer un día especial, un punto de inflexión?
Nosotros lo hemos planteado de esa forma, tanto mi hija como yo. Yo venía pensando sobre esto un tiempo, porque desde la Dirección también hablábamos de que se había cerrado un ciclo, veíamos la necesidad de que Euskadi tuviera un día de recuerdo a las víctimas. Me parece lo más adecuado, trasladar al 10 de noviembre el recuerdo a todas las víctimas.
¿Qué le inspira aquel 29 de julio de 2000?
Añoranza. Me gustaría colocarme en el 29 de julio a las nueve de la mañana, que estaba Juan Mari en casa, y estaba hablando con él, cosa que ahora no puedo hacer.
Pero cuando las cosas pasan ya no hay vuelta atrás.
No se puede rebobinar, hay que seguir viviendo. Y como hay que seguir viviendo, hay que mirar hacia el futuro.
La vida continúa después de una tragedia de este tipo. ¿Qué diría a quienes han perdido a un ser querido asesinado recientemente?
Que tengan paciencia y mucha energía, y moral, y ganas de vivir por los que tienes al lado. En cada caso será distinto, uno tendrá hijos, otro no, pero tendrá alguien cerca que le empuje a mantenerse con la frente alta y mirando para adelante. La verdad es que, como decíamos antes, no se puede cambiar la realidad, y por eso hay que seguir viviendo. Si no ese mismo sufrimiento te consume a ti, y eso sería lo peor, no podemos permitir que encima de que han matado a un ser querido tuyo te hundas en la miseria.
El duelo no es el mismo cuando un ser querido muere en un accidente o por muerte natural.
Sí, pero también es verdad que las víctimas actuales, las que hemos tenido atentados en los últimos diez años, de alguna forma y entre comillas, somos privilegiadas. Hemos tenido el amparo, el reconocimiento y el apoyo de los ciudadanos de nuestros pueblos, de nuestras ciudades, de nuestro entorno, de las instituciones, cosa que antes no existía. Todo eso ha cambiado tanto que te ayuda a mantenerte y a intentar seguir viviendo. No puedes pasar página nunca, pero sí es distinto. Reconozco, y siempre lo he dicho, que las víctimas de los setenta y los ochenta han sido mucho peor tratadas que nosotras. Y en todos los aspectos.
¿Se sintió su familia arrinconada en algún momento, se promovió de alguna manera el sentimiento de culpa en la víctima?
Nosotros no lo hemos sentido, no hemos visto ese rechazo de la sociedad. Es más, en mi círculo de conocidos, en el pueblo, me he sentido sorprendida por algunas personas que yo consideraba que pasarían del tema o que políticamente estaban más cerca de la izquierda abertzale. En ese aspecto me puedo sentir privilegiada, agradezco que esas personas se hayan acercado, aun siendo ideológicamente distintas a mi pensamiento.
¿Hasta qué punto había llegado a sentirse amenazado?
Apareció en los papeles cuando era gobernador civil de Gipuzkoa y a partir de ahí empieza a trabajar en una empresa de fuera, primero en Madrid y Tenerife, y luego ya se va a Chile. Eso es lo que le aconsejan los que conocían la situación. Desde ese punto de vista era consciente de eso, pero en su fuero interno no pensaba nunca que le pudiese llegar, y mucho menos en Tolosa o Legorreta. Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que algo barruntaba. El mismo día que le mataron, cuando nos despedimos en casa, me comentó que había soñado que le mataban. A mí desde luego me dejó petrificada. Y encima, al poco me llaman diciendo lo que pasó, el shock fue tremendo.
¿Cómo fueron aquellos días?
Aquella vez vino porque íbamos a celebrar las bodas de plata, y a los dos días de matarle se tenía que marchar. El día antes, que era un viernes, estuvimos cambiando los billetes de avión porque a la vuelta supo que tenía que ir por Venezuela. Teníamos previsto comer el domingo en Zumaia toda la cuadrilla, porque solíamos hacer lo típico, poner dinero todas las semanas para luego hacer una comida o un viaje. Iba a ser un día de ésos, y mira como resultó todo.
¿El hecho de haber vivido fuera le dio una perspectiva distinta de lo que pasaba en Euskadi?
Juan Mari estaba completamente integrado, estaba al tanto de todo, y muchas veces se enteraba antes que yo de las cosas. Estaba muy interesado en que todo esto acabara. Como decía el otro día Jaime Otamendi (periodista y director de informativos de ETB cuando se produjo el asesinato), él trataba de establecer puentes.
¿Ésa fue siempre su posición con respecto a la forma de terminar definitivamente con la violencia política en Euskadi?
Sí, creía necesario hacer de interlocutor, hablar con la gente, lanzar el mensaje de que todas las cosas se pueden solucionar hablando, o se deberían, salvo con estos energúmenos que lo que hacen es matar. Él tenía muy claro eso, estaba convencidísimo de que eso tenía que ser así, y cuanto antes mejor. Solía decir que los nuevos jóvenes que van entrando en ETA no tienen ni idea de la historia de este país. Es gente que no ha vivido una dictadura, ha nacido con la democracia, en ese sentido él veía que eso había que hacerlo ya, porque más tarde sería más difícil. Las personas que estuvieran ahí no conocerían la historia de este país, y yo sigo pensando que así es, no conocen su país, viven en su mundo y sólo se preocupan por ellos. No respetan nada, ya sabemos todos lo que hacen.
¿Cómo valora el hecho de haber trabajado con dos gobiernos diferentes? ¿Cree que otorga credibilidad a la Dirección?
Creo que sí. Habiendo sido elegida por un Gobierno nacionalista, por Ibarretxe, que ahora el PSE nos haya mantenido en el puesto y deposite en nosotros su confianza, en parte es por el trabajo que hemos hecho. Hemos hecho mucha pedagogía, no sólo con las víctimas, también con los partidos, y siempre hemos sido impulsores del acuerdo, del consenso, hemos luchado lo indecible para que todo lo que ataña a las víctimas del terrorismo se haga con ese consenso. Sabían perfectamente lo que pensamos y cuáles eran nuestros proyectos, por eso creo que es de agradecer que nos ratifiquen, y creo que la ciudadanía lo percibe bien, no me atrevo a decirlo al cien por cien, pero creo que es así.
¿Les ha ayudado ese trabajo independiente del color del Ejecutivo a ubicarse fuera de la bronca política?
Las asociaciones de víctimas es posible que se sientan más cómodos con el nuevo Gobierno, porque desconfiaban, en general, del nacionalismo. El Ejecutivo anterior ha estado muchos años gobernando y es el que estaba enfrente, y de alguna forma ha estado ausente en esos años duros, pero no solamente estuvo ausente el Gobierno Vasco, también el Gobierno central, los ayuntamientos... Aquí todos tenemos que entonar el mea culpa, empezando por mí misma. En algún momento habremos fallado, digo yo.