Vitoria. Cuando, hace poco más de un año, PP y PSE firmaron el acuerdo de bases que permitió a Patxi López acceder a Ajuria Enea, la primera pregunta que vino a la cabeza de periodistas, oposición, y probablemente de los propios protagonistas del pacto fue: ¿Y qué pasará cuando se acerquen las Generales?.
A pesar de haber protagonizado una campaña eminentemente vasquista, lejos de los postulados del PP, por mucho que los conservadores moderaran su discurso tras la salida de María San Gil, la alianza entre socialistas y populares no chirría demasiado en Euskadi. Son partidos que difieren prácticamente en todo, pero vista la disposición del tablero político tras las elecciones de 2009 la meta común de desalojar al nacionalismo del poder tras treinta años de gobiernos del PNV justificó un pacto que a día de hoy goza de excelente salud.
Tanto que, parece, se puede reeditar en las forales y municipales que se celebrarán dentro de un año. Sin embargo, el PP se enfrenta a una contradicción a la que ya ha empezado a hacer frente. En España toda la artillería popular apunta ya a la línea de flotación de los socialistas, ahora que Zapatero vive sus horas más bajas, y por mucho que la existencia del nacionalismo justifique para los dos actores el pacto en Euskadi, el PSE forma parte del PSOE. Este hecho, por ejemplo, no se da en Cataluña, donde el PSC es autónomo, y por ello está autorizado a lanzar órdagos al Gobierno central en busca de su propio beneficio, y a buscar sus alianzas en el Parlament sin rendir cuentas a Madrid.
Fidelidad a Madrid En Euskadi, ni socialistas ni populares pueden rebelarse contra sus naves nodrizas. Y en lo que al PP respecta, la consigna es contribuir al hundimiento del presidente del Gobierno. En ese sentido, los populares vascos han intensificado en las últimas semanas un mensaje que su portavoz parlamentario, Leopoldo Barreda, resumió en el Pleno del Parlamento Vasco del pasado jueves 3 de junio: "Cuanto más lejos de Zapatero, mejor". El PP debe trasladar la sensación de que en Euskadi se gobierna de otra manera, aun con un socialista en el poder, y en esa línea se incide en los últimos días. Sin ir más lejos, Barreda repitió el mensaje parlamentario el pasado lunes en una entrevista concedida a Onda Vasca- Grupo Noticias, y probablemente lo siga haciendo en lo sucesivo. "Somos responsables de que López esté en el Gobierno, evidentemente, pero de lo que no somos responsables es de la política económica que ha hecho Zapatero, que es la que nos ha llevado a esta situación. Nosotros creemos que en el País Vasco se está haciendo una política distinta y cuanto más lejos de esas medidas, mejor", aseguró el portavoz parlamentario del Partido Popular.
Con este discurso se logra un doble objetivo. Se hacen los deberes para con el partido en Madrid y se desvincula a Patxi López del PSOE. Así, por un lado, se refuerza la salud del acuerdo de bases, y por otro el PP tiene un argumento para responder cuando se le acuse de hacer una cosa en Madrid y la contraria en Gasteiz. Rajoy optó por votar no al tijeretazo, sabedor de que se iba a aprobar de todas formas, y Basagoiti dirá sí a su aplicación a la vasca.
Contribuye a mitigar la contradicción el hecho de que el Ejecutivo Vasco haya marcado ciertas distancias, sin llegar ni de lejos al desacato, con un Gobierno central a la baja. Lehendakaritza insiste en que ha de adaptar sus medidas a la idiosincrasia institucional vasca, y aprovecha sus turnos en el Parlamento más para defender su propia gestión de la crisis que para echar capotes al presidente. Justo lo contrario hace el PP, que condiciona un apoyo cantado al recorte de Patxi López a frenar el despilfarro en las sociedades públicas y no hablar muy alto de subidas de impuestos, pero que invierte gran parte de sus esfuerzos en la Cámara en desacreditar a Zapatero.
Después de las municipales Habrá que ver cómo se mantiene la solidez del pacto cuando pasen las elecciones municipales y forales y se entre de lleno en la batalla de las generales de 2012. Lógicamente, entonces también el PSE tendrá la obligación de sumarse a la batalla por La Moncloa y le tocará atacar al Partido Popular, aunque sea a nivel estatal.
En todo caso, hasta ahora, si algo ha caracterizado al pacto ha sido la lealtad de sus firmantes. López y Basagoiti han mantenido medidos desencuentros en materias no demasiado relevantes o muy ligadas al ideario más íntimo de cada formación, pero no se han movido un milímetro en lo fundamental: garantizar la estabilidad del Gobierno Vasco con una sola condición impuesta por el PP: que los socialistas sean los más papistas en la deslegitimación del terrorismo, pero que se intuya por detrás la mano popular.