LA letra pequeña suele ser la más importante. Pero es eso. La más pequeña. Y, con frecuencia, la más enmarañada y menos leída. Facturas o anuncios publicitarios dejan en su mano el trabajo de dar la mala noticia. En ocasiones, su tamaño se reduce a la mínima expresión hasta hacerla desaparecer. Pero, en su ausencia, se impone la lectura entre líneas. Como la que puede realizarse con la última entrega del Sociómetro. Si entre el baile de cifras de la caída del PSE y la subida del PP podría pensarse en primera instancia que la entente se perpetuaría tras la cita con las urnas de 2013, un análisis pormenorizado arroja a la superficie un mensaje bien distinto. Un cálculo de mal agüero para el Gobierno que vaticina la pérdida de la mayoría para sus siglas y las de su socio preferente, dejando a ambos con 36 escaños -dos menos que en la actualidad, y tomando con cautela unos datos a tres años de la cita- en la Cámara vasca.

Así se desprende del sondeo hecho público la semana pasada y elaborado entre los días 10 y 20 de mayo . Los datos, centrados en el ámbito político, se dejan en la recámara, no obstante, la conversión de las cifras en escaños. Una omisión que impide, en un primer golpe de vista, constatar cómo se presentaría el equilibrio de fuerzas en unas próximas elecciones vascas, y que coincide con la desaparición de los datos más incómodos para el Ejecutivo de Gasteiz.

Según los expertos consultados por DNA, una de las claves se fundamenta en la intención de voto declarada. El PNV, con un 20,2%, superaría a la suma PP-PSE, que se quedaría en un 18,8%. El detalle evidencia un cambio de tornas, puesto que el pasado año los jeltzales se hicieron con un 19,3% de sufragios -según el Sociómetro-, frente al 21,9% constitucionalista. Una subida que no se traduce en una mayoría en escaños sobre el frente de populares y socialistas, puesto que deben ser aplicados los cálculos de calibración de intención de voto -entran en juego factores como el efecto alavés, que infla el voto constitucionalista- para dirimir sobre el reparto.

Así, se obtendría como resultado que, si hace un año PP y PSE recabaron el 44,8% de esos sufragios -38 asientos-, a día de hoy la cifra bajaría a un 42,2% -36 parlamentarios, a dos de la mayoría absoluta-. Esos dos nombres engrosarían el haber del PNV, que subiría a 32 sillas -pasa de un 38,5% de apoyos a un 40,9%-. Aralar y UPyD no experimentarían movimientos, al contrario que EB -inmersa en una crisis interna, perdería su único asiento- y EA -que subiría un escaño para llegar a dos-.

El sondeo, por su parte, deja ver que buena parte de la caída de la entente bebe de la pérdida de votos del socialismo -baja 3,3 puntos, frente a la subida de 0,2 del PP, o la de 0,9 del PNV-. Un 31% de los votantes socialistas afirma que no volvería a apoyar a las siglas de López. Su fidelidad, así, desciende al 69%. Mientras en Bizkaia el reparto no varía, en Araba y Gipuzkoa la entente asiste a la pérdida de sendos asientos, a pesar de la campaña de los populares por extender el cambio al territorio arabarra -la posición jeltzale a favor de aclarar responsabilidades y de rechazar taxativamente la corrupción tras la salida a la luz de la supuesta trama De Miguel parece haber recibido el visto bueno social-.

MAYORÍA SOCIAL Y EN GASTEIZ Los datos afean el mensaje del Gobierno del PSE, que esgrime la realidad parlamentaria frente a las críticas que ponen el acento en la mayoría social abertzale de la CAV. Si se dan por buenos los datos, ni la realidad de Gasteiz respaldaría su tesis, tras su pérdida de la mayoría. Además, las encuestas se realizaron sin tener en cuenta una eventual participación de la izquierda abertzale histórica en las urnas, que podría modificar la geografía de la institución -mediante el voto de los que optaron por el sufragio nulo- acentuando la presencia del nacionalismo vasco.

El precedente que mayor parentesco guarda con las referencias electorales es el sondeo que llegó un mes después de la cita del 1 de marzo, y que evidenció que el 25% de los abstencionistas hubiera reconsiderado su postura y hubiera acudido a votar una vez vistos los resultados. A pesar de que la CAV haya dejado patente su descontento en encuestas más recientes, sólo una de ellas ha hablado, hasta el momento y con claridad, de las posibilidades del gabinete de López de cara a repetir en Ajuria Enea. Sucedió el pasado mes de abril, con el sondeo telefónico que reveló que el 48% de los vascos vaticina la vuelta del PNV al Gobierno en los próximos comicios, mientras un 24% apuesta por el PSE. El dato, además, salió a la luz cuatro meses después de la recogida de la información.

Hasta el momento, el suspenso a Lakua había llegado de la mano de datos como los sociómetros de noviembre y diciembre, que descubrían una caída de veinte puntos en la confianza hacia el Gobierno vasco, al tiempo que cifraban en un 71% a los ciudadanos que no mostraban fe en el lehendakari. Unos números con los que el futuro electoral se perdía en el horizonte, y que podían ser relativizados, por tanto, con mayor facilidad por el equipo socialista. De hecho, así ocurrió, con las menciones a los "problemas de comunicación" del gabinete.