CON este llamamiento "Europa, despiértate!" el diario Le Monde encabezaba un editorial el pasado sábado cuatro de abril en el que analizaba algunos parámetros económicos, políticos y sociales del primer trimestre del año. Según el editorialista "el panorama pinta negro" y termina advirtiendo del riesgo de que Europa pase a la segunda división en el concierto internacional.

Puede parecer catastrofista, pero imagino que hubiera sido aún peor si se hubiera sentado frente a su ordenador este fin de semana, tras comprobar el caos aéreo provocado por la erupción del volcán islandés. Cinco días para adoptar una postura común mientras miles de ciudadanos se movían entre la resignación de saber que las causas del colapso sólo era atribuibles a la naturaleza y el enfado por la falta de decisiones claras (menos el drástico cierre del espacio aéreo) de las autoridades. Xose Luis Barreiro tiene la virtud, entre otras muchas, de poner ejemplos gráficos a sus valoraciones. En su charla de Onda Vasca nos dejó con una sonrisa cuando comparó la respuesta de la Unión Europea ante esta situación con la de Mortadelo cuando que se queda en el aire agitando piernas y brazos mientras sabe que, inevitablemente, cae al vacío y aquello acabará en batacazo.

No fue la Unión Europea la causante del caos (fue un volcán y un viento del norte) y tampoco es achacable a ella que no adopte decisiones más claras sobre qué zonas aéreas eran seguras y cuáles no para volar. Eso no significa que se haya hecho todo bien, ni mucho menos, pero seamos justos a la hora de reconocer que no hay motivo para que los euroescépticos saquen pecho.

Es contradictorio pedir a la Unión Europea que arregle un desaguisado si antes no hemos dotado a sus organismos de competencias sobre la materia. De la crisis podemos constatar que todo ha ido un poco peor porque cada Estado mantiene su propio espacio aéreo. Si desde el primer momento hubiera existido una sola autoridad aérea comunitaria, no se hubiera tardado cinco días en poner de acuerdo a veintisiete Estados. Es precisamente la falta de más Unión Europea, la parcelación estatal, la que dificulta la toma de decisiones. Conclusión: quienes se niegan a ceder más competencias a los órganos comunes no pueden ser los mismos que levantan la voz ante su falta de eficacia.

Pero entre los europeístas también deberíamos ser críticos con una cuestión: pese a la carencia de poderes, los medios puestos a disposición permiten una respuesta más eficaz que una videoconferencia convocada con cinco días de retraso, los comisarios afectados titubeando y la presidencia de turna vaya usted a saber dónde. Vuelvo a citar al profesor Barreiro: "Europa surfea siempre sobre la cresta de la crisis". Pero cuando la ola baja, convendría sacar algunas conclusiones para que no se repita esta toma de decisiones que huele a improvisación o, a veces peor, a presiones externas a los intereses públicos (esta vez han sido las compañías aéreas las que parecen haber convocado el cónclave ministerial).

Liderazgo

Pero esta crisis de los aviones sólo es un síntoma de un mal mucho más preocupante que aqueja a Europa: la falta de liderazgo económico y político. "Le Monde" atinaba en su editorial cuando se refería al tirón de Obama a la hora de ponerse al frente de la crisis y hacer una gestión arriesgada pero decidida frente a una Europa que se debate entre poner a su frente a una figura con peso político u optar, como sucedió, por un personaje casi anónimo cuya virtud principal era precisamente esa, la de no brillar demasiado, la de no hacer sombra.

La política paneuropea, añadía el rotativo francés, ha tardado semanas en decidirse por el rescate griego. Por el contrario, China, Corea, Japón y los países de la ASEAN se han adelantado a una eventual situación de quiebra estatal de algunos de sus socios creando un fondo común dotado con casi 100.000 millones de euros. Añadan a ello que los crecimientos previstos para este ejercicio, en medio de la crisis, para China (entre el 8% y el 12%) e India (8%), junto al despegue norteamericano (3,1%) colocan a Europa al borde de ser descabalgada de la primera división mundial con un pobre 1%.

Los datos macroeconómicos siempre ayudan a fotografiar el momento, pero aún más significativos son los ejemplos que citaba Le Monde en ese editorial: Geely, el gigante del automóvil chino, ha comprado la firma europea Volvo, la petrolera francesa Total se está viendo desplazada por firmas surcoreanas en los países del Golfo Pérsico y la compañía de telefonía móvil india Barthi es ya la quinta mundial en el sector al haberse hecho en Africa con contratos que hasta ahora habían sido adjudicados a empresas europeas, especialmente británicas y francesas.

Europa puede seguir con su larga siesta, con sus ahogos estatales y sus disputas internas, pero mientras los otros dos polos tradicionales de desarrollo han emprendido una singladura de la que, de momento, sólo vemos su estela.