vitoria. Mientras entrevistada y entrevistador toman asiento, y con la grabadora aún sin conectar, el Plan de Convivencia Democrática y Deslegitimación de la Violencia se apodera de la conversación. Mari Mar Blanco conoce el proyecto y aporta su triple visión de víctima del terrorismo, dirigente política y presidenta de la Comisión que acogerá, probablemente, el debate parlamentario sobre esta cuestión. No rehúye las preguntas y ataca cada respuesta con decisión. Su sí a esta iniciativa es rotundo, convencida como está de que el final del terrorismo pasa irremediablemente por la educación. Y ahí deben estar las víctimas para prestar su voz y sus recuerdos.
Dado el carácter interdepartamental del reformulado Plan de Educación para la Paz, ¿pasará por su Comisión o no le tocará?
Si no cambian las cosas, parece que sí. En un principio se va a hacer una comisión conjunta entre la Derechos Humanos y la de Educación. Respecto a este plan, para mí es primordial centrarnos en la educación de los jóvenes si queremos cortar de raíz su adoctrinamiento y así evitar que formen parte de la cantera de ETA.
Si finalmente el Gobierno Vasco no logra consensuar esta iniciativa con el PNV, el debate que usted tendrá que moderar se prevé caliente.
Por lo que sé a través de los medios todo apunta a que mucho tienen que cambiar las cosas para alcanzar ese consenso. Pero mucho tienen que cambiar por parte de los nacionalistas. Yo espero y deseo que el Gobierno no tenga que descafeinar y rebajar el documento para que entren los nacionalistas. El documento final tiene que partir de las bases, que es el borrador que nos derivaron. Y tiene que salir adelante si de verdad queremos terminar de una vez por todas con la violencia terrorista. Los jóvenes tienen que conocer de primera mano por parte de las víctimas del terrorismo y también de los propios profesores lo que realmente ha ocurrido en este país y no lo que desgraciadamente las instituciones han permitido que se contara. Aquí no hay dos bandos, hay una banda de asesinos que está acabando con vidas de inocentes a través de la amenaza y la extorsión y, lo peor, a través del asesinato sólo por defender una ideas legítimas y diferentes a las que ellos defienden. Los jóvenes tienen que saber diferenciar entre las víctimas y los victimarios, tienen que saber diferenciar entre la libertad y los liberticidas. No puede haber un 15% de jóvenes que dan el visto bueno a la violencia o un 18% que admiten que en su seno familiar se da el visto bueno a la violencia terrorista. Tenemos que atajar todo esto y éste es un documento válido para conseguirlo. La derrota de ETA tiene que pasar necesariamente por la educación.
La búsqueda del consenso ha sido el denominador común entre todos los agentes políticos, pero tanto el Gobierno como el PP apuestan por aprobar el plan aunque no logren el respaldo de los demás partidos. ¿No supone una rebaja en las pretensiones?
El PP también ha dicho al Gobierno que no cuente con nosotros si por lograr el respaldo del PNV descafeína el plan. Ha habido una reformulación para que de una vez por todas acabemos con las equidistancias que defiende el plan del Gobierno tripartito, por lo que no tendría sentido variarlo para regresar al anterior. Claro que me gustaría que en un asunto tan importante como la deslegitimación del terrorismo hubiese el máximo consenso, pero es que ante eso nadie debería oponerse. Ante la educación en valores éticos y democráticos ningún grupo debería oponerse.
¿El Plan del Gabinete Ibarretxe no persigue el mismo objetivo?
Es un plan equidistante y ambiguo. Fue un documento elaborado a espaldas de las asociaciones de víctimas del terrorismo. Este documento no deslegitima al terrorismo. O se está con los asesinos o con la víctimas, estar en un término medio es imposible, que es lo que pretendía el anterior documento. El propio término de víctimas del terrorismo brillaba por su ausencia. Frente a él, el plan que se pretende aprobar persigue dignificar y dar el papel que les corresponde a las víctimas del terrorismo, cosa que el plan vigente no.
La presencia de las víctimas en las aulas es uno de los aspectos que más polémica ha generado, con críticas que enmarcan los testimonios en una pretensión política y no pedagógica.
Ya en la anterior legislatura defendimos la importancia de la presencia física de las víctimas en las aulas. El testimonio directo es siempre mucho más creíble. Puedo hablar de experiencias en otras comunidades donde es muy habitual que víctimas del terrorismo acudan a los colegios. Yo misma estuve este lunes en un colegio mayor de Madrid. Me parece una experiencia muy enriquecedora, porque ya no es sólo el testimonio, sino tu experiencia. Pero lo que me entusiasma es el diálogo que se establece entre el propio alumno y la víctima. Ahora que se ha hablado del mensaje cargado de venganza y odio que podíamos transmitir las víctimas, un alumno me comentaba el otro día que era extraño que en todo este tiempo nadie se haya tomado la justicia por su mano. Nunca lo vamos a hacer porque defendemos los valores democráticos. Nunca nos pondremos al nivel de un asesino.
¿Esa visión incluye un mensaje reconciliador en las aulas?
No, yo no he dicho eso. El anterior Gobierno dijo en su día que las víctimas que podían ir a los colegios eran las que habían perdonado y se habían reconciliado. Son dos términos que corresponden a algo muy personal. Tenemos que hablar de valores y convivencia democrática, porque es lo que siempre hemos hecho y siempre vamos a defender. Reconciliarme con alguien que nunca se ha arrepentido de los crímenes que ha cometido, que nunca ha pedido perdón, perdonar a quien se siente orgulloso de lo que ha hecho, corresponde a una posición muy personal que no tiene por qué formar parte de una víctima para que pueda prestar su testimonio en las aulas.
La falta de consenso también es palpable entre la comunidad educativa, quizás por la tardanza con la que estos agentes han recibido la información.
Creo que el Gobierno no ha sabido explicarlo bien. Así como el texto en su conjunto nos parece que es muy bueno, la puesta en práctica pierde un poco de importancia porque se quiere dar demasiada autonomía a los centros. No quiere decir que el Departamento tenga que imponer, pero en cierta manera debe sugerir a los colegios la conveniencia de que existan testimonios directos de las víctimas. También serviría para comprobar que verdaderamente se ha llevado a cabo esta iniciativa. Si nos limitamos a proyectar un video, ¿quién da fe de que verdaderamente ha sido así?
¿Quién debe elegir a las víctimas?
Es un papel que, en mi opinión, le corresponde a la Dirección de Víctimas del Terrorismo. Entre otras cosas, así se evitaría que un centro escoja sólo víctimas del GAL o de la extrema derecha. Porque guste o no guste, la mayoría de las víctimas son de ETA y es la única banda que sigue existiendo.