Varsovia. Los restos mortales del presidente polaco Lech Kaczynski, fallecido al estrellarse el avión en el que viajaba junto a otras 95 personas, fueron recibidos ayer en Varsovia, en medio de gran conmoción, por decenas de miles de personas, entre ellas su hermano gemelo, el ex primer ministro Jaroslaw Kaczynski.
Mientras el pueblo llenaba las calles, a la espera del cortejo fúnebre, el primer ministro, Donald Tusk, el presidente del Parlamento y jefe de Estado en funciones, Bronislaw Komorowski, y el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, acompañaron al féretro en el aeropuerto de Varsovia.
Los restos del mandatario llegaron a bordo de un avión militar polaco modelo CASA, de fabricación española. A pesar de los deseos de la familia, el cadáver de Kaczynski no pudo finalmente ser repatriado junto con el de su esposa, Maria Kaczynska, también muerta en la tragedia aérea, ya que su cuerpo todavía no estaba entre los 24 identificados.
A pie de pista también esperaba el hermano del presidente Jaroslaw Kaczynski, quien fue en la madrugada del domingo el encargado de reconocer el cadáver de su gemelo.
Allí estaban también otros miembros de su familia, incluyendo la hija del fallecido, Marta, visiblemente emocionada. Fueron precisamente Marta y Jaroslaw los primeros que se arrodillaron ante al ataúd y besaron el féretro, cubierto con la bandera polaca y escoltado por cuatro oficiales con los sables en alto.
Luego, desfilaron el resto de familiares y personalidades políticas y representantes de altas instituciones presentes, en uno de los momentos más solemnes y emocionantes.
La madre de los gemelos Kaczynski, Jadwiga, ingresada en un hospital de Varsovia debido a su delicado estado de salud, aún no sabe la noticia de la muerte de su hijo, con quien mantenía un estrecho contacto.
muestras de dolor Tras la recepción y los honores militares y religiosos, el cortejo fúnebre partió en dirección al Palacio Presidencial en un recorrido flanqueado por miles de compungidos varsovianos, de riguroso luto, que esperaban a pie de calle portando banderas nacionales polacas y retratos de la pareja presidencial.
A lo largo de los diez kilómetros que separan el aeropuerto de Varsovia del palacio presidencial los polacos formaron una gigantesca y abultada cadena humana que aplaudía al paso de la caravana con los restos de Kaczynski.
Al paso del cortejo, que paralizó completamente el tráfico de la ciudad, podían verse ondeando banderas con crespones negros, no solo en los edificios oficiales, sino también en numerosas viviendas y en los vehículos de transporte público como tranvías y autobuses, pero también en muchos automóviles particulares. La caravana con el coche fúnebre, escoltado por nueve motoristas de la policía, circuló lentamente durante todo el trayecto para permitir al pueblo despedirse de su máxima autoridad.
El recorrido finalizó en el Palacio Presidencial, donde miles de ciudadanos se agolpaban desde horas antes a sus puertas con flores y banderas para despedirse de su presidente, mientras numerosos jóvenes boy scout trataban de ordenar la masa humana.
Vestidos con sus uniformes tradicionales, muchos de ellos "de servicio" desde primeras horas de la mañana, los jóvenes dirigían las ofrendas de flores y se preocupaban de colocar las nuevas velas que aportaban los ciudadanos y retirar las consumidas ante la valla del palacio presidenial. "Es un honor poder servir a Polonia en estos momentos", explicaba Jan, un chaval de no más de 12 años con la cara y las manos manchadas de la cera y el hollín de las velas que manipulaba.
El resto del país permanecía frente al televisor en un estado de conmoción colectiva, con el tráfico casi paralizado y millones de polacos con el rostro compungido, en una conmoción nacional como no se había vivido desde la muerte del Papa Juan Pablo II.
capilla ardiente Hasta que se celebre el funeral de Estado, sólo la familia podrá acceder a la capilla del Palacio Presidencial, donde fue depositado el féretro. El portavoz del Ejecutivo, Pawel Grass, informó de la intención del Gobierno de que el cuerpo sin vida de Kaczynski fuera expuesto en el palacio presidencial para que todos los polacos puedan despedirse de él, aunque para eso era necesario contar con la autorización de la familia.
La catástrofe se produjo el sábado, cuando la delegación encabezada por Lech Kaczynsnki volaba a la ceremonia en recuerdo de los 20.000 oficiales y soldados polacos asesinados por los servicios secretos de Stalin, en Katyn (Rusia), hace setenta años.
Tras la tragedia, Polonia ha decretado una semana de luto nacional en la que la mayoría de actividades culturales y deportivas serán cancelas, entre ellas la fase final de la Liga de Campeones de voleibol que debía disputarse estos días en Lódz.
Ya en la noche del sábado, locales, discotecas y bares cerraron sus puertas en un anticipo de la semana de duelo nacional que comenzó ayer.
Más allá del dolor y las causas de la catástrofe, Polonia encara ahora una semana de duelo y la necesidad de recomponer cuanto antes sus instituciones huérfanas, incluyendo la presidencia del Gobierno, el Banco Nacional y el Estado Mayor del Ejército, cuyos responsables están también entre las víctimas.