EL Aberri Eguna es uno de los puntos de inflexión tradicional del curso político vasco. Entre otras cosas, porque en torno a él son recurrentes, por ejemplo, los rumores en torno a comunicados y/o supuestos anuncios más o menos trascendentales de ETA. Este año, el Domingo de Resurrección también venía aliñado con este condimento, en unas circunstancias muy especiales, tras un mes de goteo incesante de declaraciones, réplicas y contrarréplicas que se han intercambiado públicamente la organización terrorista y la izquierda abertzale histórica, al albur del declarado compromiso de la última con las vías políticas y con la intervención de una notable representación de mediadores internacionales.

Una coyuntura propicia para alentar la expectación a la que se sumaba, con implicación tangencial con este primer elemento, la convocatoria del Aberri Eguna de la red Independentistak, cita conjunta de Eusko Alkartasuna y la izquierda abertzale tradicional.

A esta receta de perspectivas se sumaba un PNV al margen de este proyecto de aglutinación soberanista, tocado por el reciente caso de supuesta corrupción en Álava y en pleno proceso de impulso preelectoral de cara a las municipales y forales de 2011, y un PSE-EE al que periódicamente desazonan las encuestas y, en las últimas semanas, preso de la contradicción de un socio preferente que le había puesto a los pies de los caballos nada más y nada menos que respecto a la política antiterrorista. Ingredientes que daban picante al Aberri Eguna de este año y que la cita del domingo no ha zanjado. El Día de la Patria Vasca, quizá como es casi tradición, ha sido un punto y seguido.

la eterna espera

Una relación epistolar

La cadencia de documentos y declaraciones que enciende la mecha de expectación en torno a la izquierda abertzale histórica y, muy especialmente, sobre ETA, empieza básicamente en la reflexión Zutik Euskal Herria, se ve sacudida por el asesinato de un gendarme cerca de París -a la que sucedió un sutilísimo emplazamiento de la izquierda abertzale a la organización terrorista a ratificarse en la apuesta expresada en Zutik Euskal Herria y la consiguiente réplica de ETA de contenido aún más críptico y displicente- y notablemente alentada la semana pasada por la declaración de Bruselas, un documento cocinado por Brian Currin y avalado por prestigiosos mediadores internacionales entre los que se encuentran cuatro premios Nobel de la Paz.

El texto, que se dirige a la organización terrorista para reclamarle un "alto el fuego permanente y completamente verificable", es acogido entre la ostentosa indiferencia de muchos y la intuición -más esperanzada, parece, que otra cosa- de que la presencia de Currin y la concurrencia de personalidades de reconocido prestigio internacional podía avalar que la declaración formaba parte de un guión en el que ésta podría constituir una pista de aterrizaje para algún pronunciamiento de ETA. Opción ésta alentada por la polémica desencadenada por Jaime Mayor Oreja, al situar a la organización terrorista y al Gobierno de Rodríguez Zapatero en pie de igualdad como "aliados potenciales" de cara a las elecciones de 2011 y 2012.

Pues bien, especulaciones al margen, ETA se despachó el domingo mediante un comunicado publicado en Gara sin mayores alusiones al movimiento de Bruselas -Currin ya se había marcado un plazo de "no más de 12 meses" para que ocurra algo-. Tras un mes de creciente expectación -a fin de cuentas, se acaban de cumplir cuatro años de la última declaración de "alto el fuego"- el Aberri Eguna se salda en este sentido con el cierre de otro capítulo, otro más. El plazo de un año que se daba Currin no es gratuito, es justamente el tiempo que falta para las elecciones municipales y forales y la necesidad de la presencia en las urnas de la izquierda abertzale histórica ha sido reconocida por ella misma y por la propia ETA.

reconfiguración política

El tablero de los partidos

Y aquí entra en juego la novedad stricto sensu de este Aberri Eguna, el acto organizado entre Irun y Hendaia por la red Independentistak, convocatoria que aunó a Eusko Alkartasuna y la izquierda abertzale tradicional, entre otros agentes sindicales y sociales. El acto escenifica de forma pública y notoria el intento de ambos por un trabajo en común que tiene como referencia el traído y llevado polo soberanista, un concepto en el punto de mira judicial desde la desarticulación en octubre pasado del denominado Bateragune, sobre el que se redobla la presión legal con la reforma anunciada por el Gobierno.

El acto del domingo constata, pese a la llamada a la unidad abertzale, que ésta, al menos por ahora, no es tal o, con más precisión, no es total. La brecha con el PNV, es obvia, incluso pese al emplazamiento que Iñigo Urkullu dirigió a su otrora socio de gobierno también el domingo, llamamiento que por cierto le ha costado la andanada del PSE-EE hasta tal punto que el martes se vio obligado a dar explicaciones sobre el auténtico sentido de sus palabras en el discurso que dirigió a los asistentes al acto celebrado en Bilbao.

La brecha entre jeltzales y socialistas es casi más profunda que hace un año, cuando los últimos accedieron al Gobierno Vasco. El enfrentamiento vivido entre ambos en la resaca del Aberri Eguna -con sonoros exabruptos en los que se ha entremezclado la actitud de unos y otros hacia ETA- constata que el desencuentro ha adquirido ya tintes estructurales, más allá del episodio coyuntural de las elecciones de 2009, lo que ofrece también otra visión del apuntalamiento de la alianza de socialistas y populares, todos ellos buscando buenas posiciones a la espera de que las urnas pongan a prueba la reconfiguración institucional nacida hace un año.

El escenario político se mueve al compás de una cuenta atrás que tiene su dead line en las municipales y forales de la próxima primavera. El Aberri Eguna de hace una semana sirvió para tomar la temperatura a la situación de una clase política en la que se palpan muchas expectativas que la tradicional cita abertzale no logró despejar. Punto y seguido.