moscú. Los disturbios que comenzaron ayer en Kirguizistán no son nuevos para este joven país que dejó de ser una República Soviética en 1991. Con poco más de cinco millones de habitantes, en estas dos décadas de historia los kirguís han tenido que vivir con movimientos desestabilizadores que han alterado la paz.
Sin salida al mar, Kirguizistán comparte frontera con Tayikistán, Kazajistán, Uzbekistán y China. La tradicional economía basada en la ganadería y la agricultura dio paso a una pequeña industrialización en los años en los que estuvo ligada a la URSS. Pero a pesar de esos ligeros avances, el país asiático basa su economía en las actividades del sector primario que emplea a casi el 50% de su población y su reflejo en el PIB se eleva hasta el 40%. Los recelos por el trabajo desarrollado por los políticos no es la primera vez que alteran la vida diaria de los kirguís. El más destacado de todos ocurrió en marzo de 2005 cuando se produjo la Revolución de los Tulipanes. Las sospechas de fraude electoral incendiaron los ánimos del país. Miles de manifestantes se congregaron para pedir la dimisión del entonces presidente, Askar Akáyev, que llevaba en el cargo desde 1990. En un primer instante, el mandatario se mantuvo en sus trece y se negó a abandonar el cargo, hasta que, finalmente, dos días después salió del país y se exilió en Moscú. Mientras Akáyev deshojaba la margarita sobre si cedía y dejaba la presidencia de la ex república soviética o no, el país se sumió en disturbios entre los opositores y la Policía, pero, sin embargo, no dejaron las escenas de violencia que tuvieron lugar ayer. Los disidentes comenzaron tomando el dominio del sur del país para avanzar al final hasta el asalto a la sede del gobierno en Bishkek, la capital de Kirguizistán, logrando superar la barrera del ejército para hacerse con el control.
Con la huida de Akáyev, el camino quedó abierto para la oposición, ya que el parlamento nombró un Gobierno de transición hasta las nuevas elecciones con un marcado cariz opositor al anterior régimen. El elegido fue Kourmanbek Bakíev, que se postuló como candidato a los comicios que se celebraron en julio del año 2005 y el resultado no pudo ser más arrollador.
Casi un 90% de los votantes se decantó por quien había derrotado al único presidente que había tenido Kirguizistán en su corta historia, convirtiéndose en el segundo en acceder al cargo. Ahora, cinco años después, Bakíev vive en su propia piel lo acontecido cinco años atrás. Miles de opositores forzando su dimisión tras haber sido uno de ellos.