Vitoria. Hay un Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) anterior a Anatomía de un instante (Mondadori, 2009). Es el Cercas autor de exitosas novelas como El vientre de la ballena, Soldados de Salamina y La velocidad de la luz. Su libro sobre el 23-F iba ser una novela pero, comprendiendo que no podía escribir "una ficción sobre las ficciones" del golpe, se embarcó en una mastodóntica tarea de cuatro años para desentrañar con éxito lo que ocurrió antes, durante y después de aquel instante de la tarde del 23 de febrero de 1981, cuando Adolfo Suárez permaneció sentado en su escaño "mientras las balas de los golpistas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo". Y a juicio de cómo le han tratado los lectores y la crítica, ha conseguido su propósito. Apenas recuperado de una "escalofriante" afonía, atiende por teléfono a este medio desde su casa de Barcelona.
El año que viene se cumplirán treinta años del 23-F. ¿Los historiadores se atreverán por fin a hincarle el diente a lo que ocurrió?
Se han escrito toneladas de cosas, pero se ha hecho sin documentación, porque no hay papeles de todo aquello, y, sobre todo, sin las grabaciones de las conversaciones que en su momento se hicieron a los implicados. Al no existir documentación, cualquiera puede decir cualquier tontería. Hay muchísimos libros periodísticos, escritos deprisa y corriendo, pero los periodistas españoles no tienen tres o cuatro años para ponerse a ello como he tenido yo. Cuando me metí en el tema, lo que vi fue un magma de ficciones, de leyendas que pasaban por realidades. Todo el mundo tiene su película sobre el 23-F y se han hecho correr una serie de bulos. Hay una niebla espesísima de fabulaciones, de medias verdades... Empecé a escribir una novela hasta que me di cuenta de eso y concluí que añadir más ficción a las ficciones del 23-F era inútil y redundante, así que lo que me propuse es justamente lo contrario, contar hasta donde fuese posible la realidad de los hechos. Probablemente ha acabado siendo una novela pero no es una ficción.
¿Cuáles son las tonterías de más calibre que se han contado sobre el 23-F?
Tendría que escribir un libro para relatar todas las tonterías y ficciones que se toman como realidades. La más obvia es que el Rey lo organizó todo, lo que es un disparate. Yo no soy monárquico y mi libro no es una defensa de la monarquía, sólo quiero decir la verdad y parece que para ser izquierdista hay que defender eso. Pero si el Rey hubiera organizado el golpe, el golpe sale adelante. De hecho, el único que podía pararlo era el Rey.
Pero el Rey sí tuvo que ver con la "placenta del golpe" como denomina usted a todo lo que contribuyó a que el pronunciamiento fuera posible.
Es cierto que antes del golpe el Rey se comportó imprudentemente. Cometió muchos errores. Pero no sólo está esa fabulación. Tampoco es cierto que los servicios secretos estuvieran detrás del pronunciamiento, lo que hubiera sido muy novelesco.
Porque el 23-F fue "el golpe de los golpes".
Fue un golpe muy improvisado y, aún así, estuvo a punto de salir bien. Imagínese si llegan a prepararlo adecuadamente. El golpe se improvisa en muy pocos días. Lo que ocurre es que el Ejército desde hacía mucho tiempo estaba con muchas ganas de levantarse y el país vivía una situación receptiva, propiciada por mucha gente. Cada uno de los protagonistas del golpe, Armada, Tejero y Milans, tiene en la cabeza unas ideas y un modelo distinto de golpe de Estado, y antes del pronunciamiento no se coordinan bien porque creen que va a salir bien de por sí.
Y Armada había hecho creer al Ejército que detrás del golpe estaba el Rey.
Armada es un tipo muy sibilino que, todavía, después de tanto tiempo, asegura que él no tuvo que ver con el 23-F. No hay ningún documento que demuestre que él estaba detrás del golpe de Estado, sólo lo sabemos por el juicio y por la infinidad de testimonios que responsabilizan a Armada, quien como secretario del Rey durante una década, mantenía con el monarca una extremada confianza. Y lo que hace es un doble juego. Los militares se dejaron engañar aunque tampoco hacía mucha falta que nadie les metiera en el bote, porque Milans, por ejemplo, iba a dar el golpe sí o sí. Armada fue muy listo, porque creía que podía dar un golpe palaciego, de esos que se esconden detrás de las cortinas del Palacio Real. No lo consiguió pero estuvo a punto.
El socialista Joaquín Leguina acaba de decir que "Anatomía de un instante" es reflejo de un "movimiento revisionista" y que la transición no fue una casualidad.
No entiendo lo que dice Leguina: no tiene nada que ver con lo que dice mi libro.
Quizás lo diga por la mención que hace en su libro al momento en que antes del golpe, Enrique Múgica, el ahora Defensor del Pueblo, propuso a varias formaciones sumarse a un "gobierno de concentración", con un militar a la cabeza y Felipe González de vicepresidente, para apartar a Suárez sin pasar por las urnas. Y Múgica ahora lo niega todo.
Tampoco entiendo lo que dice Múgica. ¿Cómo va a ser mentira lo que cuento si lo ha reconocido todo el mundo, incluido en gran parte el propio Múgica poco después del golpe? Hay abundantes testimonios al respecto, y no entiendo que Múgica lo niegue ahora. Claro, puede hacerlo porque, pese a todo, no hay ningún documento escrito que atestigüe lo que todos sabemos. Pero, ¿significa eso que no ocurrió? Por eso el golpe de estado parece a ratos una ficción, un delirio colectivo: porque todo el mundo puede decir impunemente sobre él lo que quiere, incluidos por supuesto los protagonistas. Es cierto que los socialistas no quedan muy bien en mi libro, pero en realidad nadie queda muy bien. El golpe de Estado ocurre porque suceden muchos errores y los cometen mucha gente: el Rey, la UCD comete errores tremendos, lo mismo que la derecha y los socialistas. Los nacionalistas no cometieron errores porque no estaban...
...en "el pequeño Madrid del poder" que menciona en su libro.
Por eso Jordi Pujol es el único político que habla bien de mi libro, porque él, que estaba en Barcelona, no participó en nada de eso. Marcos Vizcaya, que era portavoz del PNV en el Congreso en aquella época, ha reiterado que Alfonso Guerra, antes del golpe, fue a proponerle un gobierno de concentración presidido por un militar. Ahora Guerra dice que se lo ha inventado, pero Leopoldo Calvo Sotelo, Jordi Pujol y Miquel Roca también lo han dicho. Y tanta gente no se puede inventar lo mismo.
El protagonista de su libro es Adolfo Suárez, que se mantuvo sin tirarse al suelo mientras "zumbaban" las balas. Es interesante su teoría de la heroicidad que une como un hilo invisible a Suárez, Carrillo y Gutiérrez Mellado, los únicos tres políticos que no se escondieron bajo sus escaños cuando ametrallaron el hemiciclo.
Les llamo héroes de la retirada, héroes de la traición. El general Gutiérrez Mellado traiciona al Ejército de Franco y lo hace radicalmente, por eso se convierte en el militar más odiado por sus compañeros en la historia del siglo XX en España. Carrillo traiciona el ideal estalinista y republicano para aceptar la bandera española, la monarquía y una democracia parlamentaria burguesa. Y Suárez traiciona a todos, a su clase, a los franquistas entre los cuales había crecido y prosperado. Fueron los tres grandes traidores de la transición y, ¡oh, caramba!, los héroes de la retirada, es decir, aquellos que son capaces de traicionar un pasado equivocado para construir un futuro. Para esa traición hace falta mucho coraje. Tenemos asumida una ética de la lealtad, pero creo que hay también una ética de la traición. En determinados momentos es necesario traicionar. Por ejemplo, ETA necesita un gran traidor, a ver si lo encuentra; un tipo que venga de dentro y diga "esto es un error", como Gorbachov lo hizo respecto a la URSS o Martin McGuinness, al IRA. Hace falta coraje real para decirle a su gente "nos hemos equivocado". Es lo que hicieron esos personajes y lo que hizo Suárez respecto al franquismo.
¿Qué le parece la beatificación en vida de Suárez?
Un disparate. Estoy en contra tanto de la beatificación como de la demonización. Suárez, que fue el tipo más vilipendiado de España, resulta que ahora es San Juan Bautista, como se vio en la serie de televisión que han pasado recientemente, donde se veía que en 1969 Suárez era un demócrata que le escribe en un papel al entonces Príncipe la hoja de ruta hacia la democracia. ¡En esos años ni el Rey ni Suárez ni nadie era demócrata! Era un falangista, como todo el mundo. Si hubiera sido demócrata en el 69 no habría tenido mérito lo que hizo diez años más tarde. Lo que tuvo mérito es cómo un tío cambia porque se da cuenta de que hay que hacerlo. Lo que intento contar en este libro es que Suárez era un tipo muy complejo, con sus luces y sus sombras, y ahí está la gracia.
Usted lo califica de "político puro". ¿Hay en la actualidad española políticos puros?
No lo sé. El propio Zapatero, que lamento decir que no está dando la talla, en parte, es un político puro pero es un poquito... (suspira y no termina la frase). Suárez tampoco parecía una político de talla en aquellos momentos. González fue un político puro, con todas sus taras y problemas. Se trata de una raza de políticos que algunas veces dan buenos frutos y otras, muy malos. Decir que alguien es un político puro no es halagador, porque es un tipo que lo pasa mal y lo hace pasar mal a su alrededor, que es peligroso, que no puede esperar la salvación personal, como dice Max Weber, sino que hace un pacto con el diablo. Y para pactar con el diablo tienes que tener coraje y saber a lo que te expones, y no hay mucha gente capaz de hacer eso y salir indemne. El libro es en parte una reflexión sobre eso.
¿Qué queda de aquel Ejército?
Nada. Lo que ocurrió con el Ejército tras el 23-F fue una gran cosa, de hecho, lo mejor que nos pasó. Desapareció una tradición de intervencionismo militar que duraba dos siglos. Si hay una cosa que podemos esperar ahora mismo es que no va a producirse un golpe de estado militar en España, por muchos problemas que haya. Así como la judicatura no ha hecho la transición y, lo que está pasando con Garzón es un ejemplo, los militares sí la han hecho. Quedan jueces franquistas pero no militares franquistas.