"Sin embargo, el 22 de febrero de 2000, el citado atentado fue de nuevo intentado, y a tal efecto Asier Carrera estacionó el turismo de su propiedad (...) en la calle Aguirre Miramón próximo al cruce con la calle Nieves Cano a primeras horas de la mañana y retirándolo a primera hora de la tarde para que Diego Ugarte estacionara, en su lugar, la furgoneta Renault Express cargada con los indicados explosivos. Sobre las 16.30 horas, cuando don Fernando Buesa Blanco, acompañado de su escolta don Jorge Díez Elorza, salían del domicilio del primero para dirigirse a la sede del Partido Socialista, al pasar a la altura del citado cruce (...), Asier accionó el mando a distancia". (Sentencia de la Audiencia Nacional de diciembre de 2005).

"Cambiaron mucho las cosas en Euskadi a partir de ese momento. Hay momentos históricos, uno de ellos es éste; otro es el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que dio un impulso a las conciencias de la sociedad, y el de Joxe Mari Korta, que nos marcó, que marcó mucho todo. El asesinato de Fernando convulsionó al mundo mundial, nos quitó las telarañas a todos y cada uno se tuvo que poner ante el espejo". Quien así habla es Javier Rojo, hoy presidente del Senado, hace diez años, aquel 22 de febrero, vicesecretario general de los socialistas alaveses, amigo de Fernando Buesa. Fue uno de los que primero llegó aquella tarde al lugar del atentado, quien puso rostro al dolor y la rabia de la familia socialista.

Porque el atentado que costó la vida al dirigente socialista y a su escolta, el ertzaina Jorge Díez, y los acontecimientos posteriores supusieron, más allá de la evidente e irreparable pérdida humana, un auténtico terremoto político -cuyos efectos llegan a nuestros días- y una auténtica conmoción social; pero, ante todo, fue una herida vital para un PSE-EE que, diez años después, tiene muy presente en la memoria la cicatriz del daño criminal, pero también la de la brecha que aquel atentado ahondó con el mundo nacionalista.

"Ha pasado mucho tiempo. Hemos vivido ocho años muy equívocos, erráticos, con lo que fueron las propuestas de Ibarretxe... También en los últimos años el PNV va girando su propio buque...", afirma Ramón Jáuregui, europarlamentario socialista y en aquellos días diputado por Álava en el Congreso y compañero de batallas políticas de Buesa en el partido y en el Gobierno Vasco de José Antonio Ardanza. "Yo venía de una conferencia en Ávila en el coche, iba hacia el aeropuerto de Madrid. Sobre las siete y media llegué al partido en Vitoria; a la primera que vi fue a mi mujer sirviendo cafés, que nunca ha participado en la vida del partido. En el viaje atendí a varias radios, pronuncié insultos, emocionadas respuestas, me brotó la ira".

aquella tarde

Entente con el PNV

"Ese día fue muy raro todo. Yo estaba en el Parque Tecnológico de Miñano. Estaba lloviendo, luego mientras estaba ahí el fuego de la bomba también estaba lloviendo. Y ese día teníamos Comisión Ejecutiva de Álava a las cinco de la tarde -relata Txarli Prieto, actual sucesor de Buesa en la secretaría general del PSE-EE alavés y en la portavocía del grupo juntero-. Yo estaba en el Parque de Miñano a eso de las cuatro, cuatro y algo, y me vine a Vitoria. Y como me sobraba tiempo, me fui a una frutería de la calle Nueva Fuera a hacer la compra para la noche, estando allí dieron la noticia de que había habido un atentado y que dos personas pasaban por allá. Coincidió que entró una persona que había militado conmigo en el Partido Comunista y estuvimos hablando, despotricando de ETA. Las noticias al principio fueron muy confusas y como ya era casi la hora me vine a la sede y según abrí la primera puerta -la sede tiene doble puerta como medida de seguridad- ya sabía que había pasado algo y pensé en Fernando".

Los relatos de Ramón Jáuregui y Txarli Prieto confluyen con el de Javier Rojo: "Estuvimos en Miramar -aquella mañana, Fernando Buesa y él-, para exponer el manifiesto de los socialistas vascos de cara a las elecciones generales. Hacía un día maravilloso, un día de luz espléndido, había gente bañándose en la Concha, ... y a la tarde ocurrió lo que ocurrió. Para mí ha sido uno de los días más duros de mi vida. Y había una cosa que yo no me podía quitar de la cabeza y es que a su hijo no lo asesinó ETA con su padre porque se paró con un amigo a hablar".

Todos ellos se reunieron en la sede socialista de Vitoria aquella tarde, a la que también llegó el entonces lehendakari, José Antonio Ardanza. Luego vendrían "momentos muy tensos", como relata Ramón Jáuregui. Y es que en el asesinato Buesa y Díez confluyó una situación política perfectamente asemejable a una olla a presión que revienta, fundamentalmente en lo que a la relación con el PNV se refiere. El político alavés y su escolta fueron las segundas víctimas de ETA tras la ruptura de la tregua de Lizarra. "Veníamos de un periodo particularmente duro para ambos, que habíamos sido protagonistas directos de la entente con el PNV y lo que sucedió en Lizarra lo sentimos como una puñalada", recuerda el europarlamentario socialista, que fue vicelehendakari en la primera legislatura de Ardanza y consejero de Justicia en la última.

"Fernando -que fue consejero de Educación en el segundo Gobierno Ardanza- tuvo una convivencia muy difícil, con el pacto de las ikastolas, le tocó vivir muy controlado, muy vigilado, muy asediado por el mundo del PNV", explica. Txarli Prieto se remonta a 1994: "Cuando tenemos un mal resultado electoral en las elecciones autonómicas hay un debate muy vivo dentro del partido sobre si es conveniente volver a editar un pacto político con el PNV para gobernar. Fernando Buesa podía ser una de las personas más relevantes que lideraba el no. Y aquel debate se zanjó en un Comité Nacional en el que la mayoría de los que intervenimos, el 70%, lo hicimos en contra de reeditar el acuerdo de gobierno; luego cuando votamos, el 70% votó a favor. Terminó aquel Comité y a Fernando le encargaron que encabezara la delegación para negociar con el PNV. Era una situación un poco kafkiana, él no tenía mucho ánimo de hacerlo; sin embargo el partido confiaba en él para que, por su rigor, por su capacidad de análisis, pudiera obtener el mejor resultado".

las manifestaciones

La imagen del desencuentro

Aquella situación, abierta en canal con el Pacto de Lizarra herido por el atentado de ETA en enero en el que fue asesinado el teniente coronel Blanco, reventó sin control en el duelo posterior al funeral -Jáuregui apenas menciona con amargura "el incidente del féretro", sin demasiadas ganas de volver sobre aquella manifestación- y, más concretamente, en la doble manifestación que recorrió Vitoria aquel sábado. Para entonces, los ánimos estaban muy crispados.

"El exponente fue la división que se visualizó con las dos manifestaciones -recuerda Rojo-. No sólo no hubo acuerdo respecto al lema, que digamos fue la justificación, sino la propia petición que el hijo de Fernando, Carlos, le hizo al lehendakari de que tratase por todos los medios de que no hubiese esa división. Ocurrió lo que sabemos".

"El sábado fue un momento complicadísimo -explica Prieto-, dificilísimo porque hubo empujones, palos y agresiones. Y hubo un final y otro final, que por nuestra parte protagonizó Javier Rojo, que hizo una intervención ante toda la ciudadanía desde las escalinatas de la Iglesia de San Miguel". Bakea behar dugu fue el lema que presidió la marcha encabezada por el lehendakari; por delante, Gesto por la Paz; y en primer lugar, socialistas y populares con el lema ETA no, ¡Basta ya!. "Esta manifestación la ha convocado el lehendakari, pero yo me pregunto ¿dónde está el lehendakari?", son las palabras que Rojo pronunció en su improvisada y polémica alocución en la escalinata de la Virgen Blanca, en una convocatoria que, controversias al margen, es la más multitudinaria que se recuerda en Vitoria, con unas 100.000 personas.

"No cabe duda de que fue una herida, pero heridas de guerra, cicatrices de paz. Soy una persona pasional, digo las cosas, dije muchas cosas en aquel momento y las volvería a decir si a ocurriese algo similar. Por otra parte, creo no que no debemos estar todo el día en el reproche y en el tú más, sino en mirar hacia delante y pensar en el futuro", explica ahora el presidente del Senado.

LA TRASCENDENCIA POLÍTICA

Un punto de inflexión

El nombre de Fernando Buesa ya había aparecido en la documentación incautada a ETA mucho antes de su asesinato, cuando la Ertzaintza desarticula el comando Araba en 1995 y descubre que el político alavés era uno de sus objetivos prioritarios. "A Fernando le quitaron la escolta durante un tiempo -rememora Prieto-. Y hubo una temporada en la que él y yo nos quedábamos casi siempre los últimos en la sede. Yo solía venir con mi coche y él iba andando y volvía a su casa por debajo de las vías del ferrocarril. Yo le llevaba muchas veces a casa y no le decía por qué. Un día no pude más y le dije oye Fernando, te habrás dado cuenta de que te llevo muchas veces casa y no quiero meterte miedo en el cuerpo, pero a mí me preocupa mucho esto que haces. Y me contestó que los de seguridad ya sabían lo que hacían y que si le habían quitado la escolta es porque no había problemas y tal y cual".

Ramón Jáuregui ha dicho en alguna ocasión que "ETA buscaba la columna vertebral del socialismo alavés como buscó a Enrique Casas como columna del socialismo guipuzcoano". "Reflejan la elección de dos figuras clave desde el punto de vista orgánico y de su liderazgo discursivo, mediático y social", explica el eurodiputado, recordando la figura política de Buesa de "un discurso muy contundente, de mucha fuerza moral y enjundia", lo que explica la inmensa conmoción que el asesinato causó en la familia socialista. "Además de eso, que es verdad, había algo más añadido: era una limpieza étnica. Trataba de decir: si liquidamos lo referencial, el resto de la sociedad tendrá que tomar nota", añade Javier Rojo, apuntando también al otro movimiento político referencial de esa época. Porque si los asesinatos de Buesa y Díez fueron el fin del Pacto de Lizarra y de su principal visualización, el acuerdo que mantenía el Gobierno Ibarretxe con EH, también fueron el inicio del acercamiento de socialistas y populares que fraguó en el célebre abrazo del Kursaal de Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja, en las autonómicas de 2001, como el propio Rojo ha señalado alguna vez.

diez años después

Un lehendakari socialista

Diez años después, la escena política vasca es radicalmente distinta. "Esto para Fernando habría sido un sueño, sobre todo porque es la asignatura pendiente que tenía Euskadi", asegura el presidente del Senado. "Hoy estaría en el Gobierno, encantado de la vida y explicando a todo el mundo que tenía razón", no duda el secretario general de los socialistas alaveses. Cuando se le pide a Ramón Jáuregui un recuerdo, se queda con "las interminables horas de conversación defendiendo la necesidad de coalición con el PNV y las dificultades de que eso fuera entendido en Vitoria, porque es verdad que en Álava la comprensión de esta alianza era más difícil". Pero el dirigente socialista rechaza teorías sobre que este escenario se halla reflejado en la actualidad impidiendo acuerdos con el PNV porque el PSE-EE guarde afrenta: "Yo pienso que los tres grandes partidos pueden pactar todos con todos".

"Le encantaba hablar de la familia, ¡pero de menuda familia! No sólo de su mujer y sus hijos, sino de los ciento y pico que son de familia -evoca Txarli Prieto-. Se reunían en Navidad y hacían un montaje para poder estar en Vitoria y lo contaba y se le caía la baba, como un niño, le hacía una ilusión extraordinaria. Era un tipo muy hogareño". "Yo lo único que siento -Rojo se interrumpe-... Fernando, que era una persona muy sencilla, soñaba con sus nietos, que no los tenía cuando fue asesinado. Lo veía como la gran esperanza de unas generaciones... Me decía por ellos lo tenemos que hacer".

"Si la democracia consiste en algo, consiste en defender las posiciones que uno tiene con la palabra, y, por lo tanto, renunciar a la violencia para imponer los objetivos políticos y además proscribir cualquier método violento para poderlo hacer". (Fernando Buesa, ante el Pleno del Parlamento Vasco diez días antes de ser asesinado).