21 de mayo de 2008. María San Gil anuncia que abandonará el Parlamento Vasco y pondrá fin a su liderazgo al frente del Partido Popular en Euskadi. Los intentos de sus compañeros de partido no impidieron que la controvertida presidenta regional pusiera fin a una etapa cuyo deceso se fraguó en la "pérdida de confianza" en Mariano Rajoy.
La decisión de San Gil supuso un punto de inflexión del debate interno que desde hacía varios meses se celebraba en el PP vasco. Los acólitos de la presidenta confiaban a pies juntillas en los tajantes postulados de su líder y la brecha inquebrantable que mantenía, sobre todo con los nacionalistas, en su forma de ver la política. Una postura que chocaba frontalmente con los nuevos aires moderados que elevaron hasta la Ejecutiva vasca los dirigentes que ahora encabezan el partido en Euskadi. Pero San Gil no estaba sola. Un nutrido grupo de seguidores, sobre todo en Gipuzkoa, amagó con presentar una candidatura alternativa para intentar conservar la línea férrea que había implantado la dirigente vasca. En un partido que siempre se ha caracterizado por su política en bloque y sin fisuras, esta grieta hizo sonar las alarmas en Génova y la activación de la maquinaría disuasoria logró dejar en un segundo plano a las voces discordantes con la nueva estrategia.
Los amagos por seguir a San Gil se quedaron en eso, en más ruido que otra cosa, pero los divergentes con el giro popular comenzaron a tomar posiciones, en algunos casos de forma voluntaria y en otros obligados por la dirección del partido, que cada vez les alejaba más de la cuota de protagonismo pretérita.
Los recientes casos de la alcaldesa de Lizartza, Regina Otaola, y el ex parlamentario vasco, Santiago Abascal, aunque muy diferentes, son dos ejemplos de la suerte que han corrido los miembros del sector crítico que no han sabido o querido apostar por los supuestos aires reformistas. En el caso de Otaola, la veterana dirigente demostró abiertamente su discordancia con la cúpula popular guipuzcoana al alejarse de la disciplina de voto en el respaldo -unánime- de las Juntas guipuzcoanas sobre las otras víctimas, los damnificados por la violencia política.
Abascal, por su parte, concurrió a las elecciones autonómicas por Álava en un séptimo puesto que sembraba serias dudas sobre su continuidad en la Cámara vasca. Con su desaparición de la escena política autonómica centró gran parte de su actividad en la presidencia de la Asociación para la Defensa de la Nación Española. Su alejamiento de los nuevos gestores del PP vasco propició una mayor cercanía con el sector crítico representado en el Estado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. El resultado se plasmó en el fichaje del político amurriarra para dirigir la Agencia de Protección de Datos de Madrid. Abascal seguía así los pasos de San Gil en su destierro político, aunque en el caso de la ex presidenta vasca fue José María Aznar quien requirió su incorporación a la Fundación de Análisis y Estudios (FAES). Un paso que dosificó con cuentagotas las intervenciones de la dirigente donostiarra -la última el viernes en el encuentro a favor de las víctimas del terrorismo celebrado en Salamanca-.
"previsible" Compañeros de formación destacan en conversaciones privadas que todo lo que ha acompañado a la marcha de San Gil era "previsible" y que frente a estas salidas existen otros muchos casos de dirigentes que en un principio se mostraron disconformes con la nueva línea pero que "han sabido adaptarse perfectamente" la dinámica de trabajo fijada por Antonio Basagoiti.
Estas mismas fuentes apuntan dos nombres: Carmelo Barrio y Carlos Urquijo, el ex secretario general del partido en la era San Gil y el otrora azote del entonces consejero de Interior, Javier Balza, y efímero delegado del Gobierno en Euskadi durante los estertores del mando popular en Madrid.
Barrio asume su nuevo rol en el partido y se centra en su tarea parlamentaria, pero sin olvidar su admiración por San Gil. "Esa página no se va a cerrar nunca", advierte. Descarta por completo emular a sus compañeros y trasladarse a la capital española, dado que su "vocación política está en el País Vasco". No obstante se congratula de la nueva posición que han encontrado tanto su ex presidenta como Abascal y elogia la trayectoria de Otaola. "Si de mi dependiera haría todo lo posible para que siguiera en las Juntas de Gipuzkoa y como alcaldesa de Lizartza. Es una mujer ejemplar", apunta. Respecto a su ex compañero de bancada, Barrio asegura que "su crecimiento en el partido" le ha llevado hasta Madrid, pero no descarta su regreso a la política vasca en años venideros.
Hasta que ese hecho se produzca, Abascal compartirá plaza con San Gil a la búsqueda de la complicidad y conexión plena con sus compañeros de partidos que no hallaron en Euskadi.